22 dic 2009

EL ESPIRITU DE NUESTRA EPOCA

EL ESPÍRITU DE NUESTRA EPOCA

Describir el mundo hoy es describir las puertas del Apocalipsis, pero si uno realiza esa tarea, será acusado de fundamentalista, de manera que el principal problema que se nos presenta es comprender nuestro papel en el mundo y, por donde empezar para intentar la transformación urgente e imprescindible que necesita el mundo. Ante esta situación la pregunta que debemos hacernos es: ¿puede cada uno de nosotros, que somos responsables de la confusión, conflicto y miseria personal y, por tanto del mundo, no permitir que nuestra mente, alma y corazón no estén abarrotadas de teorías, creencias, dogmas, filosofías e ideas erróneas y desatinadas? Si nosotros que hemos creado la crisis interior, con el consecuente sufrimiento, no cambiamos radicalmente ¿producirán las charlas, conferencias, leyes, tratados, acuerdos, teorías, sistemas económicos o revoluciones de derecha o izquierda: orden, paz y sabiduría? ¿No es imprescindible que nosotros nos trasformemos primero antes de peticionar la transformación del mundo? Lo que nosotros somos ¿no es la copia fiel de lo que es el mundo? ¿No se expresan acaso nuestros conflictos internos en los desastres externos?

Si nos observamos atentamente comprobaremos que nuestra irracionalidad, vale decir, nuestros problemas interiores son los problemas que presenta el mundo, de modo que únicamente somos nosotros quienes podemos solucionarlos, ningún otro. Porque el político, el reformador, el general, el revolucionario, el conservador, el economista, el diplomático, el liberal, el sacerdote, son como nosotros somos: oportunistas, cínicos, astutos, arrogantes y especuladores. Pero nuestro problema, el interno conflicto humano de confusión, conflicto y miseria, con la consecuente existencia vacía que produce todo tipo de calamidades y desastres angustiosos en el mundo, es obvio que requiere algo mas que maquinaciones astutas, reformas superficiales del político de turno, acuerdos de diplomáticos basados en el malabarismo de palabras y publicitadas por el propagandistas de moda, arreglos de empresarios con el poder prometiendo mejor calidad de vida; para ello se requiere un cambio radical de la mente humana y ningún otro puede hacer que esta trasformación se efectúe, a excepción de nosotros mismos.

Es básicamente elemental comprender que lo que nosotros somos, eso es lo que nos rodea; nuestro líder, nuestra sociedad, nuestro grupo, nuestro mundo. Sin nosotros la sociedad no es, el mundo no es, de manera que en nosotros esta el principio y el fin de las cosas. Ningún grupo revolucionario, ningún inversionista multimillonario ni ningún líder pueden establecer los valores eternos, excepto nosotros mismos. La crisis, la catástrofe, la miseria se hace presentes cuando los valores sensorios, ilusorios, artificiales, utópicos, predominan sobre los valores eternos. Los valores eternos no son el resultado de nuestros intereses, de nuestros temores, de nuestras creencias; porque la creencia en la reforma, en la revolución o en Dios, no significa que estemos experimentando los valores eternos, puesto que tan solo la forma de nuestro vivir mostrara si ello es realidad. La opresión, la violencia, la explotación, el abuso, la agresividad, la dureza e impiedad económica, inevitablemente suceden cuando La Realidad se ha perdido. La hemos perdido cuando con la finalidad de saciar nuestra lujuria justificamos el régimen económico, todo tipo de dictadura, se ha perdido cuando profesando el amor a Dios y disculpamos y justificamos la matanza de nuestros semejantes, cuando regalamos premios Nobeles a quien justifica el asesinato en masa en nombre de la paz y la libertad. Es obvio que mientras demos importancia suprema a los valores sensorios, existirá conflicto, confusión, desdicha, hambre, miseria, derramamiento de sangre, dolor y miedo. El explotar o matar a otro nunca puede ser justificado, e innegablemente cuando esto sucede perdemos la significación trascendente del hombre porque permitimos que los valores sensorios dominen nuestra vida de manera predominante.

Se mantendrá la miseria y las mortificaciones en tanto la economía (de mercado o dirigida) y la religión sean sustentadas como política de estado, porque ello contribuye a tolerar la fuerza organizada como instrumento del estado, lo cual alimenta, protege y alienta la opresión, el abuso, la intolerancia y la ignorancia. ¿Cómo es posible que la economía y la religión, aliadas con la política, puedan cumplir una sola función verdadera para revelar y mantener los valores eternos? Cuando perdemos La Realidad y no la buscamos, la consecuencia es la permisividad para todo y cualquier tipo de abuso con la consecuente desunión del hombre contra el hombre; sutilmente (injusticia económica) o abiertamente (la guerra). La confusión, la ignorancia y la miseria no pueden ser desterradas por reformas, por el proceso del olvido a través del tiempo o por la idea de la evolución (social, económica, política, religiosa) que solo engendra pereza, sumisión cómoda y el resignamiento ante la catástrofe; por ello es que no deberías permitir que el curso de vuestra vida sea dirigido por otro en aras del futuro, nosotros somos responsables de nuestra vida, no otro, de modo que ningún otro puede trasformarnos. Esto significa que cada uno tiene que descubrir y tener la experiencia de La Realidad, que es lo único en lo cual hay dicha, serenidad y sabiduría suprema.

¿Cómo podemos entonces llegar a tener esta experiencia? ¿A través del cambio de las circunstancias externas o mediante la transformación interna? El cambio exterior implica el dominio de la sociedad a través de la legislación, la reforma económica y social, la represión, a través del conocimiento científico-psicológico-intelectual y todo tipo de innovaciones reformistas inestables, ya sea por medios violentos o graduales. Pero ¿podrán estas modificaciones exteriores modificar y producir una revolución trasformadora interna en el hombre? ¿No es necesaria primero la transformación interna para producir un resultado externo? Es obvio que por medio de una ley podemos prohibir la ambición, ya que ella engendra la crueldad, la arrogancia con la afirmación de sí mismo, la competencia y el conflicto, tanto interno como externo: pero ¿se puede desarraigar, extirpar, acabar con la ambición desde el exterior con una mera legislación? Intentamos eliminar, aniquilar, prohibir, suprimir ciento de cosa por medio de la legislación (como la violencia y el narcotráfico, por ejemplo) pero ellas ¿no se afirman en otra distinta? El motivo interno, el pensamiento-sentimiento-acción particular ¿no determina siempre lo exterior? Lo que significa que para producir una transformación pacifica externa ¿no deberíamos primero efectuar un profundo cambio mental en nosotros? Porque ¿puede lo exterior, por mas agradable que sea, producir un contento duradero?

El apasionado y ardiente anhelo interno siempre modifica lo exterior. Lo que somos interiormente; intelectual, psicológica, emocional y sentimentalmente eso es nuestra sociedad, nuestro estado, nuestra economía, nuestra política, nuestra cultura, nuestra religión, nuestra educación, nuestra tradición, etc. Si somos ladinos, violentos, envidiosos, codiciosos, egoístas, arrogantes, temerosos, ambiciosos, ignorantes, entonces nuestro ambiente, nuestra sociedad, será eso que somos, porque nosotros creamos el mundo en que vivimos. De modo que para que exista ese cambio radical, debe haber por parte de nosotros una voluntaria e inteligente transformación interna.

Esta mutación mental no debe producirse a través de coacción, apremio, imposición o exigencia alguna, puesto que de ser así se produciría tal conflicto y confusión que nuevamente la sociedad se precipitaría al desastre. El florecimiento, la regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente, no obligada, por lo tanto, debemos primero buscar La Realidad porque entonces y solamente entonces, habrá paz y orden alrededor nuestro. Dicha Realidad es nuestra realidad interna, pues si no sabemos ver -traslucidamente- esa realidad, lo que veamos de la realidad externa será solamente especulación, suposición, teoría, imaginación, de modo que cuando abordamos el problema de la realidad y la existencia desde fuera, ponemos en marcha el proceso dual del pensar y, como sabemos, ese proceso es conflicto interminable y, dicho conflicto, no hace otra cosa que embotar la mente-corazón. Mientras que cuando abordamos el problema de la existencia desde el interior no hay división entre lo interno y lo externo, la división cesa porque lo interno es lo externo; -el pensar y el pensador-la acción y el actor-el sentimiento y el que siente- son uno, inseparables e indivisibles. Pero nosotros separamos falsamente el pensamiento del pensador, el sentimiento del que siente, la acción del actor, lo cual no nos permite darnos cuenta que con ese método tratamos solamente con la parte; dominar, educar y modificar la parte, porque creemos y esperamos que de esa forma transformaremos el total. El problema que esto presenta es que la parte va haciéndose más y más dividida y así, cada vez existe mayor conflicto, en otras palabras: debemos preocuparnos del pensador, del que siente, del que actúa, desde dentro y no con la modificación de la parte, su pensamiento, su sentimiento, su acción. La desdicha y desgracia de todo esto es que nosotros nos encontramos atrapados entre la incertidumbre de lo exterior y la incertidumbre de lo interior. Pues bien, esta mutua incertidumbre es la que debemos comprender.

Al existir en nosotros la ausencia de certeza en los valores, produce como consecuencia el conflicto, la confusión, el dolor y el temor, lo que impide que continuemos un camino claro de acción, sea este del exterior o de lo interior. O sea, si siguiéramos lo externo dándonos cuenta absoluta, percibiendo su significación total, entonces ese curso de acción inevitablemente nos llevaría a lo interno; pero, para nuestra desgracia, nos perdemos en lo externo por no ser lo suficientemente serios y flexibles en la indagación de sí mismo. Si examináramos los valores sensorios que nos enloquecen y por los cuales son dominados nuestros pensamientos-sentimientos-acciones y al volvernos conscientes de ello, sin juicio, condena o selección alguna, veríamos como lo interno se aclara. Esta percepción, este descubrimiento, traerá libertad y la consecuente alegría creadora. Es obvio que esta percepción, este descubrimiento, esta experiencia, no puede hacerla nadie por nosotros, ello seria como cree que al tener hambre por mirar como otro come quedaríamos satisfechos. De modo que es a través de la propia autopercepción, de la experiencia propia, que debemos despertar al descubrimiento de los falsos valores para descubrir así el valor eterno. Solo cuando el pensamiento-sentimiento-acción se desenreda de los valores sensorios, que son los causante de la desdicha, el conflicto, el dolor, la violencia y el temor, es cuando puede existir un cambio fundamental en lo interno y externo. Antes de ello… todos son sueños bien intencionados pero… nosotros y el mundo seguiremos exactamente igual… como ayer y hoy.

EL CONOCIMIENTO Y LA ERUDICIÓN

SOBRE EL CONOCIMIENTO Y LA ERUDICIÓN

Estamos convencidos que a mayor información que se registre en la memoria, mayor será la posibilidad de comprender y mas cerca de la sabiduría estaremos. ¿No es el conocimiento y la erudición un impedimento para descubrir lo nuevo? Evidentemente que el conocimiento y la erudición son un impedimento para comprender lo atemporal, lo inconmensurable, lo nuevo, lo desconocido, lo eterno, porque lo conocido, que es el conocimiento, no puede penetrar lo desconocido.

El conocimiento y la erudición lo hemos transformado en una pasión futbolera, en una adicción narcotizante, porque creemos que el hecho de saber nos convertirá en creadores, en sabios pero ¿es posible que una mente que esta llena, repleta, abarrotada de conocimiento y erudición pueda recepcionar lo súbito, lo puro, lo natural, lo nuevo, lo espontáneo y original, que en definitiva son las cualidades de la sabiduría? Si la mente esta abarrotada de lo conocido ¿tiene lugar alguno, para recepcionar lo que provenga de lo desconocido? Es innegable que el conocimiento y la erudición son sobre lo conocido y pertenecen a lo conocido, lo que significa que es ridículo e ignorancia pura pretender comprender con lo conocido lo Inconmensurable, lo Desconocido.

El ser humano religioso, el ser humano espiritual -sea lo que sea el significado de esas palabras- trata de imaginarse lo que es Dios, o en su defecto, de pensar en lo que es Dios. Leyeron innumerables libros, leyeron las historias de infinidad de Santos, Maestros, Mahatmas, procurando imaginarse o sentir lo que es esa experiencia ajena. Es decir con lo que conocen sobre otro intentan enfocar lo desconocido, de modo que ¿se puede pensar en algo que es desconocido? Es obvio e indiscutible que solo se puede pensar en lo que uno conoce. Pero en el mundo de hoy en día esta aconteciendo esta pasmosa perversión: creemos que habremos de comprender si poseemos más información, más libros, más Internet, más conferencias, más informativos.

Para darnos cuenta de algo que no sea la proyección de lo conocido, hay que eliminar lo conocido mediante la comprensión de su proceso, de manera que tenemos que ver el ¿por qué la mente se aferra siempre a lo conocido? Es ¿por qué ella siempre anda buscando certidumbre, seguridad? Para descubrir esto debemos ver por nosotros mismos si su accionar no esta asentado en lo conocido, en el pasado, en otras palabras, en el tiempo de manera que ¿cómo puede una mente así, que el fundamento esencial esta sustentado en el pasado, en el tiempo, tener vivencia y experimentar lo eterno?

Esa mente quizás imagine, invente, crea, piense, conciba, formule, proyecte lo desconocido, pero todo eso es absurdo, porque solo cuando lo conocido se comprende, se disuelve y se desecha; es a partir de ahí que puede surgir lo desconocido. Pero eso es difícil, porque cuando tenemos una vivencia de algo, la mente inmediatamente la traduce en términos de lo conocido, y por tanto, la reduce al pasado, recibiendo un nombre y ello la clasifica y se registra en el saco de la memoria. Esta acción es el movimiento del conocimiento y la erudición, lo que significa que este tipo de saber es la actividad de lo conocido, lo que demuestra que tal conocimiento y tipo de erudición es un obstáculo para aprender.

El conocimiento técnico no esta incluido en este cuestionamiento porque indiscutiblemente es necesario. Lo que estamos cuestionando es algo muy diferente a ese conocimiento. Es sobre el conocimiento-erudito-intelectual-ilusorio, y si ese conocimiento es capaz de penetrar lo desconocido, lo inconmensurable o es un impedimento.

El sentimiento de dicha absoluta, de dicha creadora, no es el resultado de la suma de conocimiento o la acumulación de erudición. Ninguna suma, por exuberante que sea dicha acumulación de conocimiento, nos pueden dar esto. Porque ser creador es estar libre del pasado, es vivir la vida de instante en instante, debido a que es el pasado lo que siempre oscurece y borra el presente. Limitarse a depender de las experiencias ajenas, de la información, de lo que otro haya dicho o hecho, por mas grande que él sea [¿?] e intentar que nuestras acciones se aproximen a eso; todo ello nace del conocimiento adquirido ¿verdad? Pero para descubrir cualquier cosa nueva debemos empezar por nosotros mismos; tenemos que arriesgarnos a iniciar un viaje completamente solos, despojados de todo, y por sobre todo, de conocimientos, ya que es muy fácil tener experiencias como resultado de la creencia y el conocimiento, pero esas experiencias no son otra cosa que el producto de la auto-proyección, vale decir, absolutamente falsas e ilusorias.

Al intentar querer descubrir por nosotros mismos que es lo nuevo, lo creador, es obvio que de nada nos sirve que carguemos con la mochila de lo viejo y sobre todo del conocimiento; el conocimiento o la erudición de otra persona, por más grande que consideremos que ella sea. Hacemos uso del conocimiento como medio de autoprotección, de seguridad, y queremos estar completamente seguros de que tendremos las mismas experiencias de Budha, de Cristo o del Santo; pero es obvio que el hombre que constantemente se protege a sí mismo por medio del conocimiento, no es un buscador de la verdad.

No hay mapa que enseñe el camino que significa el descubrimiento de lo nuevo ni mapa que indique como encontrar la verdad, la única opción es lanzarse al abismo inexplorado, lo cual no es para deprimidos ni anoréxicos metales. Para experimentar algo nuevo nuestra mente debe estar muy serena, porque si ella se encuentra abarrotada, llena de recuerdos, nostalgias, conocimiento y erudición, estos actúan como estorbo para lo nuevo; de modo que la dificultad termina radicando en que el conocimiento a llegado a ser tan importante, tan relevante, tan predominante, que ello obstaculiza continuamente a todo aquello que pueda ser nuevo. De esta manera el conocimiento y la erudición se convierten en obstáculos para quien quiera tratar de comprender lo inconmensurable, lo atemporal, la verdad, Dios.

JUSTICIA, LEY - LIBERTAD, SEGURIDAD

JUSTICIA, LEY - LIBERTAD, SEGURIDAD

La justicia y la ley ¿son sinónimos de libertad y seguridad? ¿tiene relación alguna la libertad y seguridad, con la justicia y la ley? El ser libres y seguros externamente, gracias a la justicia y la ley ¿nos hace libres y seguros realmente? La primera ley a comprender -para estar seguros- es que: la ley ha sido creada por el hombre con la finalidad de tener control sobre el hombre.

Se suele argumentar la existencia de una relación entre justicia, ley y libertad, seguridad, todo desde un punto de vista de la organización social. La ley, en este sentido, se establece a objeto de garantizar la justicia, la seguridad y la libertad en la convivencia de los miembros de la sociedad, a quienes se les confiere derechos y obligaciones, quedando así sujetos a su imperio y a las sanciones prescriptas para su transgresión, así como las posibilidades y procedimientos que permiten exigir su cumplimiento.

El imperio de la ley viene dado por la fuerza, cuyo empleo se regula mediante instituciones y normas que, según se argumenta, la propia ley consagra. Es así que la justicia y la libertad se proclaman como ideales y a la vez como fundamentos teóricos del orden social y de legitimación del poder.

Estos argumentos se vinculan con la democracia, suponiendo que este sistema político permite que la ley sea generada por medio de la participación ciudadana en la elección de representantes que formulan las leyes.

Dicha formulación de la ley es, dada su pretensión de alcance social (o sea, supuestamente igual para todos), de carácter general y abstracta, de modo que para su aplicación al caso concreto (conflicto de intereses o transgresiones a la norma) se establecen los tribunales de justicia y las instituciones policiales a cargo de las autoridades políticas responsables del orden publico y de la libertad y seguridad a él asociadas.

Ahora bien, esta perspectiva de la libertad es de carácter externo, vale decir se refiere a libertades tales como la de elegir representante, expresar opiniones, emprender negocios, practicar cultos religiosos, consumir productos, desplazarse por el territorio, tener opciones sexuales, escoger establecimientos educacionales, etc. Y estas libertades deben ejercerse, por su puesto, dentro del orden establecido y la ley, de manera que se entiende que su vulneración equivale a su quebrantamiento, lo cual es sancionado aplicando la fuerza física para obtener recaudo material o para privar de libertad.

La ley, en consecuencia, restringe la libertad y mediante lo que denomina justicia impone la represión. Esta libertad, así considerada, o sea, como relativa a la conducta externa o aparente de los individuos, en realidad es una prescripción de la conducta que dichos individuos deben guardar. Es decir, la ley pretende regular la libertad de las personas estableciendo márgenes, limites y normas de acción bajo pena o amenaza de la aplicación de la fuerza (sanción).

La democracia supone que los ciudadanos delegan o facultan a sus representantes electos para generar la ley, legitimándola a través de dicha elección, pues mediante una proclamación legal se consagra al pueblo mayoritario como soberano. Así, el ciudadano, como soberano teórico, mandata al legislador para que cree leyes; sin embargo, el contenido de dichas leyes se concuerdan sobre la base de múltiples intereses, argumentos de especialistas y presiones de grupos de poder, de modo que en realidad distan con mucho de los intereses de los electores, quienes terminan por desconocer la mayoría de la legislación vigente, aunque la propia ley presuma que la conocen.

En consecuencia, la justicia, la libertad y la ley, entendida como algo externo a los individuos, en realidad se refiere a abstracciones, ideales y argumentos que sirven para justificar discursivamente un determinado ordenamiento normativo que se funda en último termino en la fuerza, configurando un marco de opciones vinculados a ciertos intereses de los grupos de poder políticos, económicos, morales y culturales predominantes, desconociendo absolutamente la libertad interior. En otras palabras la ley nace ¿de la necesidad que tiene el conjunto de la sociedad o de los intereses que afectan a los grupos de poder? Lo que nos lleva a preguntarnos ¿la libertad esta garantizada para quién?

APORTE DE “DON PABLO”*

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¿Puede la ley y la justicia garantizar la seguridad y la libertad? La represión, que significa la ley y la justicia ¿son sinónimos de seguridad y libertad? ¿Qué es la libertad? ¿Existe la libertad exterior?

Como seres humanos buscamos tener la mayor cantidad de seguridad y libertades exteriores para saciar (supuestamente) la ausencia de seguridad y libertad interior. Creemos, sin duda alguna, que a más libertades y seguridades externas más libres y seguros seremos interiormente.

La libertad no es una opinión, un mandamiento, una teoría o una ley que la justicia pueda garantizar mediante represión alguna. La falta de realización interna ha llevado a la humanidad a transformar las virtudes (que siempre son interiores) en conquistas y realizaciones externas, y para ello se ha valido de la propaganda para convencer a los demás que tiene igual valor y es lo mismo, lo exterior que lo interior. Lo exterior es simplemente una acción discursiva sobre lo que debería ser, por lo tanto, como ello no obliga a nadie a ser, es aprovechado para el formateo de la apariencia con malabarismos de palabras que encierra la más vulgar arenga sofista para proclamar que se puede ser lo que no se es.

No somos ni libres ni seguros interiormente, pero escondemos nuestra esclavitud detrás de la ignorancia que exige mayor represión para garantizar nuestra seguridad y libertad. Es entupida la ignorancia ¿verdad? La ley, la justicia, no existen en la práctica de la vida diaria para el noventa y cinco por ciento de la sociedad, pero a cambio de ello, ese noventa y cinco por ciento esta sujeto a la represión con o sin motivo con la finalidad de no alterar los intereses de ese cinco por ciento restante que maneja indiscriminadamente todo el poder, de modo que solo ese cinco por ciento goza de esa libertad exterior por la impunidad que le permite la ley que ellos mismos redactaron y aprobaron.

No existe evolución alguna que pueda llevar al hombre a una revolución donde se produzca una mutación absoluta en su mundo interior, de manera que no es la invención de nuevas leyes quien pueda asegurar libertad alguna o seguridad posible. Las instituciones se han convertido en súper estructuras que solo tiene una importancia simbólica en los asuntos del mundo pero el hombre, desde su ignorancia exige que estas instituciones le garanticen la libertad y la seguridad, para lo cual le demanda mas y mas leyes, mas y mas condenas, mas y mas represión, pero no hace nada ni reclama nada por las cuestiones fundamentales: la desdicha, el hambre, el conflicto el dolor, la confusión, el temor y etc., de modo que lo trascendente para arreglar este mundo queda sin respuesta, lo que significa que al propio hombre solo le interesa lo simbólico, lo abstracto, lo subjetivo, lo indeterminado, lo indefinido.

No existe libertad ni seguridad, ni aquí ni en el cielo mientras el hombre no este dispuesto a descondicionar la totalidad de su consciencia. En su ignorancia el hombre se ha convencido que cambiando el mundo externo ello le dará como consecuencia la mutación absoluta en su mundo interno y a partir de este hecho utópico nacerá el hombre nuevo. Somos esclavos de nuestras miserias humanas, pero se piensa que con mas leyes, la intervención de la justicia para hacerlas cumplir mediante la represión, seremos libres y seguros, por lo tanto, felices. Esta posición también es sustentada por el movimiento La Vieja Era (creo que en realidad se llama Nueva Era aunque nadie todavía descubrió que es lo nuevo) pues afirma que nos encontramos en el fin de los tiempos y que ello vendrá acompañado de (obviamente desde el exterior) una extraordinaria y nueva energía que cambiara (¿mágicamente?) la consciencia del hombre y como consecuencia a la sociedad [¿?].

Vale decir que toda la fe, la confianza y la esperanza, el hombre la ha depositado (social o espiritualmente) en los sucesos y procesos exteriores que no lo afectan interiormente. La confianza depositada en los acontecimientos exteriores se debe a que el hombre no percibe que la modificación del medio solo modificara aquella parte del hombre que esta conectada con la modificación del medio, no al hombre en su totalidad, en las profundidades más recónditas de su mente. Ninguna acción ni presión exterior puede efectuar tal cosa, solo puede modificar las partes superficiales de la consciencia.

El análisis de la realidad que hace el pensar, lo realiza desde su limitación el cual esta condicionado por el campo de la continuidad, de forma que el ser humano no sufre transformación profunda alguna: solo se modifica, se reforma, se reajusta para seguir amoldado a lo social, vale decir más de lo mismo. La reforma de la ley que exige, si no abarca la cuestión esencial de la vida, no tiene sentido ni es algo fundamental para el ser humano y ¿Cuál es la cuestión esencial en la vida? ¿Puede la ley y la justicia otorgárselas?

La cuestión esencial en la vida es: la completa y absoluta libertad del hombre, primero en el aspecto mental interno, y luego en el externo. No hay división alguna entre lo interno y lo externo, pero para verlo claramente uno tiene que comprender primero la libertad interna. Se hace imprescindible el que tengamos que descubrir si de alguna manera es posible vivir en este mundo en libertad mental tanto intelectual como psicológicamente, sin retirarse neuróticamente a una isla, ni apartarse en una torre aislada de la propia imaginación. Viviendo en este mundo, ese es el único reto que uno tiene: la libertad. Si no hay libertad interior, entonces empieza el caos y surgen los incontables e infinitos conflictos mentales, las oposiciones e indecisiones, la falta de claridad y de penetración profunda que, evidentemente, se expresan en lo exterior. ¿Puede uno vivir en este mundo libremente, sin pertenecer a ningún partido político, ni de izquierda ni de derecha; sin pertenecer a ninguna religión: sin aceptar ninguna autoridad espiritual exterior? Uno tiene que acatar las leyes del país (parar ante un semáforo en rojo) pero la decisión de obedecer, de consentir, viene de la libertad interna; la aceptación de los requerimientos del mundo exterior, de la ley externa, es la aceptación que brota de una libertad interna. Esa es la cuestión central, no otra.

Los seres humanos no somos libres, estamos anestesiados y fuertemente condicionados por la cultura en que vivimos, por el ambiente social, por lo económico, por la religión, por los intereses creados del periodismo y de la política, o por el compromiso ideológico y doctrinario al que nos hemos entregado. Así de condicionados, es obvio que somos agresivos. Los sociólogos, los antropólogos y los psicólogos intentan explican esta agresión. Para ello hay dos teorías: o lo hemos heredado del animal este espíritu agresivo, o bien la sociedad que cada uno de nosotros ha contribuido a formar y establecer, le imprime, le obliga, le fuerza a ser agresivo. Pero el hecho es más importante que la teoría, lo que significa que no importa si la agresión viene del animal o de la sociedad. Somos agresivos, belicosos, violentos, brutales; no somos capaces de mirar y examinar imparcialmente las sugerencias, el punto de vista, la acción o el pensamiento de otro.

Al estar condicionados, la vida indiscutiblemente se vuelve fragmentaria. La vida que es el diario vivir, los pensamientos cotidianos, las aspiraciones, el sentido de superación –cosa tan horrible de fea que es- todo eso es fragmentario. Este condicionamiento convierte a cada uno en un ser humano arrogante, que lucha por su exclusivo individualismo: por su familia, por su nación, por su creencia. Y, por lo tanto, surgen las diferencias, uno es cristiano, el otro progresista, el otro musulmán, el otro derechista, el otro es pobre y el otro es rico y el otro hindú. Pueden que se toleren mutuamente, pero en lo fundamental, internamente, es que hay una profunda división y menosprecio, cada uno se siente superior, y todo las consecuencias subsiguientes. Así, este condicionamiento, no sólo nos vuelve arrogantes, sino que además, en esa arrogancia está el proceso de aislamiento, de separación, de división, y esto hace que nos sea imposible cooperar el uno con el otro del todo.

Por lo tanto, debemos preguntarnos a continuación ¿si es posibles ser libres tal como somos, o sea, seres humanos condicionados, amoldados, influenciados por todo tipo y clase de propaganda, por libros, revistas, televisión, radios, diarios, cine, lo cual indiscutiblemente impacta en nuestra mente? ¿es posible ser libres? Es obvio que ese es el único desafío que tenemos, el único y exclusivo problema, porque si no somos libres, no hay amor; pero lo que encontramos a cambio es celos, ansiedad, codicia, envidia, violencia y temor. Al no ser libres no podemos ver claramente y no hay sentido de la belleza, de modo que, eso nos imposibilita tener sentido de lo que realmente es la justicia y la ley.

Esto lo podemos ver como mera argumentación para sostener una teoría de que el hombre debe ser libre, lo que significa que esta teoría se convierte así en una nueva ideología, que de la misma manera que las demás, dividirá a los seres humanos. Pero esto no es una teoría, sino que se trata de si esto es o no la cuestión básica de nuestras vidas, el principal desafío; lo que apunta a que no se trata de sí somos felices o desgraciados, seguros o inseguros porque ello se vuelve secundario -si podemos vivir en armonía con los demás o si nuestras creencias y opiniones son mas importantes que las de los otros- lo que significa que todas esas cuestiones secundarias serán contestadas si ese cuestionamiento medular es comprendido y resuelto completa, total y absolutamente.

Preguntémonos lo siguiente: si no hay libertad ¿podemos ver traslucida y claramente cualquier cosa: el cielo, el sol, la luna, las estrellas, la naturaleza, la sociedad, el mundo, el vivir, la vida? Si lo que vemos lo miramos desde una idea, una creencia, una ideología, un dogma, un argumento, con envidia, con esperanza, con ansiedad, con temor, con culpa o condena, resentimiento u odio, es evidente e indiscutible que no podremos ver.

De forma que ¿desde donde miramos la justicia y la ley para terminar asociándola a la libertad? Si antes de asociar vemos primero la importancia de ser libres y nos preguntamos ¿de que manera uno comprende la importancia de la libertad y como la obtiene de forma natural? Veremos que el someter la mente a cualquier amoldamiento es el impedimento primordial para no ser libres, de forma que solo liberándonos del amoldamiento seremos libres, entonces centraremos nuestra atención en dicho amoldamiento, no para juzgarlo o condenarlo, sino para ver sus raíces y como consecuencia su inutilidad, y las miles de variantes que tiene que son el amoldamiento mismo.

Estamos convencidos que el entendimiento intelectual es una cosa y la acción otra, de manera que intentamos tender un puente entre ambas, pero jamás nos preguntamos ¿si existe realmente la comprensión intelectual? Jamás nos planteamos ¿si ello no es una falsa afirmación que se convierte en un bloqueo mental, en un impedimento para seguir adelante? Si observamos detenidamente esta afirmación veremos que, en nosotros se convirtió en un sistema, que todo el mundo usa: Intelectualmente Comprendo. Pero puede ser falso por completo. En realidad cuando afirmamos esto lo que estamos diciendo en verdad es: cuando tu hablas: oigo, y cuando tu escribes: leo. Y eso es todo, nada más que eso, pero no pasa nada de nada. Esto es como un matrimonio de multimillonarios que escucha o lee la palabra generosidad y ve la belleza, la preciosidad, la perfección y la compasión que esta palabra contiene, pero sigue siendo avara y egoísta. De modo que no afirmemos que comprendemos intelectualmente y “hemos captado lo que se dice” cuando en realidad y simplemente hemos leído u oído muchas palabras, lo que significa que ningún sistema interior o exterior puede hacer libre al hombre.

Un sistema exterior de justicia con múltiples leyes tampoco puede traer ni seguridad ni libertad a nuestra vida, porque ningún sistema –interior o exterior- puede liberar al hombre de su desdicha y temor solamente porque el sistema lo desee o determine. El hecho de que el hombre haya aceptado los sistemas como inevitables, es uno de los mayores impedimentos para la mente humana y, por tanto, para la libertad. Estos sistemas han sido creados por el hombre en su búsqueda de seguridad. La búsqueda de seguridad por medio de sistemas está destruyendo al hombre, cosa evidente cuando uno ve lo que pasa en el mundo exterior; nada esta garantizado. Y lo mismo ocurre internamente; nada esta garantizado. Todo esto está impidiendo que el hombre sea libre. Ahora bien, el ser libre da a la vida un sentido totalmente distinto. Entonces habrá paz en el mundo, y no esta división entre hombre y hombre. Pero para ello hemos de tener la energía para ver, lo que significa observar con todo su corazón y su mente, no observar con palabras, con los ojos llenos de intereses, el corazón henchido de arrogancia, y la mente saturada de miedo. Así no habrá libertad ni interna ni externa aunque sigamos asociando justicia con ley, libertad y seguridad.

Deseamos y queremos seguridad y libertad para lo cual -en todos los lugares del mundo- justificamos la represión y el asesinato como medio para conseguir el fin, supuestamente correcto [¿?]. Antiguamente, el mal era reconocido como mal, el asesinato como asesinato y la represión como represión; pero en estos tiempos, el mal, el asesinato y la represión son medios para lograr un resultado noble.

La represión, sea a una persona o a un grupo de personas, se ve justificado por el represor o el grupo represivo que representa, como medio de lograr un resultado que finalmente será beneficioso para el hombre. Vale decir que estamos dispuestos a sacrificar el presente por el futuro en nombre de la justicia y el cumplimiento de la ley para garantizar la seguridad y la libertad de los demás [¿?] lo cual implica que un mal medio producirá un fin bueno [¿?] y este medio desastroso se lo justifica con la ideación del derecho a la seguridad y libertad que tenemos, lo que significa que explotamos la idea de seguridad y libertad sin ser conscientes que estamos explotando un hecho como la inseguridad a través de un ideal represivo permanente que nos garantice esa libertad y seguridad, si es posible, por la eternidad.

No percibimos, por inconsciencia o ignorancia que la explotación de las ideas es mucho mas perniciosa y peligrosa que la explotación del hombre por el hombre o de las cosa, porque la explotación de las ideas es exageradamente devastadora, perniciosa y destructiva. Pero hemos aprendido el poder de la propaganda y por medio de la explotación de la misma terminamos creyendo que una idea puede ser un medio para transformar al hombre, sea ignorante o delincuente.

No somos libres interiormente y como consecuencia de ello estamos llenos de temor, terror y miedo, por lo tanto, exigimos que un niño delincuente de 10 años pueda ser condenado a cadena perpetua con la finalidad de que nosotros estemos seguros. Eso es lo que hoy esta sucediendo en el mundo. El ser humano no importa. Los sistemas represivos han llegado a ser lo importante, lo que significa que la sociedad fracaso y ve que la única forma de recuperar al ser humano delincuente es la dureza de la condena, la represión, la sanción sin piedad, el escarmiento sin derecho a expiación. De modo que el hombre ya no importa, lo que importa son los sistemas, puesto que el hombre ya no tiene significación alguna, lo que significa que eso nos permite destruir millones de seres humanos mientra eso produzca un resultado y ese resultado se lo justifica por medio de nuestro temor, vale decir, por nuestra falta de libertad interior, que en definitiva es lo único que nos permite ver las cosas tal cual ellas son y no a través del velo de nuestro miedo.

Hemos construido una magnifica estructura de argumentos y teorías para justificar el mal, pero el mal sigue siendo el mal y ello no puede traer el bien. La represión no es un medio para encontrar seguridad ni libertad, como la guerra no es un medio para encontrar la paz. La represión y la guerra puede que produzcan beneficios secundarios pero nunca producirán lo que se espera de ellas. Justificar la represión y la guerra intelectualmente como medios para alcanzar seguridad, libertad y paz, demuestra que cuando el intelecto y el miedo comandan la vida humana, solo acarrean más crisis, conflictos, problemas, desequilibrios e inseguridad.

Creer que justicia y ley son sinónimos de seguridad y libertad, es no saber que en realidad es la práctica viva de la ignorancia y el alimento preferido del miedo, lo cual nos permite poner en acción nuestra maldad. Creer que justicia y ley nos permitirá seguridad y libertad, es como creer que hablando de dinero seremos millonarios.

EL MEDITADOR Y LA MEDITACIÓN

EL MEDITADOR Y LA MEDITACIÓN: ¿Existe algo mas incomodo, desagradable, insípido, insoportable e insufrible, para una mente confusa y conflictiva que el mirarse a si misma tal cual ella es? Indiscutiblemente, no. Ese es el único problema que tiene el ser humano con la meditación, puesto que ella nos revela la calidad, cualidad, estilo, condición, carácter, forma, modo, estructura, molde, esquema, índole, miedo y naturaleza que nuestro pensar contiene y, por lo tanto, lo que nuestra mente es en el ahora. Ver la mente y el contenido de nuestro pensar es lo desagradable de la meditación cuando la realizamos sin los trucos que nos permiten las técnicas, los métodos o los mantras, para escapar de ella tal cual es. Ver la mente sin intermediarios técnicos, es conocerse tal cual uno es y dejar de creer en lo que pensamos que somos o el eterno sueño de lo que creemos ser, además de estar proyectando incansablemente lo que podemos ser.

La meditación no es una entretención para darle algún escape a la mente, la meditación no es una forma de evasión que permita adornar la mente con sentimentalismos espirituales o poemas místicos, la meditación no es una etiqueta que nos permita vendernos imagen a nosotros mismo de lo que fuimos, somos o seremos, la meditación es la verdad de lo que somos ahora, tal cual somos ahora, en este preciso momento.

Meditar es tomar consciencia cabal de las raíces del embrollo, conflicto, parloteo, complicación y confusión de nuestra mente, lo cual se transforma en toda la quinta esencia de no ser libres total y absolutamente, inteligentes e iluminados. La prisión de la mente en su propio pensar: proyectos, ilusiones, deseos, aspiraciones, vanidades, sueños, envidias, arribismos, arrogancias, es lo que aprisiona al ser humano en su propio laberinto obsesivo e ilusorio, que le permite creer ignorantemente que el aparentar exteriormente significa el ser algo interiormente. Mientras este sueño se intenta realizar todo lo que fluye secreta y subterráneamente es el sufrimiento interior, pero se insiste en el asegurar y el aparentar frente a los demás que todo esta bien y somos felices.

Meditar es la acción de la inteligencia que se canso de las mentiras del propio pensamiento y de la sociedad. Meditar, en este caso, es intentar buscar una salida honesta a la deshonestidad generalizada que impone la sociedad y a la cual nos sometemos por conveniencia, hipocresía y el temor de no ser reconocidos, amados o tomados en cuenta. El fin de la meditación es acabar con nuestro propio temor de ser lo que no somos para ser lo que somos y liberarnos de los condicionamientos, moldes y esquemas que nos atan y subyugan a lo que los demás desean, pretenden y quieren de nosotros. Mientras intentamos satisfacer a todo el mundo la desdicha fluye por todo nuestro ser, sin importar el precio de sufrimiento constante que pagamos por ello. Nos motiva mas aparentar que ser. La apariencia, vale decir, el empaque tiene más valor y sentido que el contenido. La ostentación, la reputación, el que dirán, se transforma en la forma, motivación y el sentido por el cual vivir, de manera que perdemos la razón, la sensatez, la coherencia, la cordura y por sobre todo, la inteligencia a cambio del aspecto exterior.

La meditación permite hacerse consciente de la inutilidad, inmadurez e insensatez de esta mentira que hemos adoptado con la finalidad ser aceptado y vanagloriado por los demás. No percibimos que dicha inmadurez nos lleva a estar constantemente intentando adelantarnos a los demás para que nada nos tome por sorpresa, o sea, nos sometemos y esclavizamos al fingimiento y falsedad permanente y con ello nos autorizamos a no ser naturales.

Meditar es liberarse de todo tipo de esclavitud impuesta o adquirida, meditar es animarse a ser tal cual uno es sin esperar beneplácito, conformidad, anuencia, complacencia o aprobación de los demás, de los otros, es no depender de la aceptación, condena o crédito de los demás. Meditar es el intento de dejar de lado el ser mediocre, pusilánime, trivial, mezquino y estupido. Meditar es tomar consciencia que el miedo no nos permite ni nos da otra opción que la de ser mediocres. Comprender la mediocridad en la cual nos hemos envuelto es el principio de la meditación.

El meditador inexorablemente tiene sus urgencias porque para él todo debe tener un resultado como consecuencia de lo que hace y ese resultado debe ser ayer. Creer que sentarse con el propósito de conocerse es equivalente a una inversión bursátil instantánea, es en realidad errar el primer paso y conseguir la consecuente desilusión inmediata. Intentar conocerse es una tarea eterna, comienza pero no termina, puesto que conocerse es conocer la vida y el vivir. Y eso es nuestra vida y nuestro vivir, vale decir, nosotros mismos. El meditador comienza creyendo que la meditación tiene un principio y un inmediato final, y él después de conseguir este final feliz puede descansar en los laureles de la paz, lucidez y felicidad eterna, sin que nada mas le suceda.

Comprender es el principio de la meditación y alcanzar este estado de comprensión (no entendimiento intelectual) es el final de la mente obsesiva, parlanchina, temerosa, de modo que ello es el principio del aprendizaje. El meditador debe acompañar los procesos saltimbanqui del pensar, puesto que no puede aprender sobre lo que ilusiona, quiere o proyecta, sino sobre lo que le sucede de instante en instante. Intentar adelantarse a lo que le sucede es perder tiempo ignorantemente y alimentar la desilusión sobre si mismo.

La meditación no es un negocio intelectual, sentimental ni psicológico. Pretender meditar con la finalidad de conseguir resultados no es meditación, es alimentar la ambición, la codicia, la ilusión y la esperanza, lo cual es la negación de la meditación.

La moda de la meditación dirigida es intentar cambiar la pesadilla que provoca el parloteo y la obsesión mental, por un sueño ilusorio que dura hasta tanto la vida nos golpee nuevamente, y dicho sueño se desvanece frente a la realidad. Cambiar pesadilla por ilusión siempre será agradable pero nunca contendrá una transformación liberadora desde la cual pueda florecer una mente prístina, lucida, inteligente.

Creer que la meditación es dejar la mente en blanco es saber mucho sobre absolutamente nada sobre meditación. Estamos plagados de nada meditativa en donde se cree que una meditación sin técnica o guía premeditada, no es meditación. Perseguir objetivos, metas, fines, culminaciones, sensaciones o propósitos -que supuestamente debe entregar como resultado la meditación- es buscar puntos fijos y estáticos en la mente. Soñar por cuenta propia o a través de una meditación guiada, es como creer que leyendo un mamotreto de exquisitas recetas de cocina, se nos pasara el hambre. Usar cualquier técnica o una meditación guiada para conocernos a nosotros mismos es auto-engaño, porque ello es intentar engañar a la mente con sutiles entretenimientos intelectuales-psicológicos. Solo nos podemos conocer sin intermediarios, ni personales ni psicológicos, vale decir, que únicamente nos podemos conocer directamente: ni maestros, ni guías, ni técnicas, ni cuentos celestiales con finales de ángeles y arcángeles. Esta moda nueva era, es tratar a la meditación como una mercadería de shopping espiritual en oferta para estafar incautos, confiados, seres infantiles e ingenuos… y ello es todo, no meditación.

El inicio de la meditación es para el meditador, tomar consciencia de su conflicto, parloteo, obsesión y confusión mental. A partir de aquí debe acostumbrarse a ver el contenido de su pensar suprimiendo el análisis de lo que sea que vea. La ausencia de costumbre de ver sin analizar crea un nuevo desconcierto puesto que pasa a llamar al descubrimiento de su locura y el consecuente análisis; ver. El habito costumbre de analizar es lo que domina la mente hasta que se hastía y lo abandona por cansancio. Mientras este presente este habito difícilmente se salga del nivel del entendimiento intelectual de cada experiencia que se tenga.

Ver sin juzgar es el arte de la meditación, no juzgar es la meditación, tanto en el acto de meditar como en la practica del diario vivir. Juzgar es el análisis desde las propias limitaciones que impone el patrón de pensamiento que ostentamos y que sin prejuicio alguno creemos que es verdad absoluta… por ello discutimos para defenderlo.

El lucrar con la espiritualidad y la meditación es ausencia de realización, inseguridad, absoluto temor-miedo y nada de fe. El discurso que se tenga para explicar lo espiritual puede ser muy verosímil pero ¡solo el ejemplo revela virtudes sin palabras! de modo que lucrar con aquello que la vida dio de gracia es abusarse de la ignorancia y la desgracia ajena y obviamente ello no contiene nada de espiritual. Asistir a simposios de meditación o a charlas espirituales, a cincuenta dólares la sesión es la creencia de la ignorancia que ni siquiera supone que ello es un negocio redondo exclusivamente para el gurú y su sequito puesto que la propia inversión comercial-espiritual en sabiduría, es ignorancia. Creer que la sabiduría se puede comprar y puede ser alcanzada en los shopping modernos de los garúes hindúes y de los maestros de la Nueva Era, es como creer que el agua alguna vez va a dejar de ser liquida.

Las opciones de engaño que se le presentan al buscador espiritual son tantas y tan variadas que sin información previa es inevitable que no caiga en alguna que se basa en una mezcolanza de temor, esperanza, salvación anticipada, culto a la personalidad del gurú, filosofía sentimental y chantaje de consciencia.

La degradación de la meditación y sus consecuencias con lo espiritual surge a partir de la ausencia de austeridad, la exuberancia, la opulencia y la insaciabilidad por el dinero de los gurúes que dominaron el escenario espiritual en el final del siglo xx. La avaricia la disimularon con sus discursos y la exagerada propaganda y publicidad… ¡pero ninguno murió pobre! Este es el panorama con el cual el buscador espiritual se encuentra y en el cual se confunde puesto que los sistemas impuestos por estos garúes, dividió en clases sociales-espirituales a los buscadores: millonarios y clase media alta por un lado, clase media arribista e intelectual por otro y atorrantes-pobres en el extremo de la exclusión espiritual sin tener gurú que los ampare. Los argumentos y discursos para justificar su miedo, inseguridad, falta de fe y avaricia por el dinero son múltiples, expresados al mudo con la combinación perfecta de filosofía rebelde y diplomacia mística. Pero ninguno fue capaz de vivir desde la entrega total a la vida y a su supuesta fe en lo inconmensurable.

El Hollywood espiritual excluyo a los pobres del jet set de discípulos con garúes multimillonarios que hablaban de cómo liberarse del miedo mientras ellos no dejaban de acumular riquezas para tener cada vez más seguridad. El beneficio de esta situación de exclusión del status quo espiritual es que fueron empujados a la soledad, y en esa situación es evidente que no queda otra cosa que comprender la soledad -porque no se puede escapar de ella- y enfrentar el miedo.

El estar solo permite la posibilidad de sumergirse en el mundo interior del meditador sin intermediarios -que aprueben o desaprueben- y con ello poder descubrir y comprender las causas que mantienen viva la codicia, la inseguridad, el deseo, la arrogancia, los celos, la ilusión, la ambición y el temor, además de poder ver como la mente mantiene y alimenta estas miserias humanas pasajeras. La sobresaturación de sobredosis de meditación termina por despertar el ojo de la sabiduría del meditador con el cual puede percibir con perfecta claridad todo el campo de la vida.

Es menester que el meditador entienda como premisa ineludible que al cerrar sus ojos se encuentra completamente solo y con todo el contenido de su pensar y, por lo tanto, con su mundo interior, de manera que debe evitar el sin sentido de culpar a la meditación, o a la vida, o al vecino, o a la sociedad, o al papá, o a Dios, del contenido de su pensar, que como es obvio odiara, rechazara, fastidiara y encontrara que no es su reiterativo mecanismo de pensar el cual es el responsable de sus estados de animo, si no lo que esta haciendo, o sea, lo molesto y odioso es la meditación, no su mente y su contenido. No entender esta premisa de entrada lo llevara a perder mucho tiempo hasta que se haga consciente que lo que no soporta no son los lugares, personas o actividades, sino su propia chatura mental reiterativa, imitativa y rutinaria.

Cerrar los ojos permite visualizar el contenido de nuestro pensar, y la insistencia sin cesar ni desmayo alguno en meditar, lleva finalmente al despertar de la comprensión lo cual revela definitivamente la limitación del intelecto para captar la realidad y para dar una respuesta final. La Realidad, la Vida, son inextinguibles y ello es la razón por la que rehúsan exponerse ante el intelecto porque jamás pueden agotarse, mientras que el intelecto se agota en su propio contenido.

El despertar de la comprensión permite al meditador ver y vivir el hecho de la imposibilidad y el impedimento que tiene el intelecto para penetrar los misterios insondables de la vida, de forma que el meditador de aquí en más debe tener mucho cuidado para no reemplazar las falencias e incapacidades del intelecto por la imaginación, la cual puede tomar cualquiera de estas variantes encandiladas: imaginación alucinada, seducida, fascinada, adoctrinada, cegada, dogmática o disparatada. Ante este dilema mental el meditador debe recurrir a alguna pregunta pertinente que lo mantenga en la sensatez de su mundo interior, por ejemplo: ¿Dónde esta mi esencia ahora? Esto se hace pertinente porque mientras el meditador carezca del ojo de la sabiduría, solo se imaginara cual es el estado de la mente ideal que se debe alcanzar. Ello, indiscutiblemente es especulación, y dicha especulación se transforma en peligrosa porque el meditado empeñara su energía, esfuerzo y pasión en el intento de alcanzar lo que supuso.

El no saber que luchar internamente por alcanzar una suposición es desgaste de energía y tiempo, lo que además lleva impreso un absoluto sin sentido, arrastra como consecuencia el hastío, agotamiento, cansancio, postración y la consecuente frustración al no obtener resultados; terminando por derrotar al meditador en su afán de lograr y conquistar lo que busca. Si el meditador busca lo que supone, irrevocablemente el fin de su búsqueda tendrá consecuencias fatales para sus expectativas, lo cual lo empujara al abismo de la autoindulgencia, autocompasión, autocondena y a la agradable y siempre complaciente victimización caracterizada por la frase del millón: “Yo no estoy capacitado para esto”.

La auto-incapacidad evidentemente que dizcapacita a quien la proclama, porque la propia decisión de que uno no puede, automática y mecánicamente establece el límite que uno mismo se impuso y desde esa posición no hay salida posible para el dilema que se intenta resolver… sea cual sea el dilema.

Este es uno de los mas frecuentes problemas con los que se encuentra el meditador -el derrotismo auto-impuesto- y ello nace del afán de resolver todo… ayer. La impaciencia y la ansiedad, por llegar y conquistar la meta propuesta, crea el plazo y el tiempo en que ello debe ser concretado. Plazo y tiempo es pensamiento, y mientras el pensar este preocupado en llegar y no en comprender, todo el enjambre que armo, difícilmente encuentre salida al laberinto ficticio que él armo… justamente por que es ficticio… vale decir… no existe, e indiscutiblemente no se puede encontrar solución y, por lo tanto, salir de algo que no existe.

En esta situación la salida mas practica -para que el meditador no siga profundizando en nada- es plantearse la seria y honesta pregunta: ¿Se o no se nada sobre lo que me estoy planteando? La pregunta permitirá frenar todo tipo de especulación. Pero ello sucederá si a partir de aquí no comenzamos de nuevo dándole autoridad y alimento al intelecto para que responda dicha pregunta, pues de ser así nos encontraremos nuevamente en lo mismo con un tema diferente.

La meditación y el meditador no son dos cosas diferentes, distintas, desiguales, incompatibles o separadas. El meditador es la meditación, la meditación es el meditador. No hay meditación independiente del meditador a excepción de que el meditador se deje engañar por alguna técnica o por una meditación dirigida que le permita el auto-engaño, lo cual no es meditación, es entretención, evasión y escapismo de uno mismo. La meditación no tiene sentido si no esta relacionada directamente con nosotros mismos, con lo que somos, porque de no ser así ¿Qué utilidad tendría? Seria simplemente un nuevo juguetito con el slogan de algo serio e interesante.

La meditación es sí, manifiesta y resalta algunos inconvenientes para el meditador de los cuales él no puede liberarse fácilmente, que son a saber:

1°) La revelación de un mundo habitual pero desconocido para él, vale decir, un mundo mental lleno de especulaciones que no cesa de parlotear

2°) La consciencia de que su mente es conflicto y confusión.

3°) La consecuente desesperación para salir de ese mundo que siempre lo acompaño pero del cual nunca fue consciente y de todo lo que le generaba.

4°) La especulación mental que empieza a inventar posibles soluciones con la finalidad que el pensamiento encuentre una salida lo mas rápido posible.

5°) La irrelevancia e incompetencia del intelecto para dar las respuestas y soluciones finales.

6°) El descubrimiento de una mente obsecuente, alienada, reiterativa, rutinaria con ausencia de creación e inteligencia.

7°) La inutilidad de todo lo conocido para transformar esa mente perturbada, analítica, violenta, egoísta, vanidosa, ambiciosa, arrogante, celosa y temerosa.

8°) La toma de consciencia del exilio que tienen la visión, la observación y la atención libres del cualquier tipo de pensamiento en el diario vivir.

9°) El descubrimiento que la paz y la felicidad no tienen relación alguna con el dinero, la posición social, la fama, el éxito o el reconocimiento, sino con una mente en donde han emigrado los conflictos y confusiones.

9°) El develamiento del contenido de una mente culpable, condenatoria, juzgadora, que es incapaz de ver los hechos sin convertirlos en ideas.

10°) LA MEDITACIÓN EVIDENCIA PARA AL MEDITADOR CÓMO ES ÉL, LO CUAL, DADA SU FORMACIÓN, NO NECESARIAMENTE LE AGRADA, POR LO QUE BUSCARÁ EVITAR LO QUE VE, PERO CON ESTO SE GENERARÁ CONFUSIÓN O CONFLICTO, YA QUE SUS DEBILIDADES Y HÁBITOS SE ENCARGARÁN DE HACERLO TROPEZAR CUANDO SE HA PROPUESTO NO HACERLO Y LE EXIGIRÁN REALIZAR UN ESFUERZO PARA NO CAER, CON LO CUAL SE TORNA DIFÍCIL NO INCURRIR REITERADAMENTE EN JUICIOS

11°) El buscar satisfacer el deseo irrefrenable de no pensar

12°)Y este enjambre hace al meditador tomar consciencia del valor de la inocencia y de la ultra necesidad que necesita la mente del silencio.

El silencio al meditador es como la sal al océano. Ahora bien ¿Qué hacer en la meditación mientras no exista en la mente el silencio? Observar el pensar, tornarse consciente de toda la producción del pensar sin juicio, condena o análisis alguno… solo ver, mirar, estar alerta y observar el pensamiento. Las revelaciones que brinda la meditación tienen contenidos agradables y desagradables. Frente a este tipo de sucesos tampoco se debe opinar ni formar juicio alguno porque ello será una forma inconsciente de alimentar el miedo y la ignorancia, ya que solo se intenta llegar a una conclusión cuando se busca seguridad.

La revelación del miedo, que guarda y esconde el meditador, -lo cual la meditación se lo transparenta y le da consciencia del mismo- debe ser mirado de la misma manera; sin juicio, análisis u opinión. Cualquier argucia, truco, como el buscar distracción mediante las producciones intelectuales o evasiones sin la menor reflexión posible, es permitir la continuidad del miedo y una forma sutil de seguir escondiéndolo, lo que además alimenta inconscientemente la ignorancia. Al miedo se le debe enfrentar, y enfrentar el miedo es quedarse con él sin evasión alguna.

La consciencia del miedo que revela la meditación al meditador es, por sobre toda las cosas, el mayor de los mayores embarazos, obstáculos, e impedimentos para seguir adelante. El meditador descubre que el miedo es quien ha regido y rige toda su vida, por lo tanto, sospecha que el parto será con mucho pero mucho dolor… y sin asistencia, por lo cual, ante tal panorama, se asienta la sensación de tener más miedo que antes, o sea, el meditador ante esta situación tiene la impresión de que… ¡estaba mejor cuando estaba peor!.

El meditador, durante mucho tiempo, intenta ser algo distinto de la meditación, además de creer que existe una distancia entre él y la meditación, distancia que considera puede aprovechar para mirar los sucesos de la meditación como algo separado de él. Esta ilusión (ya que nadie puede ser distinto de lo que hace, piensa o siente) le facilita el seguir con sus entretenciones y antiguas diversiones irreflexivas e infantiles. Dicha distancia inexistente también la hace extensiva a la observación de su mente en el diario vivir, considerando que para observarse debe separarse de lo que observa. Dicha acción mental lo induce inevitablemente al análisis, lo cual no le permite percibir el autoengaño que fomenta la supuesta posibilidad de separarse de lo observado, de modo que se encuentra en el mismo punto pero creyendo que ha avanzado con respecto a su estado anterior a la decisión de meditar y ver el funcionamiento y los contenidos de su pensar.

Los diferentes autoengaños, con los que se encontrara el meditador, son ofrecidos por las diferentes religiones y organizaciones espirituales, las cuales preconizan alguna forma de plegaria, mantras, métodos de contemplación, etc., que suponen permite entrar en comunión con una realidad superior, y para ello definen a esa realidad con diferentes nombres: Dios, Atman, Absoluto, etc., pero ¿ello lleva realmente al meditador a una Realidad Trascendental?

Lo que el meditador debe comprender es que toda repetición de formulas sagradas [¿?] calma la agitación de la mente y la adormece. La plegaria, el mantra, la técnica, el método, son calmantes que permiten vivir en el interior de un recinto mental, el cual priva el exceso de actividad del pensamiento, pero sin experimentar la necesidad de destrozarlo, de destruirlo. El mecanismo de cualquier formula sagrada (como todo mecanismo) produce resultados mecánicos. No existe plegaria, mantra, técnica o método alguno que pueda traspasar la ignorancia de uno mismo. Toda formula dirigida a aquello que es ilimitado, presupone indiscutiblemente, que un espíritu limitado sabe donde y cómo alcanzar lo ilimitado, lo que significa que él tiene ideas, conceptos, teorías, creencias sobre todo eso y que se halla esclavizado en todo un sistema de explicaciones, vale decir, en una prisión mental. De manera que lejos de liberar las formulas sagradas, aprisionan.

Si el meditador, desde el mismo principio de su búsqueda, no comprende que la libertad es la esencia misma de la religión, el verdadero sentido de las palabras religión y espiritualidad, esta libertad esencial es negada; y esa negación es practicada incansablemente por todas las organizaciones religiosas y espirituales, a pesar de lo que digan. El conocimiento de uno mismo, lejos de ser un estado de oración, mantra, técnica, dogma método, teoría teológica, doctrina filosófica, es la puerta de la meditación. Por lo tanto, no es ni acumulación de conocimiento sobre psicología, filosofía, teología, y mucho menos un estado de sumisión llamada de espiritual o religiosa, en donde se espera la aprobación del superior: sacerdote, instructor o maestro.

Esto es lo que derriba las disciplinas impuestas por la sociedad, los partidos políticos, la iglesia o cualquier organización espiritual. Es un estado de atención total y no una concentración sobre algo en particular. Al estar la mente sin movimiento del pensar, silenciosa, observa el mundo exterior y ya no proyecta ninguna imaginación ni ninguna ilusión. Para observar el movimiento de la vida, la mente debe ser tan rápida como la vida misma, estar activa y sin dirección. Solamente entonces lo inconmensurable, lo desconocido, lo atemporal, lo infinito, puede surgir. Eso es verdadera religión-espiritualidad.

El meditador debe comprender que ese despertar no es cuestión de tiempo, o sea, de proceso gradual alguno, puesto que es una explosión revolucionaria que surge en el mismísimo origen de todas las cosas e impide la cristalización y solidificación -por los recuerdos, experiencias, vale decir, los residuos del pasado- de una estructura mental condicionada. Esa lucidez aborda cada problema a medida que se presenta y, de ese modo, la importancia del problema se vuelve secundaria. Si no surge, y pervive, esa explosión de lucidez, que es energía sin causa, y que no es ni individual ni colectiva, el meditador y el mundo no conocerán la libertad, la paz ni la felicidad.

Por ello, ocuparse de las problemáticas del mundo y participar en su solución sin que se tenga consciencia de las confusiones y conflictos propios, (además de no haberlos trascendido, lo que significa ausencia de claridad en el pensar) es la representación viva de la ignorancia, puesto que se cree tener la solución para el mundo cuando no se sabe solucionar la desdicha, la insatisfacción, ni el miedo propio.

El meditador debe introducirse en la meditación para descubrir y examinar cual es la cuestión esencial en la vida. ¿Cuál es la cuestión esencial de la vida? Religioso, espiritualista, devoto, meditador, ser humano común, ¿Podéis responder esa pregunta?