29 may 2009

CARTA A UN AMIGO

CARTA A UN AMIGO

Mucho ha sido el esfuerzo, energía y tiempo gastado, durante un largo periodo, por el afán de encontrarle sentido a vuestra existencia. Quizás el problema radique en el lugar, la forma y la dirección que elegisteis para buscar dicho sentido.

Recorristeis seminarios, cursos, charlas, simposios, realizasteis técnicas, métodos, leísteis y escuchasteis a otros, con la finalidad de encontrar el propósito de tu destino. Pero nada de eso aconteció. ¿Quizás tu ambición de logro fue el principal problema para que encuentres? ¿Quizás la esperanza de que otro te pueda revelar el sentido de tu propia vida fue tu equivocación? ¿Quizás todavía (a pesar del tiempo) no comprendas que tu mente obsesiva, charlatana y adhesiva, fue, es y será, tu único problema a resolver para encontrar la Verdad de la Existencia?

Hicisteis cursos, viajes y retiros, y todo termino con el martirio de tu pensar, el cual se desespera porque después de cada curso te encuentras con las manos y el alma vacía. Vuelves a realizar cursos, viajes, simposios, charlas, además de todo lo que encuentras en tu peregrinaje, pero nuevamente te encuentras con la mochila vacía y, en el mismo lugar, con la idéntica desazón.

¿Cuál fue la imposibilidad o la anestesia que no te permitió ni te permite VER que el problema para “llegar” eres tu, o sea, tu mente, tu pensar, tus urgencias, tus ansías, tu desespero, tus ilusiones, lo que en definitiva es: tu intelecto?

Estimado Amigo: el problema que presenta el intelecto para la realización es que “no nos da la cosa en si, no nos da la cosa misma que buscamos” sino sus representaciones, imágenes, explicaciones y referencias, vale decir, “siempre nos aleja de nosotros mismos”, lo cual nos lleva a perdernos en la selva de la especulación, suposición e imaginaciones interminables, sin brindarnos ni paz interior, ni descanso mental ni realización alguna.

Tu confianza y fe en el intelecto es quien te ha llevado a realizar tantos cursos sobre cosas exteriores a ti mismo. Tu ausencia de confianza en ti mismo es quien te ha llevado a desoír las enseñanzas que te llevan directo a tu esencia, a la verdad, a tu naturaleza original, o sea, a ser como los niños.

En nuestro diario vivir es verdad que no podemos actuar sin lógica, razón ni filosofía, porque ello es también expresión de la vida; ignorarlo no dista mucho de la locura, pero debemos tener en claro que existe otro plano de vida en el que solo entran aquellos que se inyectaron una sobre dosis de saturación espiritual, lo cual despertó la percepción-intuición en ellos y con la llave intuitiva lograron que se les abra la puerta que tanto tocaron.

Cuando se busca la Verdad o la Sabiduría en las palabras, estamos intentando golpear la luna con un palo, estamos rascando la picazón sobre el zapato, es como pretender que un mudo que tuvo un sueño te lo haga vivir. Toda la enseñanza espiritual y lo mas esencial de ella consiste en captar y comprender la Mente. Si bien hay tantas puertas de entrada que conducen a ella, la central carece de puerta, de modo que el intelecto no puede diseñar el camino para llegar.

Querido Amigo: todo el arte de la Vida consiste en comprender como la mente nos miente y cuando hemos advertido, entendido y vislumbrado esto, encontramos la verdad en nuestro corazón. De manera que no desmayes en buscar en ti mismo dicha Verdad, teniendo en claro que es la locura de tu mente parlanchina quien no deja que ella viva en ti diariamente, por lo tanto, la infatigable tarea debe consistir en comprender-ver, entender-observar, dicha mente confusa hasta tanto le encuentres la vuelta al auto-engaño, puesto que la Visión de la Mente mirando a la mente es quien tiene la llave que abre tu Reino Celestial Interior.

Amado Amigo: tu decisión de abandonar la búsqueda refleja lo caprichoso que te vuelves cuando no consigues lo que te propusisteis, lo que refleja tu infantilismo de creer que la vida, porque tú la persigues, se tiene que revelar ante ti cuando tu lo demandas, puesto que si no es así, tu la abandonas… como si ella se fuera a perjudicar con tu decisión. Obviamente que esto es demasiada arrogancia. En definitiva lo que significa todo esto es como tu mente te miente y tu lo aceptas como la mejor de las verdades, puesto que nadie puede dejar de vivir mientras este vivo, de modo que nadie deja de buscar aunque sea lo mas insignificante, lo que significa que no debes sentirte frustrado porque la vida no cedió esta vez a tus caprichos, eres tu quien debe derrotar a la vida porque la vida ya nos derroto; no olvides que ella posee la carta de la muerte y con la muerte toda nuestra vanidad, arrogancia, indiferencia y caprichos se terminan, de modo que es uno quien debe trascenderla. No es el tsunami quien debe evitarnos, somos nosotros quienes debemos evitar el tsunami, porque el tsunami jamás será el perjudicado si no nos corremos de su trayecto, de la misma manera que la vida jamás será la perjudicada si no la enfrentamos para comprenderla tal cual es. Del tsunami podemos escapar y es lo correcto, pero ¿Cómo hacemos para escapar de la vida? Puedes inventarte consuelos, como grandes o pequeñas nobles causas, para intentar evadir el mundo de inconformismo que has creado con el consecuente sabor amargo de la insatisfacción y la derrota, lo cual correrá subterránea y calladamente en el interior de tu corazón.

Para subsanar esta mentira solo debes empezar por aquello que nunca tratasteis seriamente: tu mundo interior, o sea, por la cuna del infierno interior; tu mente, lo cual no puede ser revelado por organización, escuela, curso, profesor, instructor, guía o maestro alguno sino por tu propio esfuerzo y tesón, suprimiendo en esta búsqueda los desmayos. Esto lo debes realizar sin afán de “alcanzar algo” para cortar así cualquier intento secreto de ambición espiritual, de modo que solo lo tienes que realizar para comprenderte por la comprensión misma, no para llegar a algo.

El dolor secreto, la angustia clandestina, la insatisfacción oculta, la desdicha subterránea, no la puedes esconder ni siquiera con tu rebeldía, puesto que la llevas contigo, lo cual mella y carcome día a día tu gracia, tu dicha, tu sonrisa y tu chispa interior, lo que te arrastra en cada minuto de tu vivir a la irascibilidad, al enojo, a la cólera, a la irritación, terminando por invadir y contaminar a los que te rodean, con la consecuente atmósfera de discordia y terminando por zozobrar a todos. Cualquier cosa, cualquier opinión, cualquier hecho sirve como estopín para que explotes, y ello te permite la ceguera que no te deja ver que tu enojo nace de la frustración que arrastras clandestina e íntimamente porque la vida no satisfizo -en el momento, la hora y el minuto que tu lo decidisteis- la realización interior que te propusisteis alcanzar. Pero la responsabilidad final de todo ello es solo tuya porque decidiste buscar dicho propósito en todos lados menos en ti mismo, en tu naturaleza, en tu mente, en tu pensar.

Buscar en uno mismo no es un asunto de tiempo limitado cual vulgar carrera universitaria que en siete años recibes diploma, reconocimiento, titulo, honores y aplausos; buscar dentro tuyo involucra toda la eternidad no siendo reconocido ni titulado por nadie. ¿Por qué esto es diferente? Porque la vida es dinámica, se encuentra en constante movimiento, o sea, esta viva, lo que significa que no existen materias prederminadas, fijas, extáticas, que se puedan aprender de memoria para rendirlas a fin de año y ser aprobado, de modo que no existe la menor posibilidad de aprender sobre la vida anticipadamente por curso o charla alguna. Vale decir que, comprender la Vida significa comprender tu vida, porque es innegable que La Vida para tener algún sentido debe estar ligada a la nuestra, a nuestro vivir, porque de no ser así ¿qué utilidad y sentido tendría para cada uno de nosotros? Ninguno ¿verdad?. Pero querido Amigo, como siempre de ti depende: seguir hundiéndote en el pozo de tu suicidio secreto voluntario y agarrándote (cada vez menos) de inferiores y nobles causas, y de evasiones superfluas con la menor reflexión posible, o en su defecto, decirte a empezar a salir.

Veo que todo lo que estas haciendo querido amigo se relaciona directamente con estar muriéndose en la peor de las miserias mientra debajo de la cama están guardados 10 millones de euros en oro, o sea, tienes tu vida y tu vivir con todo lo que te rodea pero haz decidió no hacer el esfuerzo total para comprenderla mientras la estas viviendo, de manera que, a pesar de tu tesoro interior, haz decidido cargar el saco de lastre tu mismo en vez de desecharlo por completo.

El único motivo de esta carta es, porque tu subterránea y encubierta frustración a causa del abandono de tu autorrealización espiritual, no hay forma que no me rose y lastime, de la misma manera que debe lastimar a los que te rodean y por sobre toda las cosas (aunque la intentes esconder detrás de tu rebeldía) como te hiere y socava personalmente, haciéndote irascible, colérico e irritable ante el menor suceso, lo que va cavando, lenta pero inexorablemente, el disfrute de la vida y de tu vivir, a pesar de que la vida te dio todo lo necesario ¿Qué te falta ecepto tu propia dicha?

Amado Amigo: no es mi intención ofenderte ni mucho menos destruirte, solo intento no ser parte ni cómplice de tu suicidio en vida, lo cual inevitablemente hará que me tenga que encontrar con un zombi en vida en algún momento… puesto que creerás que estas vivo, pero solo estas viviendo gracias al animismo de tus pequeños e insignificantes objetivos mundanos.

LA PARADOJA DE LA BUSQUEDA

DISCURSO SOBRE LA PARADOJA

DE LA BÚSQUEDA

 

Cuando la arrogancia

se estable;

te oscureces.

Cuando la arrogancia

se desvanece,

la bienaventuranza

de la luz propia

aparece.

       

        La búsqueda espiritual, que iniciamos en nuestro paso por este mundo, no es mas que la salida que intenta encontrar el desespero producido por la desdicha que causa la insatisfacción de no encontrarle solución y sentido al vivir y a la vida, a pesar de haber probado todas los medicamentos, recetas y medicinas del mercado: pareja, casa, matrimonio, estudios, títulos, hijos, amigos y la cuota necesaria de lectura y charlas, además de una considerable sobre dosis de diversión, distracción, sueños, proyectos, ilusiones, deseos e imaginaciones múltiples.

        Vemos nuestro mundo interior y lo encontramos abarrotado de soberbia, ambición, violencia y temor. Es, este cuarteto de puercos miserables, quienes deciden (una vez informados que existe algo llamado espiritualidad) buscar la verdad, la iluminación, la paz, la felicidad y a Dios. Vale decir que la ambición y sus familiares cambian el objetivo a conquistar y obviamente la arrogancia no puede pretender menos que Dios. Debemos tener en claro que no se puede buscar independientemente del contenido de nuestro mundo interior, y es obvio que no es la humildad la que desea ni ambiciona logro alguno.

        Apenas comenzada la búsqueda y frente a la ausencia de beneficios inmediatos la arrogancia, la soberbia, la violencia y el exitismo demandan, reclaman y exigen que, sea quien sea; Dios, Mesías, santos, espíritus o maestros encarnados y desencarnados, se presenten a rendirles cuenta sobre el porque, después de tanto esfuerzo y sacrificio, la ausencia de frutos de su búsqueda y, por lo tanto, le aclaren directamente la razón, la verdad, el sentido, la intención y el propósito tanto del vivir como de la vida.

        Es incontrovertible y manifiesto que la soberbia, la arrogancia, el exitismo y la codicia no pequen de ignorantes, y que dicho oscurantismo no les permita ver que la familia completa que ellas componen, sean el problema y la barrera para descubrir, llegar, conquistar, obtener o que le regalen el logro final que reclaman, y que fehacientemente ellas confundieron, conflictuaron, oscurecieron y embrollaron.

        Las miserias humanas son fuente y usina generadora del sufrimiento humano, de modo que desde el comienzo de la búsqueda hasta su culminación en la ILUMINACIÓN, dichas miserias acompañaran al buscador, puesto que somos lo que somos, vale decir, somos nuestro contenido interior con todo lo que ello involucra, de manera que el problema se subsita desde el comienzo mismo de la búsqueda puesto que al ser ambiciosos, codiciosos, arrogantes, orgullosos, temerosos y violentos, la búsqueda se transforma en absoluta confusión por la calidad y cualidad de quien la conduce: las miserias humanas. De suerte que el desamparado, infortunado y hambriento buscador espiritual, no tiene ni encuentra forma para desembarazarse de dicha tribu de chanchas ignorantes que lo están llevando al cada ves mas desesperante chiquero de la confusión, el conflicto, la desdicha, la desilusión y la ignorancia; y ello durara hasta tanto el indagador no averigüe y comprenda por el mismo, que esta manada de puercos miserables son todo el impedimento para encontrar lo que busca y, como consecuencia, el conflicto reinante continuara hasta que los abandone definitiva, categórica, decisiva, irreversible, irrevocable, y concluyentemente.

        Este abandono se puede producir, en el rastreador de la verdad, de dos maneras: por comprensión o por dolor y hastío.

        Creer que la manera correcta y que se puede comenzar a buscar sin ambición y sin codiciar, es malabarismo de palabras que surgen de intelectualidad y filosofía barata. Comprender esto es sabiduría; abandonar y trascender dicha ambición es Iluminación. Nadie comienza indagando sobre si mismo, sobre la verdad, sin sus miserias humanas y nadie es impulsado por otro agente interno que no sea la ambición, la confusión y la arrogancia.

        La ambición y la arrogancia están imposibilitadas para encontrar porque sus atributos particulares son poseer, ostentar, capturar, atrapar, saquear, aprisionar, para luego arrogarse para sí los logros, y en esta situación particular no hay logro que pueda ser atrapado, capturado o poseído, porque todo lo buscado pertenece al reino de lo intangible e inconmensurable, de forma que por razones de condiciones particulares no podrán (ninguna de las dos comadres) apoderarse o encarcelar la Auto-Naturaleza, la Mente Original, el Reino de los Cielos Interior, la Sabiduría, porque todo ello es inatrapable por el intelecto. Lo que es equivalente a decir que; para encontrar es necesario e imprescindible renunciar a “la ambición de lograr”; NO renunciar a la búsqueda.

  

        Al no tener la capacidad, ni la arrogancia ni la ambición, para encontrar, en el ser humano se produce la desesperación que aumenta en la medida que el tiempo transcurre y nada se encuentra, se soluciona o se esclarece. Mientras todo esto sucede interiormente, exteriormente se refuerzan las actividades intelectuales y espirituales como forma de presionar y ensayar formulas para acortar el tiempo que falta para el logro final. Pero a pesar de todo el esfuerzo, ganas y deseos, nada acontece, lo cual presiona y desespera al desespero. Mientras tanto, la ambición como la arrogancia, empiezan a ingresan en el camino de la desilusión y piden refuerzos a su tía la violencia para que realice motines soberbios y grandilocuentes con la finalidad de que nadie sospeche que van camino a la mas escandalosa derrota por primera vez en su vida.

        En medio de este torbellino de decepciones y desengaños se encuentra el intelecto intentando darle solución o consuelo a todos sus engendros de miserias humanas, que se encuentran desencantados, despechados, desalentados y, por sobre todo, desesperanzados, para que no se revelen por causa de no haber encontrado el fin deseado para estar en paz y satisfechos con el nuevo logro esperanzador que suponen los liberara del eterno conflicto interno.

        Mientras tanto la angustia, el desconsuelo, el sufrimiento y la desdicha se incrementan, aumentando así la oscuridad para encontrar una salida intelectual a este laberinto que significa el dilema de la existencia y su relación con ella, de modo que, en su interior el ser humano buscador lo único que vive, siente y ve que aumenta, es el conflicto, la confusión, el desorden, la anarquía, el caos y el desconcierto, con la consecuente amargura y la insoportable impotencia.

        A estas alturas hablar es blasfemia y quedarse en silencio es engaño, puesto que, el agotado caminante buscador no percibe que mientras los guías de su búsqueda sean la arrogancia, la soberbia, la ambición, el orgullo, la envidia, los celos, los deseos, las ilusiones, vale decir, que mientras los guías que lo conducen en su búsqueda por el sendero espiritual sean la familia completa de las miserias humanas, no tiene posibilidad de encontrar un elefante y una jirafa juntos, en su plato de sopa, y obviamente, mucho menos a él mismo (que es lo que sucede) debido a que estos guías no tienen más capacidad ni sabiduría superior al “GRUÑIDO” de un cerdo, de suerte, y de manera inequívoca, la única meta posible de ese camino señalado no puede ser otra que: “el chiquero”. Por  lo tanto, hablar en ese estado y condiciones es blasfemar, y en silencio es imposible que se quede, puesto que se esta revolcando en su propio lodo, lo cual transforma a ese silencio en engaño, porque en realidad lo único que hace infatigablemente es gruñir como sus guías. [Es indiscutible que cada una de las miserias humanas no es superior a un puerco].

        A estas alturas de la búsqueda, la mente es meramente y nada más que eso; un chiquero, en donde cada cerdo se lleva por delante al otro, terminando por revolcarse en el fango de las conclusiones desperadas y desesperanzadoras de un intelecto incapaz de poner orden es sus progenitores a través de una solución final posible, lo cual llevaría paz al chiquero.

        El chiquerismo (costumbre del puerco de revolcarse en su propio fango) se convierte en la actividad excluyente del chiquero en el que fue convertida la mente por las miserias humanas que se postularon como guías elocuentes y sabias, dando como resultado final el gruñido generalizado que termina componiendo la sinfonía inconclusa-confusa del fracaso de la ambición, la arrogancia y la violencia como conductores de la búsqueda de aquello que desconocen e ignoran.

        La mente se encuentra desesperada por llegar… donde sea… y en este estado es que: o comprende que debe “abandonar y renunciar al espíritu de logro y conquista”, propuesto por las miserias humanas, por voluntad propia; o el dolor, cansancio y hastío, de una búsqueda infructuosa, hará que abandone, se rinda y se entregue, a la locura por la locura misma, y de esa forma abandone y renuncie, por dolor y padecimiento, la ambición de lograr.

        Debemos renunciar al punto de vista que cree y ambiciona conquistar, conseguir y triunfar, para luego arrogarse para si dicho logro, no a la búsqueda. Después de la renuncia por comprensión o el abandono por dolor, de este punto de vista falso, el ser humano queda en una actitud de inmentalidad inconsciente, donde solo es consciente de la desdicha y el miedo absoluto que lo invade, pero no espera nada, de nada, de nada. En ese estado es cuando acontece el florecimiento y brote de la luz propia y todo el universo se ilumina para, exactamente, esa misma mente que un minuto atrás deseaba la desaparición total de ella y de la existencia.

        El resultado final es que el chiquero se ha convertido en el más bello de los jardines existentes, donde las margaritas florecen y exhalan su perfume sin temor a ser comida por los puercos, y donde un humilde jardinero, sin mayores pretensiones, excepto el de regar y cuidad las plantas, las cuida y riega, disfrutando y riéndose de su nuevo descubrimiento; ese jardín siempre estuvo ahí, solo el intelecto lo había convertido en habitad para los cerdos.

        Debe ser maravilloso salir a buscar como un vulgar, cochino y sucio cerdo; arrogante, ambicioso, soberbio, orgulloso, codicioso y violento, y regresar al hogar como un anónimo y humilde jardinero que le brota la dicha y el deleite absoluto, y que en regar sus plantitas y oler su perfume encuentra el agradecimiento por el regalo que le a dado la existencia de simplemente estar vivo. Debe ser maravillo ¿verdad?

¿Por qué no probamos por nosotros mismos si es así o no?

LA CONTEMPLACIÓN INTERIOR

LA CONTEMPLACIÓN INTERIOR

Todo el arte de la mixta-realización consiste en descubrir y comprender, como adultera tu mente y desnaturaliza intelectualmente los hechos, creando el conflicto, la confusión y la consecuente ignorancia. Entender y comprender este vicio intelectual es lo que te conduce hacia la Verdad que anida en tu corazón.

Vuestro corazón no piensa, él solo siente, y ello hace que sea la Sabiduría quien ponga sus manos sobre el Reino de los Cielos, sobre el Vacío, sobre la Esencia, sobre la Naturaleza Original, puesto que el Reino de los Cielos esta más allá del reino de la relatividad. Su captación por parte de la sabiduría no es una captación en el sentido intelectual ordinario de cómo entendemos las cosas, porque todo nuestro conocimiento relativo se relaciona con las dualidades, las contradicciones, las ambivalencias, las divisiones, las comparaciones, mientras que dicha captación es perceptiva y, por lo tanto, tal Visión es directa, unidireccional y holística.

Una vez alcanzado esto el Reino de los Cielos cae constantemente dentro de nosotros, siempre se encuentra a nuestro alcance, o sea, esta siempre con nosotros y en nosotros, y ello hace que condicione todo nuestro conocimiento, todos nuestros actos. Pero cuando intentamos agarrarlo, poseerlo, adueñarnos de él, nos elude, frustra todo nuestro esfuerzo, y se desvanece como vapor.
De manera que se trata que el Reino de los Cielos medite en ti, no que tu medites sobre el Reino de los Cielos, puesto que Reino de los Cielos significa carecer-de-mente en cualquier situación, hecho o circunstancia, vale decir, no ser limitado por situación alguna. Enfrentar todas las circunstancias objetivas posibles y a pesar de todo estar enteramente libres de cualquier forma de agitación, esto es vivir el Reino de los Cielos. Pero ser consciente de la consciencia es una forma falsa de vivenciar el Reino de los Cielos.

VER el Reino de los Cielos no significa forma alguna de auto-consciencia, ni consiste en hundirse en un estado de éxtasis, indiferencia, conformismo, o apatía, donde se eliminan todos los vestigios de consciencia ordinaria. VER el reino de los Cielos es estar consciente y, con todo estar inconsciente del reino de los Cielos.

Ver dentro del reino de los Cielos es entender y comprender la auto-naturaleza, entender la auto-Naturaleza es no aferrarse a nada, no aferrarse a nada es la meditación dentro del Vientre del Reino de los Cielos, porque la Sabiduría y la Meditación se convierten en idénticos en el Reino de los Cielos, puesto que cuando la conquista del Reino de los Cielos se ha hecho realidad, esto no es conquista alguna, y el Reino de los Cielos sigue siendo todo el tiempo la Sabiduría-meditación serena, inmutable e imperturbable, de forma que la conquista del Reino de los Cielos nunca ha de confundirse con un logro, ni con la realización como resultado de tal afán, puesto que, así como no hay realización en el despertar de la sabiduría, tampoco hay realización en el Reino de los Cielos. Esto permite la libertad absoluta ya que como no hay logro alguno, no hay apego, lo que significa vivir en el Reino de los Cielos sin estar apegado a él.

El cielo es el vacío absoluto donde mora y existe el universo completo. Vivir en el reino de los Cielos bajo todas las circunstancias es posible porque la naturaleza última de todas las cosas es el vacío mismo de nuestra existencia y ello hace que sea inalcanzable para el intelecto. Vivir lo imperturbable del Reino de los Cielos Interior y no hacer surgir pensamiento alguno sobre su inmovilidad eso es sabiduría; vivir el Reino de los Cielos y no hacer surgir pensamiento sobre su inmanencia, eso es meditación; percibir la mente pura e inmaculada y no hacer surgir pensamiento alguno sobre su pureza, eso es Reino de los Cielos Interior.

Al no abrigar pensamiento en cuanto al Reino de los Cielos, no hay apego y no tener apegos significa, no agitar sentimientos de amor u odio; ello te lleva a vivir el Reino de los Cielos Interior en la practica del diario vivir.
Vivir en el Reino de los Cielos y con el Reino de los Cielos significa renuncia a los vienes físicos como intelectuales. Los vienes materiales sustentan y dan comodidad al cuerpo. Los vienes intelectuales sustentan y dan vida a la ignorancia. Los vienes intelectuales o materiales siempre controlan a su poseedor, de modo que vivir en el Reino de los Cielos es “hagase tu voluntad y no la mía”, es preocuparse por el mundo interior puesto que “los vienes de la tierra te serán dados por añadidura”, porque hasta “los pájaros no se preocupan que comerán mañana”.

Vivir en el Reino de los Cielos es vivir bajo la voluntad Divina, ya que todas las acciones o sucesos, incluido los pensamientos, que tengo o llegan a mi, son de la Voluntad Divina, en la medida que de mi parte, no hay apego ni ataduras ni anhelos, y mi mente se encuentra desconectada de las cosas del pasado, presente y futuro. Desconectarse de las cosas del pasado, presente y futuro queda plasmado en: “no os preocupéis por las cosas del mañana, puesto que el mañana tendrá sus propios afanes; basta con el afán del día”. O sea, si reemplazáis “mañana” por futuro y “día” por presente, se nos esta señalando que el apego al tiempo es un lastre que imposibilita vivir de instante en instante, o sea, naturalmente.

Por discriminaciones erróneas y especulaciones eternas, uno concibe un Reino de los Cielos al cual nuestro ser debe llegar. Esto crea un punto de vista confuso que imposibilita la Visión Directa del Reino de los Cielos porque consideramos que somos nosotros los que debemos ver el reino de lo cielos de la misma manera que vemos una manzana y no la sabiduría perceptiva-intuitiva. Estas discriminaciones erróneas nacen de la ignorancia que es incapaz de darse cuenta que ninguna expresión intelectual llega a satisfacer la demanda subterránea que realiza la insatisfacción existencial.

La sabiduría se despierta abruptamente en nuestra auto-naturaleza, o sea, en el reino de los Cielos Interior, y ello es vivido por nuestra Mente. Primero llega el hecho, seguido por la consiguiente intelectualización. Debemos tener en claro que el Reino de los Cielos, la auto-naturaleza, no es un concepto de nada-nihilista, es mas bien un concepto de sustancia anímica, de manera que el despertar abrupto se debe a que la sabiduría actúa desde la percepción-intuición y lo que percibe es percibido de inmediato, sin mediación, deliberación ni proceso alguno. Vale decir que, la experiencia espiritual consiste fundamentalmente en VER dentro del accionar del Reino de los Cielos, de la sabiduría, para discernir correctamente en nuestro mundo de dualidades y contradicciones, lo que significa que debes hacer girar los evangelios en torno tuyo, no girar tu en torno a los evangelios.

Para que todo esto acontezca la sabiduría debe despertarse en tu naturaleza, puesto que, si no experimentas esto nunca tendrás la oportunidad de conocer al Cristo, no solo en ti mismo sino también en los demás; entonce solo te restara creer, adorar y dedicarte al culto de su personalidad. El despertar de la sabiduría en tu Naturaleza Original no es un acto particular cumplido en el reino de la consciencia empírica, es un hecho que acontece en el transfondo de la consciencia haciendo lucida la inmentalidad, de manera que se parece al reflejo de la luna en un arroyo, esta fija pero a la vez fluye, vale decir que no es como funciona tu consciencia actual, todo fijo, inamovible y esquemático.

La sabiduría es el despertar de la consciencia en toda la mente, o sea, es el despertar de la inmentalidad (la parte desconocida de la mente) transformándose en consciente, de forma que la sabiduría comienza a funcionar en las dos direcciones: desde la consciencia hacia la inmentalidad y desde la inmentalidad hacia la consciencia, de manera que lo desconocido se hace conocido. Vale decir, la sabiduría despierta a la inteligencia en el consciente y alumbra la parte desconocida de la mente: la inmentalidad. La sabiduría orientada hacia la inmentalidad es la sabiduría propiamente dicha, mientras que la sabiduría de la consciencia ordinaria [que ve el mundo dualista] es discriminativa, discernitiva, lo que en la MENTE podemos vislumbrar como dos aspectos: la Mente-Sabiduría de la no discriminación y la mente dualista que discierne.

La sabiduría cuando liga al consciente con la inmentalidad, realiza la transformación de la mente, puesto que saca a la mente dualista del mundo en que se deleita y que se mezcla con todas sus multiplicidades, llevándola desde el pensamiento-mente hacia el silencio-percepción. Es conocido y por tanto innegable que la consciencia ordinaria es pensamiento excluyente y charlatanería pura, por lo tanto en esta dimensión el pensamiento es mente y la mente pensamiento, mientra que la Mente de la Inmentalidad es una mente que tiene pensamientos como si no los tuviera. Lo que significa que el arte del vivir cotidiano es; que ni los pensamientos ni la información guardada en la memoria (consciencia) interfieran con el funcionamiento de la mente.

Por ello debemos de calificar de terrorismo espiritual a quienes propugnan destruir todas las actividades pensantes para tratar de alcanzar un vacío absoluto de nada total, eso no es otra cosa que un criterio ignorante y perverso porque significa matar la vida misma, puesto que las funciones de la mente son inextinguibles y ello significa confundir La Ley de la vida misma con la aniquilación.

Buscan ese vacío absoluto de nada total porque ambicionan santidad, pureza y perfección. Ahora bien, si anhelas santidad, pureza y perfección ¿Cómo escaparas de las complicaciones? Pero en el reverso de esta moneda también se encuentra el problema si deseas liberarte de ellas, porque te provocaras grandes calambres y calamidades mentales. Vale decir, todo termina siendo una cabal futilidad. Si deseas alcanzar la verdad, la trascendencia, practicando virtudes de perfección y cuanto acto de bondad existe, debes saber que esto es prescribir y diseñar un curso de los acontecimientos, pero desde los tiempos sin principio, jamás hubo ni Budas ni Cristos que se graduasen partiendo de un curso prescripto, establecido, puesto que la realización es percepción-intuición no intelectualismo disfrazado de caridad, ya que la mas alta y excelsa caridad es renunciar a uno mismo, o sea, muere para renacer a la vida eterna; esa es la única virtud bondadosa. La luz y la oscuridad se reemplazan mutuamente en el cielo, pero este Reino de los Cielos que es el Vasto Vacío Interior es siempre Inmodificable. O sea, ¡no hay cursos prescriptos para la iluminación! Creer que existe alguno es esperanza, ilusión, sueño e ignorancia.

Estimados, queridos y amados amigos míos: encuentro y me veo en el deber de comunicarles que la espiritualidad no es un drama sentimentaloide de novela de amor televisivo ni melodrama espiritual de la Nueva Era que depende de un guión, o sea, de un curso prescripto, puesto que los hechos de la experiencia cotidiana se reciben como llegan a nosotros y de ellos se extrae un estado de inmentalidad, vale decir, la Mente Original la debemos reconocer junto con el accionar de los sentidos y los pensamientos, solo que no pertenece a ellos, ni es independiente de ellos.

¿Qué es la inmentalidad? La inmentalidad es el tiempo anterior a la separación de la mente y el mundo, o sea, la mente de niño, lo que significa que la Mente Original no depende ni es independiente de lo que se Ve, se Escucha, se Piensa, se Huele o se Conoce. La inmentalidad y el mundo de la consciencia están en oposición directa encontrándose espalda contra espalda condicionándose recíprocamente, siendo la sabiduría quien hace que se refleje la una en la otra. O sea, la sabiduría es la Fuente Original donde el conjunto de la MENTE se hace consciente. Por ello amigos míos promulgar el vacío absoluto de la mente como meta de perfección es un criterio perverso y terrorismo espiritual.

El enuncio de Dios, del Alma, del Cristo, debe ser para cada uno de nosotros la expresión de una experiencia y no la de una conclusión lógica, ya que por mas que se intente alcanzarlos mediante sutilezas lógicas (creencia, dogma, adoración, culto a la personalidad, doctrina) fracasaran porque su razonamiento carece de la energía, vitalidad y pureza de la convicción final que da la Realización de la Experiencia Máxima: la Iluminación.
Es normal que busquemos “algo” mas allá o detrás de nuestra experiencia, y olvidemos que esta búsqueda es una interminable regresión en uno u otro sentido, pero ello es inevitable puesto que se trata del incansable intelecto tratando de atrapar lo inatrapable. Pero cuando buscamos la sabiduría o la Verdad en las palabras, todo lo que estamos haciendo es intentar atrapar el vacío con la mano y de paso pegarle con un hacha al sol. De modo que toda la enseñanza espiritual y lo más esencial consiste en captar y comprender la Mente y hay tantas puertas que a ella conducen que el problema se suscita porque la central carece de puerta.

De manera que lo que tenemos para resolver en la vida es: ¿Cuál es la esencia del cristianismo como la entendía el Cristo o cual es la esencia del budismo como la entendía el Buda? Tanto en el budismo como en el cristianismo ¿hay algo que no puede ser expresado y explicado en los escritos canónicos? En otras palabras ¿Cuál es la verdad del cristianismo o del budismo si lo prefieren? Es obvio que usar la mente para buscar al Cristo o al Buda es ignorancia.

El problema que presenta el intelecto para la realización es que no nos da la cosa misma sino sus representaciones, imágenes, explicaciones y referencia, o sea, siempre nos aleja de nosotros mismos, lo cual nos lleva a perdernos en la selva de la especulación, suposición e imaginaciones interminables, sin brindarnos ni paz interior ni realización alguna.

Amigos míos: es preferible ser un humilde maestro que saber interpretar miles de textos sagrados o esotéricos, porque ello es como contar millones de billetes ajenos y es inevitable que ese ejercicio intelectual no conduzca al desprecio por los demás, por lo tanto, no penséis en buscar al Cristo, el Cristo es solo un hombre. Pero ¿conocéis al hombre que lo busca? si no conocéis al hombre que lo busca ¿Quién lo va ha encontrar?
Un abrazo eterno y recordad que ni el Cristo ni el Reino de los Cielos moran en parte alguna, pero ustedes ¿saben donde esta vuestra residencia?


13 may 2009

FILOSOFIA

FILOSOFÍA

Filosofía es la indagación de la mente en la búsqueda de lo que es, es el movimiento de la mente en el propósito de encontrar y develar el misterio y el sentido de la vida. La herramienta llamada filosofía existe en toda mente humana independientemente de la conciencia que se tenga de ella y funciona en todo cuestionamiento que el ser humano se plantee sobre el vivir y la vida; ello es el filosofar, nos permite investigar los hechos del vivir y de la vida. Cuando esos hechos son tergiversados por la argumentación intelectual, la filosofía se degrada en opinología, sustituyendo de este modo la investigación de lo trascendental por la especulación argumentativa que busca egocéntricamente la validez de su razón particular.

El vivir, el mundo, la sociedad, van moldeando una particular cultura y tradición, el trasfondo intelectual-psicológico que sus habitantes terminan por instaurar como costumbres y hábitos del vivir. El trasfondo intelectual es la totalidad del contenido psicológico y filosófico de la conciencia, de modo que este trasfondo termina por ser influenciado y a su vez influencia a dicha tradición y cultura. Cuando dicho trasfondo se amolda y se esquematiza en el conformismo de la cultura y la tradición, nace el conservadurismo y ello lleva a la muerte de la filosofía y del filosofar.

Una vez conformada la cultura y la tradición, la mente adopta opiniones y argumentos, tendencias e inclinaciones, aceptaciones y rechazos, que aplica en el relacionamiento con los demás, siendo la acción o la reacción la expresión exterior del contenido de la conciencia. Esta composición es la estructura psicológica y filosófica de la conciencia creada por el pensamiento a través de la comparación. El pensamiento compara y a continuación elige la conclusión que considera correcta. Esta conclusión luego es desarrollada y se convierte en el inicio de un sistema filosófico, de modo que ello conforma el punto de vista con el cual miramos al mundo. Si el punto de vista es dogmático el sistema filosófico termina por alienar y enajenar el pensamiento, por lo tanto, el sistema filosófico particular queda anulado como herramienta de investigación por el encasillamiento al cual se ha sometido, siendo el dogma el colador y el velo que interpreta el hecho, la realidad.

La investigación sobre la vida y el vivir debe partir de la libertad de la mente, siendo el sistema filosófico la herramienta que debe estar libre de prejuicios, traumas, argumentos preconcebidos, dogmas establecidos, esquemas y estructuras intelectuales, que lo limiten de la visión global.

La ideación de lo mejor es el producto del deseo que busca seguridad en el devenir, lo que significa que ya no hay interés en investigar, sino en la concreción de un objetivo, de una meta que de y defina un sentido del vivir. Ese ideal se convierte en un articulo de fe que se sueña ver concretado en la realidad. En este estado la mente establece la limitación de su pensar.

La filosofía no es el estudio ni la creación de nuevos sistemas filosóficos; la primera es la filosofía que se atrinchera en la academia, y la segunda es la creación de la mente temerosa. Al ser el filosofar algo común a todo ser humano, es evidente que ello alimenta la creación de ideas y el desarrollo de la obsesión subsiguiente, conformando de esta manera el contenido psicológico de la mente. La mente temerosa busca constantemente seguridad y en ese afán de encontrarla, desfigura por completo el filosofar ya que no lo usa para investigar sobre su temor, lo usa para alimentarlo. La estructura, el esquema que contiene todo sistema filosófico es quien señala al ser humano el método a seguir en el amoldamiento de su pensar, de modo que la propia filosofía se convirtió en la trampa que aprisiona y limita el pensamiento al encauzarlo hacia la alimentación del miedo. Es la propia filosofía quien debe encauzar el pensar humano para liberarlo de su esclavitud, pero sí la filosofía, con su método sistemático insiste en que eso es la filosofía evidencia su propia ceguera.

El filosofar debe estar libre de cualquier sistema preconcebido, lo que significa que una mente filosófica está abierta a lo nuevo, a lo distinto y diferente, a lo desconocido, ya que solo este estado de libertad permite indagar sobre la realidad, sobre lo verdadero que encierra lo que es, sobre lo que somos, sobre la sociedad y el mundo. Sin libertad filosófica el filosofar se encuentra limitado en su indagación por las propias márgenes que imponen los sistemas preconcebidos, ya que los mismos inducen al pensar hacia un mero ejercicio intelectual que circulan alrededor de, y desde un sistema particular intenta ver a los demás sistemas, a la realidad, al universo, a la vida, de modo que es el colador sistemático quien en realidad ve, analiza y decide lo que es verdadero [¿?].

La ausencia de libertad filosófica estructura la mente en un trasfondo psicológico obsesivo desde el cual a posteriori se intenta filosofar. Es evidente que una vez formado el trasfondo psicológico la filosofía debe investigar sobre el mismo para librarse de dicho lastre, y no desde ese lastre intentar hacer filosofía. La propia adopción de un sistema filosófico particular ayuda al amoldamiento de un trasfondo psicológico rígido, esquemático, que impone el límite del pensar y encausa todo discurso hacia el interés creado por el pensador esclavo del sistema particular. La libertad filosófica no es una concepción de idealismo filosófico, es la necesidad básica para la búsqueda de lo que es; eso debe ser un hecho en la mente del filósofo, ya que dicha libertad es la única garantía con que se cuenta para descubrir la realidad, lo verdadero, la esencia de las cosas.

Ser filósofo es tener la capacidad para investigar prescindiendo de toda autoridad tanto interna como externa, porque es obvio que ello significa limitación, además de consagrar la responsabilidad del pensar a otro. Cuando otro es el trasfondo de nuestro pensar, sólo nos queda la imitación, la repetición, la reiteración, lo que significa la ausencia absoluta del filósofo que investiga, inquiere, averigua, duda, cuestiona; quien realiza ese trabajo esta ausente, la presencia es del otro que ha esquematizado la manera de pensar del reproductor filosófico.

La identificación con la moda filosófica es descuidar la filosofía y poner el énfasis en la opinología filosófica, la cual se caracteriza por analizar lo exterior con el fin de encontrar cómplices y aliados, de suerte que trata desde lo exterior influenciar a lo interior, lo que revela el intento de transformar el papel de la filosofía como madre de la sabiduría en mera propaganda intelectual con tintes académicos. La opinología social y política es quien más esfuerzos realiza para propagandizar su filosofía (¿?) como sinónimo de sabiduría, sin que se perciba a sí misma como mera analizadora del pasado, lo cual, obviamente, no es sabiduría. El analizar el pasado, lo que sucedió, no es sabiduría porque lo inmóvil, o sea, lo que fue, no puede influenciar a la realidad, a lo que esta siendo en este momento, porque ello esta vivo, es dinámico, y lo que fue es estático, fijo, inmóvil, esta muerto... o sea, ya fue, lo inerte no puede transformar a lo dinámico, a lo que esta en movimiento, activo. El hábito de analizar el pasado creyendo que de ello podemos extraer lecciones que nos sirvan en el presente y como consecuencia en el futuro, sólo permite la ilusión que la mente desea tener con respecto a la seguridad que ella necesita y busca para escapar del temor que le provoca la incertidumbre del presente activo y dinámico. Es evidente que todo aquello que es estático, fijo, inmóvil, como lo es el pasado, se puede analizar y desmenuzar, al antojo y capricho del analizador, pero no se puede realizar la misma operación de cirugía intelectual con aquello que esta en movimiento, que es dinámico, que esta vivo. La sabiduría es la comprensión de lo que es, no el análisis de lo que fue, ello es la especulación intelectual del trasfondo psicológico, de modo que este modelo no tiene relación alguna con la mente filosófica, la cual es siempre nueva, silenciosa y libre de lo que fue.

La mente filosófica es aquella mente que se encuentra libre del pasado, de lo que debería haber sido, y de la especulación del futuro, del devenir, del venir a ser, porque nada de ello existe. Como lo que debería ser no existe, no puede tener relación alguna con la realidad, con lo que es, con la verdad.

La esclavitud de la mente filosófica al pasado obedece al dogma que auto-considera que entendiendo la historia podemos comprender el presente y con ello pronosticar el futuro; obviamente que la sabiduría no es lo que puede ser, lo que significa que la mente filosófica no puede estar atada a una condición probabilística de cualidad fija y estática, ya que ello petrifica la mente en lo que fue y la aventura a lo que puede ser, o sea, a una condición especulativa, adivinatoria, que impide el filosofar desde la libertad imprescindible para ello.

Las probabilidades de lo que pudo haber sido o de lo que puede ser, abre las puertas a la opinología; la filosofía trata sobre lo que es, de modo que la filosofía es la ausencia de especulación intelectual oportunista, lo que significa que el filosofar es el ver, examinar e investigar lo que es. Si el filosofar centra su examen en la ideación de lo mejor, en lo que puede ser, en lo que pudo haber sido, en lo que fue, el filosofar se convierte en opinología tarotista.

La opinología tarotista ha dado cuerpo al pensamiento ideológico: político, social, económico, psicológico. Y ello ha condicionado a la sociedad al desprecio por toda idea ya que las mismas -sobre todo en el siglo XX- no afectaron ni fueron superadoras del pensamiento de la humanidad por haber establecido el abuso, el chantaje, la crueldad o la colaboración con ella, como practica del ideal social -capitalismo, comunismo, nazismo, fascismo, neoliberalismo-.

La opinología se ha presentado como sinónimo del filosofar, y ello a hecho pagar a la filosofía el precio de la indiferencia colectiva por ser considerada la fuente de la crueldad ideológica. La filosofía, al no ser capaz de separarse de la criatura maldita -la crueldad ideológica creada por la opinología- termina por confundir a la sociedad porque se hace responsable de algo que no tiene relación alguna con el filosofar y la filosofía. El filosofar pregunta, cuestiona, inquiere, investiga, el filosofar no asegura, ni responde, como tampoco crea sistemas intelectuales. La filosofía es el estado de eterno aprendizaje de la mente, lo que significa que la mente siempre se encuentra en un estado de no saber. El estado mental de no saber es la fuente de la sabiduría, eso es la filosofía. La filosofía que sabe [...] es mera opinología que intenta dar respuestas finales a misterios que son de aprendizaje eterno. La filosofía que crea sistemas intenta estructurar la verdad en un compendio intelectual lo que significa el fin de la filosofía y el principio de la opinología.

El sistema que se estructura bajo un mamotreto intelectual es quien crea y da al opinólogo las herramientas para especializarse [¿?] para ser eficiente [¿?] para saber [¿?] pero ningún sistema puede crear un filosofo puesto que la vida y el vivir no se pueden aprender de memoria, de modo que la mente filosófica debe ser ignorantemente inocente en referencia a cualquier sistema particular.

La mente que no sabe es la única que puede ser filosófica por su capacidad de indagar independientemente de los intereses materiales e intelectuales premeditados, los cuales inducen cualquier investigación hacia su fuente estratégica para que se acomode a su meta ideal. El filosofar pregunta desde la inocente ignorancia, la mente silenciosa es la filosofía que aprende. De manera que filosofía es el silencio de la mente que se encuentra en permanente estado de investigación por su cualidad de inocente ignorancia en espera de aprender sin acumular. Cuando la mente esta interesada en aprender sin acumular, su cualidad es completamente nueva, fresca, porque ha trascendido el egoísmo, la ambición y la vanidad que esconde el iluminismo intelectual, eso es la mente filosófica.

Filosofía es la mente exenta de manipulaciones intelectuales, de conflictos de sistemas, de confusiones doctrinarias, es aquella mente que ha trascendido las miserias humanas que alimenta el narcisismo individualista buscando el exhibicionismo como formula de aprobación con un sistema opinológico coherente [¿?] Filosofía no es un sistema filosófico, debido a que no se puede estructurar, esquematizar, ni agrupar a la sabiduría en un compendio intelectual, ni en una recopilación libresca. La sabiduría que puede ser resumida, recopilada, no es sabiduría en absoluto, son meras definiciones intelectuales que puede registrar la memoria, mientras que la sabiduría pertenece a la orbita de la inteligencia, la cual no tiene la cualidad de reclutar información con el fin de acumularla. La verdad es siempre fresca, nueva, está en constante movimiento, de modo que sólo la mente filosófica, aquella mente que se encuentra libre de todo esquema es quien la puede captar. Organizar la sabiduría, organizar la verdad, es el intento del pensamiento por construir una fortaleza psicológica-intelectual inexpugnable donde pueda atrincherase detrás de argumentos indestructibles que garantice la respuesta de todo.

Avalamos todo compendio y mamotreto ideológico porque en ello encontramos la sabiduría [¿?], la verdad organizada [¿?] lo que significa que deducimos que no necesitamos [¿?] una mente filosófica que se conozca a sí misma como elemento imprescindible para encontrarla; ese trabajo es suplantado y dejado de lado por los armatostes y los libracos de la peculiar doctrina y creencia que se adopta. La verdad es el amor a lo que es, ello no puede ser organizado porque lo que es esta aconteciendo, no es lo que aconteció o va acontecer.

El intento de organizar la verdad científicamente [¿?] llevo a la filosofía a su propio funeral, por no asumir su condición de vanguardia conductora del pensamiento humano. La filosofía y, por lo tanto, el pensamiento humano, quedó varado al considerar que el progreso lo determinaba la ciencia, lo que significo que al colaborar con dicho progreso terminó por crear monstruos ideológicos que la devorarían hasta su casi aniquilación. Las distintas ramas y disciplinas del vivir, política, economía, ciencias sociales, psicología, filosofía, plantearon un pensamiento que se encontraba al servicio y en la retaguardia de la ciencia. Al no comprender el verdadero sentido de la ciencia, esta constituía, supuestamente, una forma de organización psicológica y en todo sentido perfecta, lo cual ha llevado a creer, ingenuamente, que la ciencia significaba un sistema absolutamente terminante, que explicaría todo el vivir y la vida humana, de modo que solo había que someterse. La ciencia es eficaz, otorga poder y control, lo cual no significa ni nos dice nada de importancia sobre las verdades más trascendentes y fundamentales de la vida y del vivir: ello sólo puede ser descubierto por la mente filosófica, pero al someterse ante la eficacia de la ciencia, la filosofía no percibió que la ciencia es un libro de cómo hacer las cosas, no de cómo son las cosas.

Al entregar la investigación de la verdad a la ciencia, el pensamiento humano posibilita la perfección de la crueldad sin oposición ni objeciones, ello se expresa mediante el progreso en la dimensión tecnológica, pero un atraso absoluto en la dimensión mental. Esto posibilito la transformación de la filosofía en opinología social cientificista darwiniana, y es así como se comienza a usar la supervivencia de los mejor dotados por los opinólogos filosófico-sociales [¿?] para provecho de sus propios y mezquinos intereses materiales o psicológico-intelectuales: los capitalistas justifican todo abuso, corrupción, explotación, desigualdad, en la clase social mejor dotada; pero también lo hacen los marxistas al ver en el proletariado la clase social más numerosa y, por lo tanto, con más derechos que las demás; a continuación esta teoría se pone al servicio del nazismo bajo la degradante ideología de la raza superior; para sumergirnos de regreso en la superioridad de la crueldad que ejerce la clase social más hábil: los financistas e inversores del neoliberalismo, en donde el descarte de las clases y razas inferiores son las reglas del juego, elevando de esta manera a la codicia, el egoísmo y la avaricia, al nivel de virtud.

La responsabilidad de esta falacia cientificista y de la degradación del pensamiento humano es de la filosofía, por permitir que se la convierta en opinología cientificista social. Ninguno del los auto-proclamados científicos sociales a logrado demostrar que la ciencia sea más que la realidad, que el vivir, que la historia o que la vida. La filosofía, al ponerse a jugar y someterse a la moda de la opinología social, se ha quedado sin su papel de orientadora del pensamiento humano cuando el mismo es esclavizado, hoy en día, por el pensamiento light, el más superfluo y arcaico de toda la historia humana -centrado en el consumismo-.

Al pensar la vida desde una mente que considera que su papel no es comprender sino adivinar, conjeturar, suponer, la filosofía no puede orientar al pensamiento humano. ¿Es la filosofía un sistema esquemático sobre la verdad? ¿Es la filosofía una profecía social? ¿Es la filosofía la señalada y elegida para salvar el mundo? O quizás la filosofía sea ¿una herramienta para comprender la vida y el vivir y desde esa comprensión surge la solución necesaria para ayudar al mundo a ser mejor? Sí la filosofía se alinea nuevamente detrás de la opinología social planteándose lo que ya fracasó -el considerarse así misma cómo la tabla de salvación que tiene el mundo, siendo ella la que tiene el papel de orientadora ideológica para conducir a la humanidad a la construcción de una nueva y mejor sociedad- es obvio que el pensamiento filosófico continuará en su papel de mero agitador y puntero político.

Al abandonar su papel de orientadora del pensamiento humano, la filosofía dejó en manos del comunicador social, de los formadores de opinión y del cientificismo, la responsabilidad y el trabajo que ella debía y debe realizar, de modo que esa orientación se redujo a los problemas sociales y mediáticos de alto impacto psicológico, dando como resultado el surgimiento, mantenimiento y alimento, de la cultura y el pensamiento light que se fundamenta en consumir, en el no te metas... y... en el que me importa.

Al abandonar los cuestionamientos más profundos de la existencia humana y pasarse al papel de contestataria de cuanto problema social existe, la filosofía redujo su rol y sentido a un solo aspecto del vivir, abandonando el resto de la totalidad de la vida, sus misterios, los dilemas existenciales, etc., de modo que entre el dogma religioso y la supuesta certeza científica, la mediadora, que debía poner orden en el pensar, desapareció, dejando el nihilismo del pensamiento como herencia. La ciencia con su eficacia y el cientificismo con su propaganda de verdad absoluta obligó tanto a la filosofía como a la religión a la imitación, para lo cual la filosofía intentó transformar a la historia en ciencia y se afinco en el dogma social. La religión por su parte abandonó la fe y por medio de Santo Tomas de Aquino quiso convertir a Dios en un objeto comprobable al mejor estilo de la Ley de la Gravedad, para lo cual se atrincheró en el dogma teológico. El resultado de ello fue que la humanidad se quedó sin fe religiosa y sin pensamiento filosófico trascendente.

La imitación, por ausencia de comprensión de la filosofía y de la religión, abrió las puertas de par en par al pensamiento caótico y nihilista que surge, alimenta y propagandiza la ciencia, que afirma que estamos aquí por casualidad y sin ningún sentido. Después de cuatrocientos años de efectividad científica y ciento cuarenta y siete años desde que se descubrió [¿?] la evolución de la ameba distraída que gracias al tiempo profundo [¿?] y a sus eternas mutaciones [¿?] termina por ser hombre; es obvio que el pensamiento posmoderno sea un combo light sin sentido, sin causa, sin ningún porque, al igual que nuestra existencia según la evolución darwiniana. ¿Cuál sería la razón para que hoy no exista una cultura light, consumista y sin sentido, sí la propia certeza científica determina que estamos aquí por casualidad, sin ninguna razón y sin ningún sentido? ¿Por qué no habría de existir el actual pensamiento sobre nada, expresado en el no me importa y en el no intervengas, si los que debían orientar el pensamiento humano abandonaron su tarea hace cuatrocientos años y definitivamente hace más de un siglo? Al ser el pensamiento orientador del liberalismo científico -una posición que no ofrece ninguna verdad final, ningún tipo de claridad, ningún camino a seguir- es obvio que nada puede decirle al individuo acerca de su lugar o de su propósito en el mundo. La ciencia es eficaz, práctica, exitosa, pero ¿qué nos puede decir sobre nosotros mismos, sobre lo que somos en esencia y en verdad?

Ante este escenario la filosofía jugó el papel de Pilatos y hoy cosecha lo que sembró; la opinología logró transformarla en mera propaganda, que hoy se reduce a slogans mediáticos con los cuales se entretienen en los medios de comunicación: fin de la historia, economía o sociedad de mercado, globalización o no globalización, guerra de civilizaciones, terrorismo, libre mercado o estatismo, o sea, toda la dimensión de la existencia humana y sus grandes misterios e incógnitas fue absolutamente abandonada a cambio de subirse al furgón de cola de la opinología social porque, el tratar sobre la totalidad de la existencia es lo filosóficamente incorrecto.

¿Es posible dar claridad y orientación en el pensar actualmente desde la filosofía, a la construcción de las categorías sociales y políticas poder, democracia, justicia, estado, educación, economía, salud, etc. cuando esa claridad y orden en el pensar no nacen del conocimiento propio sino de la especulación de la opinología especializada que desecha por completo la importancia del mismo y se satisface en el conocimiento libresco y la verborragia intelectual? ¿Tiene relevancia cualquier tipo de conocimiento sí no existe conocimiento de sí mismo? ¿Se puede construir una sociedad desde lo que no somos pero depositando todas nuestras esperanzas en el devenir, el azar, la casualidad o la suerte, para que se realice lo que debería ser? Es la mente filosófica quien debe resolver la oscuridad de la propia mente, de modo que necesita del autoconocimiento para orientar y dar orden al pensar de sí misma, de la sociedad, del mundo

Es obvio que cualquier conocimiento es irrelevante y carece de sentido sin conocimiento propio, porque dicho conocimiento se reduce a mera repetición, imitación, a simple información guardada en la memoria que luego se puede reproducir al mejor estilo pajarito de plumas verdes. La mente filosófica no es la mente que se encuentra sometida a la esclavitud de una ideología que la amolda y le marca las pautas indicándole el patrón de pensamiento que debe seguir, ello es una mente adoctrinada, presa, dependiente, la cual se condena a la opinologìa.

La característica fundamental del opinólogo es que nunca dice no sé, él tiene la noción que se encuentra obligado a opinar de todo. Un ejemplo claro de ello es lo que se escuchó sobre ¿por qué mostraron al Papa en el estado calamitoso que se encuentra, cual fue la finalidad de ello? La verdad de ello es que no lo podemos saber, eso es todo; no lo sabe el opinólogo, usted, ni yo, ¡no lo sabemos! Pero la opinologìa no se ha conformado con análisis interminables e intrascendentes sobre este tema, sino que arriesga más en la profundidad que tiene aquel que sabe mucho sobre absolutamente nada, también opinan sobre quien será el nuevo Papa. Para ello dan posibilidades a cinco o seis Cardenales pero, para no equivocarse [¿?] arriesgan finalmente… que puede ser cualquiera. Eso es la esencia, lo más original y la fuente de la opinologìa: la adivinaza. Sobre el hecho en sí, no saben ¡ni ellos, ni usted, ni yo! ¡No lo sabemos, esa es la verdad, no lo sabemos!, de modo que cualquier análisis es la opinología de la ignorancia opinando sobre lo que ignora, o sea, sabe mucho sobre absolutamente nada y... de todo... sobre lo intrascendente.

La mente filosófica debe ser ante todo honesta consigo misma: cuándo no sabe ¡no sabe! Se debe comprender que no hay nada malo ni es pecado no saber cuando no se sabe; opinar sobre lo que no se sabe es ignorancia, por más ilustrada que sea la exposición que hagamos sobre cualquier tema en donde todo es probabilidad y no tenemos ni una sola certeza. Es obvio que esto demuestra que el opinólogo y los tarotistas no tienen ninguna diferencia; todo se reduce a probabilidad, azar y buena suerte en el resultado de las predicciones que hacen unos y otros.

La sabiduría vive en la otra orilla de la opinologìa, ella solo expresa lo que sabe, no es una aventura de probabilidades inciertas sobre lo que podría ser, porque lo que podría ser también podría no ser. La mente filosófica es aquella que le tiene amor a lo que es. Deslizarse por el tobogán de lo que podría ser es nada más que la pasión por una profesión de moda que hoy da buenos réditos, de suerte que ello es pasión por la fama, el éxito y el dinero. Ello obviamente no tiene relación alguna con la filosofía.

Tener amor a lo que es, primero que nada es el conocerse a sí mismo y ello solo puede ser posible en la relación. En la relación encontramos nuestras respuestas y reacciones y en ello es donde nos tenemos que observar. La elección del aislamiento como método o técnica para conocerse así mismo es edificar el mismo muro que permanentemente la mente esta construyendo en su actividad ambiciosa, violenta y egocéntrica, con el fin de no tener ninguna molestia, infelicidad o inquietud. El conocerse así mismo lo debemos realizar de la misma manera como queremos conocer el modo de llegar desde aquí a un determinado lugar que necesitamos llegar, o sea, observando y estando alerta a todo el contenido psicológico, intelectual, emotivo, sentimental.

La opinologìa social es quien más considera que el conocimiento de sí mismo es una pérdida de tiempo y un sin sentido, de modo que han utilizado la negación de lo que es, para llegar a considerar positiva la crueldad, lo que le ha posibilitado la proyección de sus propios temores y esperanzas como ideario intelectual y ello ha llevado al pensamiento a los más grandes estragos, siendo el neoliberalismo el corolario máximo de dichos estragos con el genocidio silencioso más cruel y perfecto de la historia humana por su duración y cantidad de víctimas. El servilismo de la filosofía a las ideologías sociales y los consecuentes regímenes totalitarios que fueron su consecuencia, hizo olvidar por completo el amor a la sabiduría a la cual se debe. Es obvio que ese amor debe comenzar por el conocimiento propio y desde ahí proyectarse al resto del vivir.

La ausencia de conocimiento propio para la mente filosófica significa orientar el pensamiento humano desde una conciencia fragmentada, la cual es permisiva a la distorsión, ya que el mundo y los acontecimientos del vivir pueden hacernos pensar erróneamente que entendemos. En realidad no es tal el caso porque no sabemos cuáles son los propios limites del conocimiento y ello nos lleva a la falsa orientación del pensamiento por nuestra ignorante arrogancia.

Es evidente que la mayor amenaza que enfrenta la ciencia hoy es la de perder su sitio privilegiado en la jerarquía de las distintas disciplinas y pasar a ser algo parecido a la critica literaria por haber llegado a su fin, de modo que la filosofía debe salir de su obsesión particular de ser un método que simplemente analiza y supone, para volver a ocupar el lugar que dejó vacante por sus eternas concesiones y acomodos a las modas del pensar humano, para dar orientación a lo que la ciencia se encargó de vaciar de contenido y sentido.

Con la teoría del Big Bang, los desarrollos de la teoría cuántica comienzan a converger con los de la relatividad, de modo que cabe preguntar al universo ¿por qué? La pregunta que se impone a continuación es sí será la ciencia, la filosofía o el propio universo quien responderá la pregunta final.

ENSAYO SOBRE LA LOCURA

ENSAYO SOBRE LA LOCURA

 

        La causa de la dicha o desdicha humana es la mente. La desnudez psicológica para  ver la realidad tal cual es, determina la claridad del pensar o la ilusión especulativa del mismo. Realidad con especulación: confusión y conflicto en el pensar, realidad desnuda: claridad en el pensar. Los hechos y las cosas son lo que son, no se puede revertir ese hecho, pero el intelecto lo intenta y con ello introduce la confusión y el conflicto en la mente y por lo tanto, en nuestro vivir.

        El tratar de interpretar los hechos y las cosas es el esfuerzo intelectual que realiza el pensamiento para acomodar sus intereses materiales, sentimentales o psicológicos a la vida, con la finalidad de que los mismos encajen perfectamente con el vivir; así espera evitar la contradicción entre lo que se piensa, se hace y se dice. Como eso no sucede surgen... la confusión y el conflicto. Esa acción -interpretar intelectualmente los hechos y las cosas- es un ejercicio mecánico y automático que realiza el pensamiento porque fue amoldado por el método educativo, los hábitos psicológicos de la tradición y la intelectualidad en que se basa la cultura de la sociedad.

        El intelecto convierte los hechos en ideas, de modo que el pensar queda sujeto a la interpretación que se hizo del hecho, no al hecho en sí. Ese hecho desnudo, tal cual es, quedo teñido por la visión intelectual, lo que significa que la mente ya no tiene claridad en el pensar. Este proceso de alejamiento -entre el hecho y la idea sobre el hecho que produce el intelecto- es lo que se transforma en ideología, doctrina, creencia, teoría, suposición, argumento y opinión, que al ser confrontado con las diversas interpretaciones que cada ser humano o sector de la sociedad realiza y tiene, termina por crear el conflicto, el enfrentamiento, la confusión, la guerra.

        El conflicto y la confusión interna se hacen difíciles de percibir por la cualidad que tiene el intelecto para armar argumentos que le den la razón y refuercen así la certeza que necesita para tener seguridad en la interpretación de todo hecho, lo que a su vez le permite el consecuente accionar sin culpa. El pensamiento interpreta; la interpretación intelectual se transforma en análisis; este análisis es posteriormente convertido en teoría, y esta pasa a ser el punto de vista con el cual miramos el mundo, el vivir y la vida.

        El análisis se caracteriza por ser la intromisión del pensamiento desarrollando intelectualmente un hecho. El análisis interpreta el hecho, de manera que cuando se analiza, la mente se envuelve en un ejercicio especulativo del cual se le hace imposible despegarse, lo que termina por ausentar definitivamente al hecho. Esta idea, en la cual el pensamiento transformo al hecho, pasa a tener un valor psicológico al cual se le atribuye connotaciones sentimentales, materiales, emocionales y de una supuesta erudición.

        Cuando la interpretación se convierte en un valor psicológico, el temor se establece en la mente cómo forma de pensar, lo cual crea inconscientemente un patrón de pensamiento que responde por sí solo a los desafíos del vivir. Eso es lo que conocemos como ego.

        El temor se establece en forma de punto de vista, que tiene la misión de protegernos ante todo argumento que amenace la estabilidad mental, o sea, ante todo argumento que no este de acuerdo con nuestra particular visión del mundo, de la vida, del vivir. Esto hace que toda interpretación se vea motivada por el temor para continuar como permanente ejercicio de la mente en el afán de encontrar seguridad psicológica. Así el temor es el incentivo del proceso analítico y el análisis el alimento del temor: el miedo y la interpretación se retroalimentan.

        Sin análisis, sin interpretación, o sea, sin comparación no existe el temor, puesto que el miedo existe en relación con algo. El miedo se presenta luego de una asociación de ideas que se contradicen con lo que nos conviene. Me conviene vivir, no me conviene morir; esa asociación de ideas es la que crea, en este  caso, el miedo a la muerte. El miedo surge luego de una comparación entre lo que nos conviene y lo que no nos conviene; sin esta comparación previa no existe el miedo.

        Las creencias, doctrinas, ideologías, son la interpretación intelectual de la realidad, o sea, de los hechos del vivir; al ser convertidas mediante el análisis en la teoría de lo posible, ofrecen la suficiente esperanza y consuelo como para sentirnos seguros, además de ofrecernos gratuitamente  una razón para vivir y por la cual vivir, lo que nos da  mayor sensación de seguridad. La creencia, la doctrina, brinda mejor que nadie esa sensación que aleja el temor de nuestra conciencia ordinaria, ese es el mayor atractivo que tiene la adopción de cualquier ideología, puesto que las mismas alejan a la mente de lo que es, entreteniéndolas en el inigualable  debería ser y en la insuperable ideación de lo mejor.

        Al ser la doctrina, la creencia, la ideología, la ideación del intelecto sobre lo mejor, es innegable que implanta en la mente de quien la adopta la seguridad de estar en lo correcto, siendo esta misma seguridad de lo correcto quien termina por separar y dividir a los seres humanos que no comparten esa visión, ya que los otros han adoptado su propio punto de vista, que -por supuesto- es el único verdaderamente correcto... y así ad eternum.

        La teoría, la creencia, la doctrina, le dan un tipo particular de amoldamiento intelectual al individuo, pues le unifican la mente en un punto de vista fijo, inamovible, esquemático. Pero eso no logra solucionarle al individuo sus problemas reales: los dilemas de su mundo psicológico egocéntrico, codicioso, temeroso y violento, o sea, el miedo y todas las miserias humanas persisten, lo que demuestra que la doctrina no tiene la capacidad de trascenderlas por sí misma. La doctrina, la ideología, la creencia, unifica el pensar individual y de un grupo de personas, pero esa misma unificación de pensamiento crea la confusión, el conflicto y la separación con aquellos que se encuentran unificados en un tipo de pensar diferente. Vivimos en un mundo ideado por el pensamiento, el cual ha logrado suplantar los hechos de la realidad por la ideación de la misma, lo que concluye con la discusión sobre las ideas que se tiene sobre los hechos y no sobre los hechos mismos. De modo que no usamos la mente para avocarnos a resolver problemas reales, tanto individuales como colectivos, sino que simplemente discutimos las interpretaciones intelectuales que tratan sobre los hechos, y es sobre ellas que enfocamos nuestra atención. Tomemos por ejemplo el problema del hambre: enfocamos toda nuestra visión en quien posee la mejor ideación para resolverlo. Obviamente el hecho no se resuelve sino que además se agrava, mientras nosotros estamos entretenidos discutiendo sobre cual es la interpretación intelectual que más nos parece, puede estar en condiciones de resolverlo.

        El punto de vista fijo que nos ofrece la doctrina, lo terminamos canjeando por una mente obsecuente que se encasilla en la visión particularmente irreflexiva que nace de los principios que contiene la creencia ideológica. Todo principio es dogmático por ser estático, fijo, inamovible, y ello lleva a la mente a convertirse en obsecuente y toda mente obsecuente obviamente que es irreflexiva. El punto de vista fijo establece definitivamente la ausencia de libertad en el pensar, puesto que dicha libertad es reemplazada por el patrón de pensamiento que hemos aceptado como la ideación de lo correcto. Dicha ideación no solo nos priva de la libertad del pensar sino que además nos quita la visión holística del mundo por encontrarse direccionada hacia una visión parcial del vivir, ya sea política, religiosa, económica, social, filosófica, científica, esotérica, personal, mística, etc, etc.

        El pensamiento al darle a la mente un punto de vista, le obsequia con ello la muleta psicológica correspondiente en la cual puede apoyarse, además de darle una estructura con matriz que la configura en una peculiar horma intelectual. Así diseña la forma, el molde, el prototipo del pensar, lo que implica un pensamiento unidireccional y el encarcelamiento, la esclavitud de la mente. De este modo es inevitable la ausencia de libertad, porque el punto de vista obedece a un patrón de pensamiento particular que limita la mente a su visión dogmática, sectaria, o sea, la limita de la visión holística. Es innegable que este tipo de mente es la que gobierna y lidera al mundo por medio de los representantes de las mentes sometidas a un patrón de pensamiento particular: sacerdotes, políticos, sindicalistas, maestros, gurúes, empresarios, periodistas, intelectuales, psicólogos, cientificos.

La desdicha humana, por tanto, se encuentra anclada en su causa: la mente.

        En los últimos dos siglos hemos realizado el mayor de los esfuerzos posibles, a través de la publicidad y la propaganda, tratando de convencer definitivamente a la humanidad que su desdicha radica en la política -disciplina que fue inventada por la mente humana- o en la economía -que también inventó la mente- o que se explica por el tipo de cultura -cualquiera de ellas fue ideada y moldeada por la mente- o por su tradición filosófica o religiosa -todas inventadas por el pensamiento-. Lo que identificamos exteriormente como responsable es creado por la confusión interna del pensar, de modo que hemos logrado distraer la visión de cada uno de los seres humanos hacia los puntos externos creados por el pensar sin percibir que el problema en sí mismo es el pensar cuando decide transformar los hechos en ideas.

        Hemos decidido buscar el tipo ideal de sociedad [¿?] con la finalidad de encontrar solución a nuestros diversos y múltiples problemas lo cual nos ha permitido librarnos de toda la responsabilidad que tiene nuestro pensar -confuso y conflictivo consigo mismo- quien a creado la sociedad que tenemos -confusa, conflictiva y violenta-. Distraemos  la visión de nuestro mundo interno a cambio de buscar en lo abstracto -la sociedad- al responsable de nuestra desdicha. Cuando culpamos a la sociedad por como son las cosas, nos referimos a ella en forma de símbolo, de icono, de anagrama, de arquetipo, lo cual obviamente es una postura maquiavélica, ya que pensamos que es capaz de producir por sí misma y de la nada, todo tipo de males, lo que termina por sugerir que la sociedad no somos nosotros mismos, sino algo absolutamente ajeno a nosotros, algo a lo cual no pertenecemos.

        Al convertir a la sociedad en la culpable de los males que nos aquejan, logramos endosar a los demás la ausencia de claridad en nuestro propio pensar -ya que la sociedad siempre son los demás- de suerte que ello nos libera como miembros de esa sociedad -merecedora de nuestra condena- de la responsabilidad que nos cabe al colaborar con nuestro pensar confuso y conflictivo a la desdicha general en que vivimos.

        Como la sociedad para nosotros siempre son los demás, los otros, automáticamente la convertimos en algo abstracto, subjetivo, efímero, volátil, lo que nos permite participar de la misma como victimas, nunca como cómplices del victimario, como parte responsable de lo que sucede en la misma. De este modo podemos juzgarla, cuestionarla, con la consecuente comodidad que permite el ser ajenos a las causas que crearon y que alimentan la actual desdicha humana. Al no vernos como parte del mundo, de la sociedad, se nos hace imposible percibir que nuestro propio mundo confuso y conflictivo es el grano de arena que aportamos para la división, el conflicto, la confusión y la violencia en el mundo.

        El intelecto analiza, deduce, resume y concluye. Cuando la interpretación realizada es propagandizada por muchos intelectuales y gente con poder de opinión, inevitablemente dicha interpretación termina por influenciar al resto de la sociedad -la cual da por sentado que dicha especulación es verdad- terminando por aceptarla sin cuestionamiento alguno. La mayor interpretación intelectual que goza del beneficio de la certeza, es aquella que establece como causa de la desdicha humana a lo económico, a lo político y a lo social. Partiendo de esta premisa el ser humano se encolumna unánimemente detrás de la determinación compulsiva que diagnostica como causa del drama humano  aquello que ha sido creado e ideado por el pensamiento lo que le permite establecer como solución que las transformaciones deben realizarse en el ámbito de lo externo al ser humano y no en nosotros mismos; de modo que debemos cambiar la política, la economía, o sea, a la sociedad, no transformarnos a nosotros mismos.

        La ausencia de claridad en el pensar analiza la realidad y procura identificar lo que considera es la causa que crea los variados y numerosos problemas que ahogan psicológica y socialmente a la humanidad. Pero cuando esa causa es realmente el efecto, el propio pensar no encuentra la solución requerida para dichos problemas, de modo que termina usando el intelecto para que continua y reiterativamente vaya creando reformas a las reformas anteriormente propuestas como solución, lo cual es el circulo vicioso de la reforma reformando a la reforma que se convertirá en el siguiente problema a reformar. Es obvio que al ver al efecto como la causa, el pensar no tiene otra opción que no sea realizar la misma operación intelectual de crear parches psicológicos que tranquilicen y aquieten la impaciencia humana, tanto en lo social como en lo individual.

        Los parches psicológicos más famosos que ha creado el pensamiento son el sistema económico, social, religioso, filosófico y político de la particular sociedad donde vivimos, los cuales pueden ser juzgados como buenos o malos de acuerdo al punto de vista que tengamos para mirar el mundo. Pero a pesar de nuestro juicio de valor sobre los mismos es innegable que todo ello ha sido creado, desarrollado, planificado, analizado, interpretado e ideado por el pensamiento, de modo que el resultado y las consecuencias de dicha ideación son el efecto externo de la aplicación del pensamiento confuso, conflictivo y con ausencia de claridad que tenemos. O sea, el esquema y la estructura social que experimentamos, la ideología económica y política que padecemos, y la concepción filosófica y religiosa que nos somete psicológicamente, es nada más que la aplicación en la práctica, de las variadas ideaciones desarrolladas por el pensamiento.

        Las consecuencias lamentables de dichas ideaciones se encuentran a la vista a pesar del supuesto desarrollo y civilización que tiene la especie humana. Dicho desarrollo solo se ha dado en el aspecto tecnológico, no así en el aspecto psicológico que ve con total indiferencia las epidemias, el hambre, la guerra, la miseria, las desigualdades sociales, la violencia. Esta indiferencia se encuentra demostrada en nuestra ausencia de determinación para acabar con este ensayo de Apocalipsis que nos acosa día a día. Hemos desarrollado un mecanismo de pensar mecánico y automático, el cual solo nos permite el juzgar las aplicaciones del pensamiento como buenas o malas, además de llevarnos a considerar la necesidad de tener una posición de estar a favor o en contra de ello. Pero ese mismo hábito-costumbre psicológico es el que nos obnubila para poder discernir sobre la causa que produce todas estas consecuencias lamentables, de manera que terminamos aceptando cualquier  reforma como solución, con la finalidad de salvarnos de la presión del momento, creyendo que esa modificación esta atacando a la causa.

        Cuando establecemos como causa algo que no lo es, se estructura y esquematiza en la mente una realidad deformada por verla desde el velo que es el efecto pero que la observamos con la sensación... de realidad real; de modo que ello inevitablemente se transforma en el muro psicológico que no nos permite ver la real realidad tal cual es.

        Sí el pensamiento acepta la conclusión de un análisis intelectual de la realidad que deduce la supuesta causa de los problemas del vivir, es obvio que la propia mente se priva de la posibilidad de ver como problema lo que ella misma crea; de este modo se transforma en inaccesible la posibilidad de ver que las interpretaciones o análisis intelectuales, transformados por el pensamiento en teorías, creencia, ideologías, filosofías o doctrinas, o sea, en la ideación de lo mejor, son realmente el problema que mantiene viva la crisis humana, tanto individual como global.

        La construcción de una doctrina, teoría, creencia, ideología, se realiza con la finalidad de demostrar que la tesis planteada es la verdadera, lo que significa que todas las demás son falsas. Como termómetro de veracidad se utiliza la cantidad de aceptación que tiene dicha especulación mental en la sociedad. Es obvio que los seres humanos que ya han adoptado una especulación intelectual diferente, se atrincheraran en sus trasfondos psicológicos con la finalidad de resguardar la creencia doctrinaria que han aceptado como verdad, lo que significa el preámbulo de la separación y división ideológica con el consecuente conflicto y confusión entre seres humanos, de suerte que es imposible que aquello que idealizamos como lo mejor, no sea la madre que da a luz -tarde o temprano- el asesinato masivo, la guerra. La ideación de lo mejor es el argumento en sí mismo que facilita la defensa y el consecuente ataque, puesto que se da por sentado que dicho resguardo esta más que justificado.

        La supervivencia de la ideología -que el pensamiento a trasmutado también en choque de tradición, cultura, creencia y civilización- amplió el espectro del enfrentamiento y la división entre seres humanos. A su vez, esto creo también el argumento que justifica el invento de la nueva e imprescindible defensa de todo el contenido psicológico que puede ser destruido “por los infames” [¿?]. La supervivencia de la idea ha logrado ampliar “la cordura dogmática” que sostiene a los esquemas y estructuras de la mente que nos permiten argumentar y supuestamente demostrar la necesidad del asesinato en masa como defensa para la supervivencia de los valores que sostienen a la ideología en su renovada especulación, definida por la actual configuración intelectual cómo choque de civilizaciones. La cordura dogmática evidentemente no puede ser destruida porque ello significaría la desorientación absoluta de la mente, además de la perdida de la sensación de seguridad que otorga el ser esclavo de un esquema psicológico-intelectual es decir de cualquier tipo de creencia doctrinaria. Así se facilita el argumento para el continuo conflicto, división, lucha y enfrentamiento.

        Los conceptos, principios y argumentos que brindan las creencias políticas, sociales, religiosas o económicas, dan a la mente la sensación de seguridad por la rigurosidad dogmática de sus aseveraciones y la ampliación del espectro especulativo que ofrecen para contrarrestar a los diferentes enemigos intelectuales que pueden persuadir a la mente de algo diferente a lo que se cree -lo que significaría crisis mental al quedar vacío el trasfondo psicológico- por eso dicha sensación de seguridad muta en confianza hacia el ideal doctrinario, lo que da nacimiento al fanatismo. Cuando la creencia ideológica es totalmente aceptada por el receptor, se convierte en el trasfondo psicológico, que es el esquema, la estructura, el molde de la mente, siendo esta figura, amoldada, esquemática y estructurada, lo que trasmite en definitiva la sensación de seguridad psicológica, intelectual.

       La obligación que se imponen así mismas las teorías, ideologías, creencias, doctrinas, de asegurar verdades [¿?] no les permite librase de su dogmatismo, pero es obvio que para los creadores de las mismas eso es intrascendente puesto que su objetivo es por la conquista de los espacios de poder, no por la conquista de la verdad. La creación o renovación de doctrinas, creencias, ideologías, teorías, se realiza con la finalidad de ofrecer algo nuevo con lo que el consumidor intelectual se pueda sentir renovado; todos conocemos la impronta psicológica que trae aparejado el pertenecer a algo, más si ello es distinto, y se ofrece como alternativa de verdad frente a las arcaicas especulaciones anteriores. Quien adopta una doctrina tiene la convicción de haberse incorporado al mundo del altruismo, lo que significa el pertenecer a algo con categoría de grandioso.

       Vemos como necesidad el pertenecer a algo, lo cual es exigido de manera inconsciente por el temor a la soledad, temor que moviliza la demanda de pertenencia en búsqueda de seguridad. El intento de escapar de la soledad se transforma en inevitable porque ella nos obliga al recuerdo permanente de nosotros mismos y al consecuente enfrentamiento con nuestras miserias interiores, lo que actualiza en nuestra conciencia ordinaria la vida desdichada y temerosa que tenemos. Es innegable que el mejor escape del obsesivo recuerdo de nosotros mismos, es la adopción de una doctrina, creencia, ideología, teoría, puesto que ello facilita la entretención psicológica que captura intelectualmente la mente permitiéndole olvidarse de la despreciable realidad de lo que somos. Nos agradan todo tipo de entretenciones -intelectuales o superfluas- porque ello distancia a la mente de todo el contenido del mundo interior que poseemos y que verdaderamente no nos agrada, de modo que toda y cualquier entretención se usa como evasión inconsciente de aquello que tememos y despreciamos recordar... nosotros mismos.

        Cuando el ser humano encuentra el encuadre mental, o sea, la entretención que encaja perfectamente con sus intereses psicológicos, se asocia a un bando particular, lo identifica como su lugar de pertenencia y eso lo separa momentáneamente de la obsesión que produce la soledad y el consecuente temor que trae aparejada.

        Cuando el ser humano se identifica con un bando particular automáticamente pone su grano de arena en el conflicto, división, separación, enfrentamiento que existe en el mundo, lo que significa colaborar con el mantenimiento de la crisis que nos asota como sociedad. La crisis que padecemos desde hace algunos siglos es antes que nada una crisis de ideas. Por un lado esta la incitación a tomar partido por alguna de ellas sin comprensión del vivir, y por el otro, su utilización para acabar con quien sustenta un pensar diferente, lo que nos a llevado a mantener el conflicto en estado latente. La utilización de la creencia ideológica como arma intelectual -que declarar la guerra en función de defender sus postulados a cualquier costo- nos ha revelado la incomprensión de la vida que ostentan los lideres del mundo además de demostrar que ello es lo que ha mantenido viva y actualizada a la historia. Esto demuestra que la crisis del mundo es enfrentamiento de ideas, de doctrinas, de creencias, que al sentirse dueñas de la verdad y auto-considerarse como vanguardias que tienen la misión de señalar al resto de los humanos -que no participan de sus dogmas- en que deben creer, sentir y como actuar, se permiten la auto calificación de oráculo divino para autorizarse así mismos la representación de Dios en la tierra. De este modo se permiten todo tipo de masacre, derramamiento de sangre y guerra, en nombre de su misión divina [¿?].

        Las ideas transformadas en doctrinas ideológicas son conflictivas en sí mismas, puesto que son delineadas con la finalidad de contradecir a las ya existentes, de modo que aparecen en el campo de batalla ideológico con el expreso fin de adueñarse de un espacio de poder que las demás desean -evidentemente- conservar, por lo que surge un automático y mecánico enfrentamiento, con la consecuente antipatía, división, confusión y conflicto que conlleva. De suerte que aquí se nos plantea una interrogante: ¿Cuál es nuestro posible aporte a la solución de los diversos y múltiples problemas que tiene nuestro mundo? ¿La afiliación a una creencia doctrinaria, a una ideología particular o el intentar resolver nuestras confusiones y conflictos internos?

        Es evidente que no existe ni una receta ni una formula masiva para la felicidad, mucho menos si viene envasada en una especulación del pensamiento como lo es la CID (creencia-ideológica-doctrinaria) que carecer de la principal cualidad de la felicidad... la ausencia de conflictos y confusiones tanto internas como externas. Al proponerse la ideología resolver el dilema de la infelicidad y la desdicha humana, fracasa en sus postulados desde su creación, puesto que ella misma lleva el sello del conflicto en su naturaleza, lo que significa la ausencia de la paz; requisito indispensable para tener claridad en el pensar y, el consecuente estado de felicidad interior.

        Una mente exenta de conflictos y confusiones, es obvio que es una mente pacifica, que no sufre contradicciones ni dramas psicológicos que la neuroticen, de forma que la propia ausencia de pensamientos especulativos sobre lo que debería ser permite la claridad en el pensar; condición elemental para ayudar a la solución de los dramas humanos, tanto colectivos como individuales, ya que es innegable que una mente conflictiva genera resultados de su misma cualidad, calidad y condición psicológica.

        Todo lo que nace del conflicto continúa siendo conflicto, por eso aquella paz que negocian los políticos no es paz en lo absoluto, sino un simple impasse que les da tiempo para prepararse para la próxima guerra. La paz negociada siempre es la continuación del conflicto... -por el odio con que queda el derrotado y por la desconfianza del vencedor que duda de la rendición incondicional y para siempre del vencido- lo cual deja al conflicto en estado psicológico latente, ¿ello no es paz... verdad? Todo lo que nace de una mente conflictiva sigue siendo conflicto, lo que significa ausencia de claridad en el pensar. El ejemplo más evidente de esta carencia la podemos ver en nuestros líderes y ello a su vez demuestra que no esta en manos de los demás y mucho menos en manos del CID la conquista de la paz que se necesita para abocarnos a la solución de los acuciantes problemas que tenemos como humanidad, sino que es una responsabilidad y una tarea nuestra el trabajar para encontrarla.

        La historia de la humanidad ha demostrado que toda ideación de lo mejor ha sido siempre lo peor. No ha existido ni existe nirvana ideológico ni reino de los cielos intelectual que pueda resolver nuestras crisis sociales, económicas, políticas, religiosas, ecológicas, educativas, bélicas y de salud. Esto lo podemos ver hoy en la concordancia sobre la ideación de lo mejor que tienen nuestros gobiernos: la mayoría son capitalistas y creen en Dios, pero los matices ideológicos que representan sus intereses materiales y psicológicos bastan para declarar la legitimidad del asesinato en masa, o sea, lo mismo que supuestamente los tendría que unir los separa. Ello es por una razón muy simple: cualquier CID es nada más que una pantalla de deseos que puede ser realidad siempre y cuando todos nos sometamos sin discusión a los caprichos intelectuales y a la interpretación que hace de ello el líder de turno.

        Las múltiples y variadas formas de ideación de lo mejor jamás han sido garantía alguna de paz, seguridad, equidad, justicia, racionalidad o iluminación, porque obviamente el ser musulmán y capitalista o cristiano y neoliberal o judío y socialdemócrata o hindú y progresista, solo crean en la mente enjambres psicológicos, que se acomodan de acuerdo a las conveniencias e intereses del momento para ser usados con la finalidad de que uno justifique al otro. Usan el ideal religioso para defender y justificar los intereses materiales, usan los intereses materiales para justificar el fanatismo religioso, justifican la guerra o el terrorismo con argumentos de la doctrina religiosa, usan la doctrina religiosa para lavar la conciencia avarienta y ambiciosa de dinero y poder, volviendo a la vieja idea de que la riqueza espiritual es la que justifica la riqueza material [¿?]... y así sucesivamente. O sea, el enjambre psicológico que ofrece la tradición y la cultura particular de cada lugar permite la mezcla y el disfraz intelectual donde cada líder, seguidor y simpatizante, pueden esconder su ausencia de cordura, racionalidad, coherencia y claridad de pensar.

        Nadie esta llamado a salvar el mundo, pero el egocentrismo nuestro de cada día nos lleva a inventar la salvación a través de las especulaciones psicológicas que luego se convierten en algún tipo de CID, con la pretensión de que cumplan el papel de Mesías intelectual -aunque ninguna especulación intelectual ha sido reconocida jamás como Mesías salvadora-. El intento de los intelectuales de ofrecerla en el mercado de las ideas como tal no cesa, esto fortalece la muralla que no nos permite ver que el problema de la humanidad somos nosotros mismos y nuestro intelecto con sus resultados: la economía, la política, la sociedad, pues ellas son la creación de nuestro pensar caótico.

        Los problemas del mundo, de la sociedad, de nosotros mismos, son los problemas que ha creado nuestra mente, nuestro pensar. El pensar crea los problemas mediante los postulados que sostiene a través del deseo, la ambición, las buenas intenciones, la violencia, siendo luego el propio pensamiento quien exclama Eureka... tengo la solución para dichos problemas... y se proyecta en una nueva especulación intelectual que contradice los antiguos postulados, deseos y ambiciones, proponiendo renovadas buenas intenciones que supuestamente resolverán los problemas.

        El pensamiento instaura los problemas, el propio pensamiento funda las supuestas soluciones, siendo estas supuestas soluciones las que continua y permanentemente se convierten en el ulterior problema a resolver, de modo que el pensamiento le crea problemas a la sociedad y la sociedad se los devuelve al ser humano en forma de crisis, lo que se transforma en el vicio establecido de la retroalimentación desde el pensamiento hacia la sociedad y desde la sociedad hacia el ser humano. Esta reciprocidad mantiene el habito eterno de poner al pensamiento al nivel de la divinidad, pues se supone que el pensamiento tiene la capacidad de encontrarle solución a todo [¿?].

        El pensamiento crea una sociedad con un tipo de cultura particular con hábito y tradición, esa sociedad, tradición, habito y cultura moldea a la mente y es el propio pensamiento quien decide refinar, perfeccionar y corregir esa sociedad, cultura, hábito y tradición, de acuerdo a lo que él considera que necesita después del análisis de lo mismo que él creo. Luego el pensamiento vuelve a protestar sobre su creación y decide que se debe reformar la reforma que él mismo reformó, lo que da como resultado las continuas trasformaciones de 360 grados [¿?].

        La ausencia de comprensión priva a la mente de la capacidad de ver que toda reforma del pensamiento es más de lo mismo, lo cual ha significado en la historia de la humanidad, que el paso por el poder que han tenido cada una de las creencias ideológicas no ha servido al propósito para el cual supuestamente sirven: ayudar a resolver el drama humano, exterior e interiormente. O sea, nuestras brillantes doctrinas ideológicas, no han servido para solucionar nuestro mundo exterior ni nuestro mundo interior.

        La ausencia de libertad en la mente nos ha llevado a confundir lo necesario con lo urgente y ello nos ha obligado a utilizar el pensar para que resuelva lo urgente sin nunca percibir lo necesario, lo que significa tenerlo permanentemente ocupado en obsesiones que demandan la ambición, el deseo, el egoísmo, el orgullo, los celos o la violencia, lo que resume el caos desde donde nacen cualquiera de las CID. Resulta entonces evidente que no es una mente adoctrinada la que nos puede ayudar a solucionar los dilemas de la humanidad, y ello nos deja a cada uno como responsables de nuestra vida y de la crisis del mundo, lo que significa que lo importante en nuestra vida es ver cómo ser libres en la mente para darle claridad al pensar y podernos liberar de todos y cada uno de los condicionamientos psicológicos que nos atan a la desdicha y que dan nacimiento a la confusión interna, la cual se hace extensiva hacia lo externo.

        Hemos creado un mundo que es un espejo de lo que somos, el cual esta basado en nuestras ambiciones, celos, envidias, orgullos, egoísmos, ilusiones, odios, rencores, violencias, vanidades, deseos, resentimientos, arrogancia, egocentrismos, avaricias; lo que hemos obtenido a cambio es una sociedad avara, violenta, indiferente, conformista, competitiva, egoísta, cruel y temerosa, que decide la solución de los problemas del mundo a través de lo que debería ser, exponiendo sus postulados especulativos en los mamotretos intelectuales que contienen la ideación de lo mejor; lo que permite despreocuparse por lo que es.

        La ideación de lo mejor, al ser la transformación de los hechos en ideas -con las consecuentes soluciones ideales- permite la despreocupación práctica de lo que es por estar la mente ocupada inconscientemente en la especulación intelectual del hecho. Pero esta situación hace creer a la mente que se encuentra ocupada en lo que es, en el hecho, sin percibir que no es así, pues se ha desviado del hecho en el momento mismo que comenzó a analizarlo, en el momento mismo que lo interpreto, de modo que lo importante pasa a ser la idea, no el hecho, lo que en la práctica implica la despreocupación de lo que es. Esa despreocupación inconsciente da nacimiento a la consecuente solución ideal, lo que obviamente jamás se transforma en solución duradera al problema que el hecho planteo.

        Ver el hecho desnudo tal cual es, es pensar racional y sensatamente en lo que es, de modo que ello nos da la racionalidad y sensatez imprescindible para su solución. El análisis, la interpretación del hecho, convierten al pensar en irracional e irrelevante, puesto que este tipo de especulación pertenece al ámbito intelectual particular de cada mente, mientras que el hecho en sí, no depende de ningún punto de vista particular... él es lo que es... independientemente de la interpretación de cada uno, del pensador.

        Pensar racional y sensatamente, es pensar seriamente en la solución de cualquier problema, pero es obvio que no podemos abocarnos a dicha tarea en la medida que continuemos alimentando los vicios y las miserias de nuestro pensar, debido a que toda solución que propongamos nacerá inevitablemente de nuestra confusión, de nuestra ausencia de claridad en el pensar. Por lo tanto, el primer problema que debemos abordar es el ver de que modo nos liberamos de todo tipo de condicionamiento y amoldamiento que nos priva de una mente inteligente, de una mente libre; mente imprescindible para ayudar a solucionar los problemas del vivir, tanto individuales como colectivos.  

        Hemos convertido al mundo en un tsunami caníbal que devora todo -a la sociedad mediante el hambre y la guerra, y al ecosistema a través de la contaminación y la devastación sin medida de la naturaleza-; a este moderno canibalismo lo llamamos progreso. Es obvio que parar al monstruo tiene un precio que afecta directamente a nuestra avaricia, egoísmo, violencia, ansias de poder (y el consecuente temor); de manera que nuestra ausencia de claridad en el pensar nos ha llevado a aceptar dicho ensayo de Apocalipsis como progreso, lo que significa que hacer cualquier cosa para pararlo es equivalente a detener el progreso. O sea, detener aquello que nos esta llevando lenta pero consistentemente al genocidio colectivo es ser troglodita [¿?] de suerte que definitivamente hemos terminado por aceptar a la estupidez como sinónimo de inteligencia.

        Las preguntas que necesitamos hacernos a continuación son ¿Qué grado de progreso mental tiene el progreso que hemos aceptado progresivamente como holocausto colectivo? ¿Qué tipo de progreso es el progreso que nos hace progresar progresivamente hacia el suicidio? ¿Es progreso alguno aquel progreso que progresiva y eficazmente descarta al ser humano y al planeta de su propio progreso? ¿Que progreso existe en el pensar cuando éste inventa un progreso que destruye al hombre y su entorno?

        Se defiende el supuesto progreso con uñas y dientes con el propósito de que todo siga igual, con la finalidad de que nada cambie; dicha defensa se encuentra auspiciada por la élite que se beneficia materialmente con la destrucción del planeta, a la cual le es indiferente el sometimiento y la decadencia de la mayoría de los seres humanos que se encuentran perjudicados por su fuente de usura. Para que todo funcione dentro del campo moral han creado un dogma -que transforma en pecador y troglodita a quien no está de acuerdo- sacrosanto: así funciona el mundo. A partir de esta sentencia final se espera que a nadie se le ocurra oponerse al progresivo progreso del holocausto silencioso que estamos viviendo puesto que hacer algo al respecto, con la finalidad que exista la mínima cordura en el vivir, es equivalente a ser un agitador profesional ignorante que debe ser beneficiado con el perdón de la elite, pues no sabe… como se mueve el mundo.

        Todos sabemos que una mentira muchas veces repetida se convierte en verdad, una vez aceptada como tal ello debe pasa automáticamente a ser sinónimo de aceptación ciega para encajar en la onda ideológica que prevalece en el mundo, pues lo contrario es estar a contramano de la historia [¿?]. Pero obviamente los hechos nos demuestran que aceptar mentiras impuestas como verdades incuestionables es lo que realmente nos ha llevado a estar permanentemente a contramano de la historia, lo que significa que siempre hemos estado a favor de la mentira ideológica y en contra de lo que sucede verdaderamente en la realidad; este hecho nos ha permitido ponernos en el lugar de víctimas que eternamente tienen la suficiente autoridad moral para lamentarse por lo que pasó.

        Lo que paso y pasa en la historia lo consideramos como hechos que no fueron parte de nuestra responsabilidad; lo que pasó y pasa con nosotros como individuos lo consideramos responsabilidad de los demás y de esa historia. Así no seríamos infelices a causa de nuestra ignorancia sino a causa de los demás, que no tendrían la claridad de pensar que nos adjudicamos. Sin embargo, los hechos nos demuestran que solo usamos la supuesta claridad para lamentarnos tardíamente de no habernos dado cuenta de lo que estaba sucediendo, hecho que tampoco alcanza para ser feliz ni para tener claridad en el pensar.

        La deficiencia de claridad en el pensar necesita ser justificada por el pensador para tener autoridad al opinar, de modo que imprescindible e imperiosamente debe transformar algo de su dominio intelectual en inteligencia, para lo cual recurre a la buena memoria y la verborragia. Esta buena memoria y verborragia son quienes se encargan de transformar las mentiras en verdades, usando para ello la información que guarda la memoria y la habilidad que tiene la verborragia para darle forma a lo que debería ser. El intelecto usa la memoria y la verborragia para darle forma al análisis y a la interpretación, dejándole a la verborragia la tarea de desarrollar y organizar el malabarismo de palabras que luego darán forma a la creencia-ideológica-doctrinaria salvadora. El pensador ha bautizado la tarea de asociar correctamente la información guardada en la memoria, con el nombre de creación, lo cual se asocia mecánicamente con inteligencia, pero es evidente que la habilidad es solo destreza, no inteligencia. De este modo, el nivel de creación del pensamiento depende de la habilidad y destreza intelectual que posea el pensador.

        La política, la economía, la cultura, la tradición, la filosofía, la psicología, la sociología, la literatura, la religión, no nacieron de la nada, todo ello fue creado y desarrollado por el pensamiento, lo que significa que la raíz del conflicto que enfrenta a las creencias ideológicas doctrinarias es la ausencia de claridad del pensador, que desde su confusión analiza los hechos y desarrolla las conclusiones de sus interpretaciones, las cuales terminan por esquematizar las disciplinas humanas y sociales, las que terminan enfrentándose para demostrar que son la verdad.

        Se utilizan las disciplinas humanas y sociales para certificar la valides que tienen los argumentos que exponen la supuesta verdad que deseamos ofrecer como solución masiva -en el caso de la CID- o para justificar nuestra acción o punto de vista particular, lo cual brinda la apariencia necesaria de seriedad en la exposición intelectual, pero que en realidad termina por dar nacimiento al dogma y la consecuente esquematización de la mente.

        Las disciplinas y las teorías son la creación de la mente en su desespero por darle claridad a su propia confusión. Dicha creación requiere de todo el esfuerzo y la habilidad que dependan del intelecto para aunar, de la manera más coherente posible, los análisis, justificativos, interpretaciones y argumentos que ayuden a certificar el intento de verdad que se pretende demostrar, todo ello con la finalidad de darle orden a la mente conflictiva. El esfuerzo realizado se ve recompensado cuando dicha exposición intelectual es adoptada por otros, los cuales se suman a la división ya existente, de modo que es la mente humana la que agita, promueve y crea el conflicto y la confusión en el mundo interno y en el mundo externo.

        La mente ve los hechos, el pensamiento los analiza desde su conflicto y termina por involucrar a la mente en su confusión, de suerte que esa mente confundida por el pensamiento, encarga al intelecto que produzca las soluciones pertinentes a los propios conflictos que el pensamiento articula, lo que significa que el circulo vicioso jamás tiene posibilidad alguna de quebrarse hasta tanto la propia mente no tome conciencia de aquello que permanente y reiterativamente esta alimentando.

        En la práctica de la vida diaria ello lo vivimos así: la mente de los lideres e intelectuales que asesoran al poder crean e inventan soluciones que luego son difundidas con un extraordinario despliegue de propaganda y publicidad, lo que imposibilita que los propios lideres, intelectuales y el pueblo, puedan ver que el real y único problema es la mente. O sea, la mente confusa y conflictiva inventa las soluciones, invitando a las demás mentes confusas y conflictivas -idénticas a ella- a participar en la práctica de la supuesta solución; solución que se transformara en el siguiente problema a solucionar lo que significa que todos se encuentran envueltos en la misma confusión, pero con la convicción… que es la solución.

        Es innegable que la mente, con su permanente conflicto y confusión, es la causa de la desdicha e inestabilidad tanto individual como colectiva que sufre el ser humano, puesto que la ausencia de claridad en el pensar produce todo tipo de desequilibrios que terminan por desestabilizar todos los terrenos en que se mueve el hombre, lo cual gesta de manera natural el consecuente sufrimiento. El haber aceptado al conflicto de la mente cómo el estado ordinario, común, autentico e innato, transforma automáticamente en normal el admitir que las especulaciones intelectuales sean el zenit del pensamiento y como consecuencia, las únicas que poseen la claridad para presentar soluciones a la confusión reinante, como así también a cualquier tipo de crisis. Al aceptar el parloteo incesante de la mente como uno de los síntomas de naturalidad, es obvio que cuando esta mente parlachina organiza sus especulaciones y obsesiones intelectuales en forma de teoría, da nacimiento a la teología, a las autoproclamadas ciencias económicas, políticas, sociales, humanas, psicológicas [¿?] y a todo tipo de teoría, filosofía,  creencias-doctrinarias-ideológicas: conjunto de abusos especulativos que -supuestamente- poseen el sello que otorga la sabiduría, lo que les permite mecánica y automáticamente el gozar de la seriedad y el respeto que se necesita para ser escuchadas y aceptadas como las poseedoras de claves imprescindibles que dan luz y salida a cualquier crisis.

        La ausencia de silencio en la mente obliga al ser humano a buscar un refugio psicológico que se convierta en el organizador que ordene el desorden que produce el pensamiento a través del parloteo incesante, para lo cual dicho refugio debe tener determinadas cualidades que le permitan esconder la insensatez, la histeria, la locura, la irracionalidad; y quien reúne todas esas cualidades son las ofertas intelectuales y las entretenciones psicológicas. Encontrar ese refugio psicológico se transforma en imprescindible por la sensación de locura que trasmite el parloteo, de suerte que encontrar patrones de pensamiento en los cuales vea representados sus intereses: materiales, intelectuales, emocionales, psicológicos, sentimentales, moralistas; la mente  inmediatamente se resguarda detrás del argumento que le de la mayor sensación de seguridad, de estabilidad, de orden. Es así como nacen los seres de izquierda, derecha, centro [¿?], católicos, budistas, judíos, musulmanes, nazis, nacionalistas, obsesionados por el sexo, el deporte, la pareja, la seguridad, la familia, la moral, la fidelidad, y cuanta filosofía barata les permita escapar del temor a la locura.

        La mente consciente solo conoce el desorden que produce el parloteo incesante con su consecuente conflicto y confusión, lo que significa que los intereses particulares deben ser incorporados a una concepción intelectual más amplia que le den un sentido masivo, con la finalidad de evitar la sensación de egoísmo que martiriza a la mente acrecentando la confusión. Cuando estos intereses se acoplan a un colectivo intelectual de connotaciones globales la mente siente un tipo de protección que disipa el temor que produce el alienante egoísmo, de modo que cuando la mente logra acomodar sus intereses particulares entre especulaciones intelectuales generales se siente a resguardo por tener la seguridad de que pertenece a algo.

        Es innegable que la mente necesita esa sensación puesto que el temor produce paranoia, histeria, violencia, odio, celos, envidia, ambición, egoísmo, orgullo, resentimiento, insensatez, irracionalidad, avaricia, etc., o sea, locura ocultada en el callado parloteo interno de la mente.

        El ocultarse en un refugio -como lo es cualquier tipo de creencia colectiva o individual- permite al pensamiento organizar el desorden -no desecharlo ni trascenderlo- lo que significa ordenar el desorden por medio de una guía intelectual que logra, en los laberintos de la mente, esconder las miserias humanas, cambiándolas  por conceptos y principios nobles y altruistas, de modo que pone a flote aquello que supuestamente es de interés general con la finalidad de ahogar las carencias y miserias personales. Para ello nada mejor que los principios ideológicos, las doctrinas, las creencias, el moralismo, el patriotismo, las distracciones y entretenciones, las escalas de valores, las teorías, las filosofías, la espiritualidad, la caridad, el voluntarismo, las teorías, etc.

        Este enjambre de especulaciones mentales permiten sumergir las miserias humanas en el trasfondo psicológico al compactarlas en el refugio intelectual que representan los nobles y grandes ideales, lo cual les facilita el argumento para su existencia sin culpa y, por lo tanto, sin necesidad de transformación. Las miserias humanas pasan, de aquí en más, a tener un sostén argumentativo que las justifica, puesto que… el fin justifica los medios. El odio, la competencia, el egoísmo, la avaricia, la violencia, los celos, el fanatismo, la enajenación, la ambición, pasan a ser virtudes necesarias para obtener la meta propuesta, de modo que están justificadas en el nivel conciente de la mente al tener -ahora- una razón de ser, pues son imprescindibles para defender la verdad que representa tanto la creencia individual como la colectiva. Ello les da la sensación de sentirse a resguardo del pensamiento anárquico [¿?] que no se encuentra encasillado en un punto de vista fijo, esquemático, amoldado, dogmático, puesto que se supone que ese pensamiento deja a la deriva a la mente y ello obviamente es peligroso.

        La creencia grande o pequeña, individual o colectiva, filosófica o casera, obsesionan y fijan la mente en un punto de vista intelectual único, exclusivo, estático, que se transforma en dogma inamovible por ser la columna que sostiene el andamiaje del pensar esquematizado, desde donde se comanda, se organiza y se planifica el resto del mundo psicológico anárquico que todavía no se a subyugado a la creencia superior. Ello tiene la finalidad de evitar posibles perturbaciones que puedan reflotar el temor.

       El temor debe ser el primer secuestrado o disfrazado en el refugio psicológico. El parloteo incesante de la mente es el temor distrayéndose con miles de pensamientos; el punto de vista intelectual es el temor distrayéndose con el parloteo de la mente centrado en un punto fijo, exclusivo. En otras palabras al temor lo debemos disfrazar haciéndolo aparecer como el dueño del refugio u ocultarlo en el sótano más profundo de dicho refugio psicológico, puesto que él es el único que tiene el poder de paralizar, cegar, trastornar y obnubilar la mente.

        El punto de vista intelectual juega el papel de organizador frente al parloteo incesante de la mente, agrupando en un solo pensamiento a los miles de pensamientos que contiene el parloteo, de modo que ese pensamiento exclusivo se encarga de estructurar a todo pensamiento anárquico para que encajen en el molde que les dará una razón para seguir existiendo, lo cual es posible debido a la capacidad que tiene el punto de vista ideológico para canalizar hacia la doctrina a cuanto pensamiento exista dentro de la mente.

        El punto de vista ideológico canaliza el odio y el resentimiento y lo convierte en pasión para defender los principios, de modo que le da un justificativo racional para su existencia; y así con todas y cada una de las miserias humanas, ya que el esquema y el molde psicológico creado por el punto de vista ideológico necesita ser resguardado a cualquier precio y para dicha tarea todo sirve: la avaricia, la violencia, el rencor, los celos, el resentimiento, la ambición, el egoísmo, etc. A este reciclaje de miserias humanas puesto a disposición de la creencia ideológica doctrinaria, se le llama fidelidad, coherencia, pasión.

        La supuesta pasión con que se justifican las miserias humanas puestas al servicio del más estupido ideal, son la fuente de donde se nutre el fanatismo, de suerte que son nuestras miserias humanas las que nos convierten en fanáticos, no la doctrina a la cual estas miserias prestan sus servicios. La doctrina o creencia solamente canaliza lo que ya se tiene en la mente, el alma y el corazón, poniéndolo a su servicio.

        El pensamiento adoctrinado le designa el lugar de portero al fanatismo en el refugio psicológico por ser quien garantiza la restricción de ingreso de cualquier idea ajena al dogma aceptado como verdad. El fanatismo cuidará celosamente la posibilidad de contaminación intelectual producida por especulaciones diferentes a las aceptadas como verdad revelada, puesto que ello significaría el resquebrajamiento del molde mental que creó el punto de vista ideológico que terminó estructurado como creencia-ideológica-doctrinaria.

        Antes de llegar a ese punto, en nuestro mundo interior sólo existen las miserias humanas, el ego y todos sus componentes, lo que posteriormente es reciclado por la creencia particular que inventamos o la creencia colectiva que adoptamos. Una vez que esto se ha concretado psicológicamente, el miedo pasa al sótano mental, ya que el funcionamiento del intelecto se encuentra ocupado en la verborragia y el análisis de la doctrina, de modo que el continuo alimento intelectual de la creencia se encarga de entretener a la mente disipando de esta manera al miedo.

        El pensamiento analítico es el intelecto interpretando, el pensamiento inconsciente es el intelecto creyendo que sabe, de suerte que cuando el pensamiento logra suprimir -mediante el reemplazo intelectual a través del pensamiento analítico e inconsciente- a todo aquello que realmente le afecta, logra disipar el temor de la mente conciente.

        La ausencia de temor momentáneo que produce la ocupación intelectual dedicada al análisis, a la interpretación de los hechos externos y las consecuentes suposiciones subjetivas sobre lo que debería ser, es lo que le trasmite al ser humano la sensación de seguridad y la consecuente ausencia de miedo. Mientras el pensamiento se encuentre ocupado e interesado en cualquier tipo de asunto ajeno y externo al mundo interior del ser humano, la sensación de seguridad continuara, puesto que ello es una entretención psicológica que permite la evasión de aquello que perturba y que evidentemente queremos evadir: nuestras miserias humanas. Lo serio es trascenderlas, no evadirlas, lo que significa enfrentarlas tal cual ellas son. El deseo de cambiarlas o transformarlas en algo distinto a lo que son es la principal motivación que impulsa al hombre a la adopción de cualquier creencia, teoría o simplemente un argumento.

        El pensamiento está permanentemente haciendo esfuerzos para encontrarle solución al temor, siendo ese esfuerzo el que intenta cambiar los defectos en virtudes, y es el mismo vano esfuerzo quien termina por agotarlo. El agotamiento que sufre el pensamiento obliga a buscar una salida y ello lo conduce a la diversión, al entretenimiento, al juego de cualquier índole: físico, intelectual, social, psicológico, cibernético, etc., con la finalidad de evadir la tortura que trae aparejada la obsesión que lo esclaviza. Los juegos preferidos son aquellos que brindan cierta cuota de placer con descarga física y psicológica de miserias humanas: noviazgo, fútbol, familia, patriotismo, teorías, creencias, moralismo, sexo, ideologías, doctrinas, pornografía, argumentos, internet, etc. Cualquier juego que se elija para zambullir la ignorancia es estimulado por el pensamiento debido a la descarga de tensiones que proporciona el expurgo de obsesión y a la ausencia de temor que se vive mientras se practica, lo que evita el recuerdo y el enfrentamiento con las miserias humanas.

        El ego se identifica con cualquier juego, entretención o distracción que contenga la cualidad de alejar el temor y el recuerdo de las miserias humanas porque así se evita enfrentarlos. Adoptar una doctrina, creencia, ideología o un equipo de fútbol para liberar justificadamente la miseria del odio, el rencor, el resentimiento, la ambición, el complejo de inferioridad, el egoísmo, la inconciencia, es el deporte favorito de la deshonestidad puesto que ello no obliga a nadie a transformarse. Esta es la razón por la cual el conjunto de la sociedad tiene como habito el adquirir algún tipo de diversión intelectual, entretención psicológica o juego irrelevante: nos permite escapar por un tiempo limitado de la vida miserable y desdichada que tenemos, a cambio de lo cual podemos seguir vendiendo la imagen de lo que no somos.

        El seguir manteniendo viva la basura egocéntrica que nos somete a la desdicha nos facilita evidentemente el autoengaño -que permite no pasar por el calvario que significa la decisión voluntaria de enfrentar la causa de nuestras miserias- ya que el ignorar el hecho de que nuestras miserias humanas son la creación de nuestro propio pensamiento nos permite culpar a los demás por la vida miserable que tenemos.

        La sociedad y por lo tanto, el ser humano, transforma en importante todo aquello que sirva para disimular su narcotizado mundo psicológico, puesto que la otra opción es ser honestos el mismos y eso significa tratar a la mentira como mentira y a la verdad como verdad, no querer transformar a las miserias humanas en virtudes, simplemente porque no lo son; al juego como juego y no en algo serio, porque no lo es; tomar a las entretenciones y distracciones psicológicas o intelectuales como información y no convertirlas en algo sublime, porque lo intrascendente jamás ocupará ese lugar. Pero nuestra hipocresía, ignorancia y deshonestidad, nos lleva a darle valor y trascendencia a todo lo que justifique y logre sepultar lo realmente importante, que es vernos libres del miedo, de la desdicha, de la obsesión, del sufrimiento.

        La pericia del intelecto para desarrollar conceptos, argumentos y teorías que luego se convierten en cultura y tradición con la finalidad de justificar, intelectual y psicológicamente, todo tipo de mezquindad y miseria humana, es sorprendentemente rutinaria pero, a pesar de que la rutina crea lo mismo -siglo tras siglo- seguimos dándole el mismo grado de veracidad a las idénticas mentiras que suponemos son el pasaporte al paraíso. Estudiamos, nos recibimos, trabajamos, nos casamos, tenemos hijos, los criamos, nos desgarramos por nuestro club favorito, amamos a la patria, somos idealistas, creemos en Dios, somos moralistas y honestos [¿?] pero a pesar de toda esta receta infalible -de cuanta tradición y cultura haya existido o exista- la desdicha sigue siendo lo único fiel que hemos obtenido de este pasaporte falso.

        La verdad es que nos gusta mentirnos y que nos mientan y ello nos satisface porque nos permite seguir iguales: indiferentes y conformistas sin nada que arriesgar para transformarnos.

        Hemos creado un mundo despiadado, cruel, egoísta, competitivo, avariento, indiferente, resentido, violento, fanático, conformista, porque nosotros somos así. El mundo no es así desde la nada, el mundo no es así por casualidad o porque nosotros somos diferentes a él, el mundo es el reflejo de lo que somos; lo que somos, eso es el mundo. No somos algo aislado del mundo o un producto independiente de él. El abuso, la crueldad, la violencia, el egoísmo, la explotación, la guerra, no son ejecutadas por nadie ni por la nada en nuestro mundo, son ejercidas por nosotros, involucrados en ello directa o indirectamente, pasiva o activamente. Comprender que somos la fuente del problema que afecta al mundo es dar el primer paso para ayudar a solucionar la desdicha, el sufrimiento y el dolor que definimos como crisis.

        El mundo no crea problemas por sí solo más allá de los métodos, formulas, teorías, doctrinas, creencias e ideologías de las creadas por el hombre. El mundo por sí mismo no creo propuestas ideológicas que contradijeran las creadas por el hombre, lo que supondría enfrentar al mundo y al hombre, tampoco el hombre dejó de optar por conceptos intelectuales hechos por el mundo y creados por nadie y por la nada. El pensamiento humano desarrollo las doctrinas, creencias e ideologías, lo que supone las propuestas de cómo vivir, siendo el propio hombre quien las adoptó y las puso en práctica; el resultado de ello está a la vista, es lo que hoy nos toca vivir.

        El fuego no se apaga con gasolina, lo que significa que la creación de una nueva doctrina, que contradiga y enfrente a todas las existentes, seria más de lo mismo. El mundo actual no se gobierna basado en nada, es gobernado por creencias ideológicas doctrinarias: políticas, religiosas, económicas, todas las cuales han sido inventadas, creadas e ideadas por el pensamiento, así, los efectos y las consecuencias de cómo funciona el mundo son nuestra exclusiva responsabilidad, puesto que la cosecha que hemos obtenido es el resultado de nuestra siembra intelectual.

        No se puede pensar que los líderes neoliberales, progresistas, católicos, conservadores, fundamentalistas, revolucionarios [¿?], liberales, musulmanes, budistas, judíos, republicanos o terroristas, dirigen y gobiernan nuestras vidas sin apoyo de nada ni de nadie, que se encuentran en el poder sin que nadie los eligiera, los reconozca o les rinda culto; ellos están en el poder con nuestra venia explicita o implícita, por acción u omisión, por nuestro activismo o pasividad, por conformismo o indiferencia.

        Los líderes del mundo se encuentran en el poder y digitan la conducción del mismo con nuestro beneplácito activo o pasivo, propagandizando y dándonos los lineamientos psicológicos-intelectuales inventados por el pensamiento -los mismos que defendemos o en última instancia aceptamos desde la vereda o el balcón- o sea, desde cualquier posición que tengamos terminamos por admitirlos sin el menor cuestionamiento, porque creemos que el pensamiento puede dar solución a la crisis que él mismo creo.

        Es evidente que cuando un hecho es convertido en idea, la solución intelectual solo puede ser una ilusión, una utopía, una quimera, y aspirando a lo máximo... una metáfora, una alegoría, un secreto esotérico, por que ello nunca puede dar solución a lo real porque el hecho y la idea no tienen relación alguna, ambas no pueden coexistir ya que la realidad transita por los rieles de los hechos mientras que la idea lo hace por los rieles de la teoría, la suposición, la creencia, la doctrina, la ideología, el análisis, la interpretación, la especulación, lo que significa que no tienen un lugar común donde encontrarse, en el cual la ideación de lo mejor pueda servir objetivamente para darle soluciones a lo real, a los hechos que componen los problemas de la realidad.

        La ideación de lo mejor es el pensamiento intentando conectarse con la realidad por medio del análisis, la interpretación. Para describir los hechos el pensamiento cuadricula la realidad con una serie de disciplinas que él mismo ha elevado al nivel de ciencia, lo que da apariencia de seriedad a la interpretación. La mezcla de todas las disciplinas en un solo mejunje intelectual que tiene por finalidad diagnosticar el problema y su posible solución son en realidad y, nada más que, prólogos del subsiguiente problema a solucionar.

        El pensamiento no sólo cuadricula la realidad, sino que por sobre todas las cosas y antes que nada cuadricula la mente, siendo esta esquematización psicológica la que da nacimiento al intento de encuadrar intelectualmente la totalidad del vivir y la vida. Para ello el pensamiento ha inventado ciencias denominándolas sociales y humanas, con la finalidad de dar veracidad científica [¿?] a sus especulaciones cerebrales. Estas divagaciones intelectuales mantienen en el poder a los ideólogos profesionales instalándolos en el candelero de la fama de la erudición, lo cual los transforma automáticamente en autoridades ilustradas las que se encuentran autorizadas para delinear el derrotero a seguir por el resto de la sociedad, ya que ellos son los especialistas en las ciencias [¿?] que dan crédito a sus visiones. Obviamente el nuevo camino señalado será la ruta del próximo accidente que paralizará el transito del mundo con los consecuentes daños colaterales, ante lo cual nuevamente saldrán a la palestra los especialistas para diseñar un nuevo camino y si es necesario un nuevo mapa.

        El principal inconveniente para vislumbrar la causa de todo problema es la ausencia de silencio en la mente. Esta ausencia de silencio en la mente, causada por el parloteo incesante, desliga a la mente de la realidad, de lo que es, lo cual es suplantado por lo que debería ser, por aquello que se sueña y se desea que fuera. Así, el parloteo lleva a la mente a soñar despierta, y es el relato y la trascripción de estos sueños lo que designamos como creencia ideológica doctrinaria. El sueño explicado es la ilusión intelectual deseando ser realidad. El sueño explicado es la ilusión que tiene el intelecto desde el primer big-bang de estar conectado con la realidad. La narración del sueño es el intelecto demostrando su habilidad para que se lo considere inteligente para lo cual relata el sueño lo más cuerda y coherentemente posible, lo que a su vez le permite disimular la obsesión que abruma a la mente; obsesión que conocemos como parloteo incesante de la misma.

        Cuanto mayor cantidad de argumentos exponga la obsesión, tiene más posibilidades de ser masivamente recepcionada por la humanidad, cuanto mejor sea explicada la locura, más posibilidades tiene de recibir el premio Nobel. Nadie esta dispuesto a describir y relatar hechos porque todo esta dirigido e incentivado hacia el camuflaje perfecto de la locura, para lo cual hemos llegado al extremo de considerar dicha habilidad merecedora de premios nobeles millonarios. Describir y relatar hechos obliga a fijar la mente en lo que es, en lo real, no en sueños esperanzadores abarrotados de ilusiones utópicas que solo pueden prometer, mientras el mundo se da vuelta en la pesadilla creada por el intelecto, por el pensar.

        Usamos el intelecto para fortalecer promesas que nos aseguren esperanzas, para perfeccionar ilusiones que garanticen la realidad de nuestros sueños, para materializar especulaciones que supongan soluciones a los problemas eternos que hemos creado. El pensamiento ha ideado, planificado y diseñado el proyecto intelectual de los discursos políticos, sociales, económicos, religiosos, filosóficos que guían y determinan nuestro vivir. La planificación creada por el pensamiento se transformó en el diseño social, en la cultura, en la tradición que amoldan y condicionan nuestras acciones con el resultado conocido que el propio pensamiento no tuvo la capacidad de ver, de modo que ello lo convierte en la causa de la desdicha humana. Los efectos de la producción intelectual creada por el pensamiento que cosechamos son las políticas hipócritas, invasionistas y guerreras, economías avarientas elitistas e indiferentes, sociedades violentas, racistas y nacionalistas; dando como resultado final sida, hambre, miseria, marginación, explotación de niños, trabajo esclavo para inmigrantes, prostitución infantil, drogadicción, etc.

        Habituar a la mente al pensar intelectual con la finalidad de que encuentre solución a cuanto problema se presente es lo que no nos ha permitido ver que el propio pensamiento es parte del problema, lo cual ha derivado en la ausencia de inteligencia, y ese si que es el más grave de los problemas, por ser esta la única herramienta que tiene la capacidad de librarnos de aquello que el pensamiento creó.

        En función de lo dicho hasta aquí, resulta innegable que para que surja la inteligencia debe existir silencio en la mente, o sea, el parloteo debe cesar para dejar el vacío necesario que necesita la inteligencia para operar, ello nos llevara a comprender la arrogancia con que hemos adornado al intelecto y la consecuente confusión creada por el pensar.

        El intelecto ha sembrado la ignorancia cosechándola luego en calidad de sabiduría. Para que exista ignorancia alguien la tiene que haber sembrado en el campo de la mente, y el único agricultor que se adueñó de ese suelo -luego de expropiárselo a la inteligencia- es el intelecto, el pensamiento. La ignorancia consiste en la información autoevaluada por el pensamiento como verdad, la cual es usada por el intelecto con la autoridad que ello implica. Esa autoridad que da cualquier supuesta verdad supuesta, es la que usa el pensamiento para exponerla en formato de opinión, argumento, justificativo, idea, teoría, creencia religiosa, doctrina, teología, filosofía política, ideología económica. Esa información autoevaluada como verdad es la ignorancia -que reserva la memoria en el trasfondo psicológico- porque la verdad no es una información, una idea, un argumento, ni lo que debería ser ni la ideación de lo mejor, de modo que la información autocalificada es la ignorancia transformada en creencia, ideología o doctrina.

        El pensamiento, al transformar la ignorancia en sabiduría permite que el intelecto se arrogue para sí la cualidad de la inteligencia. De esta manera, es cada intelecto particular quien selecciona la información guardada en la memoria, lo que mecánicamente define como su verdad. A partir de esto, se arroga la autoridad para producir cuanta especulación intelectual se le ocurra sobre cualquier tema.

        La memoria presta la información, el pensamiento y el intelecto analizan e interpretan, para luego elevarla al nivel de creencia doctrinaria, idea sobre..., argumento a favor o en contra de..., justificativo o condena a..., o simplemente en mera opinión sobre lo que se desee. Para realizar este proceso mecánico la mente prescinde por completo de la inteligencia, pues su presencia no permite la función mecánica y automática en la mente a la que esta habituado el pensamiento. La presencia de la inteligencia en la mente es la ausencia por completo de cualquier proceso mecánico, automático y autista, por ser la acción de la inteligencia percepción instantánea, captación desnuda de lo que es y no recuerdo, análisis, interpretación o reacción premeditada de lo que fue o de lo que debería ser.

        Ante un hecho el pensamiento analiza y saca sus conclusiones, el intelecto lo cataloga como positivo o negativo, la memoria lo guarda en forma de conocimiento psicológico, quedando a disposición para ser usado a favor o en contra de acuerdo a lo que necesite el pensamiento ante un desafío de la vida. Este conocimiento psicológico, o sea, la conclusión, es la fuente y la esencia de toda creencia doctrinaria, como así también de todo argumento u opinión; es el que permite la ideación de lo mejor o de lo que debería ser. Esto sólo es posible en el campo psicológico del deseo ilusorio, ya que es el único campo que le da validez a la utopía, evidenciando la inexistente relación entre la ideología, la teoría, la doctrina, la idea, con lo real, con la realidad, con lo que es.

        La doctrina, la creencia, el dogma personal, son la puesta a punto de la locura disfrazada de genialidad intelectual.

        La realidad del mundo actual al ser descrita, sitúa a quien lo realiza en la posición de fundamentalista del Apocalipsis, pero el pensamiento considera que sus invenciones ideológicas son la mejor receta para encontrarle solución al problema del mundo, aunque lo único que tiene para ofrecer son esperanzas colectivas e individuales con sus consecuentes promesas a cumplir en el futuro.

        La esperanza precisa ser alimentada por el intelecto para sobrevivir, puesto que de lo contrario la desesperanza crece y eso hace ingresar a la mente en el desespero, de modo que el comienzo de la desesperanza promueve la actividad del pensamiento para encontrar argumentos que sigan sosteniendo a esta espera con ansias. Esta tarea que se impone el pensamiento, ciega la visión de la inteligencia, visión imprescindible para percibir el desgaste y el desvío de energía: esta última se necesita para penetrar toda ilusión y descubrir el sin sentido de la misma.

        Para penetrar la profundidad de la mente es indudable que se necesita de toda la energía que surge desde el silencio, puesto que el pensamiento es el desgaste de dicha energía en especulaciones que distraen y entretienen a la mente en el análisis. De esa manera, la ilusión que representa la esperanza termina por destruir toda posibilidad de descubrir el engaño que encierra el propio pensamiento con sus análisis e interpretaciones psicológicas-intelectuales. Estas últimas narcotizan a la mente con la droga de la ilusoria solución que el pensamiento ansía que suceda, pero en realidad terminan por destruir la posibilidad de descubrir la realidad, lo que somos.

        La distracción de la realidad es consecuencia de la búsqueda que supone el pensamiento es la perfección, traducida en la suposición de lo que debería ser. La búsqueda de la perfección es el mayor desliz hacia la ilusión, puesto que para ello el pensamiento parte de lo que especula sobre lo que es la felicidad. El modelo perfecto es el ídolo que el pensador admira, lo cual le permite la comparación entre lo que él es y lo que él supone que su ídolo es, lo que se traduce en la meta, en lo que debe conseguir ser.

        La comprensión de lo que somos y el consecuente abandono de conseguir la perfección, es la satisfacción que da la aceptación de ser lo que uno es sin continuar con el deseo de alcanzar la ilusión del cómo deberíamos ser, ya que como deberíamos ser no existe excepto para el pensamiento insatisfecho, miserable, que se proyecta en dicha ilusión con la finalidad de negar la realidad, de negar su insatisfacción, su miseria.

        La esperanza de concretar -algún día- lo que el pensamiento sueña con ser, esclaviza a la mente en el eterno futuro, lo que permite que ignore y escape del presente, de la realidad, de lo que realmente es, y eso no le permite ver la miseria interior, como tampoco la miseria exterior que ayudó a construir, lo que conoce como sociedad. Este mecanismo de escape suprime la visión que permite ver lo ilusorio que es perseguir cualquier tipo de perfección psicológica puesto que ello es sólo lo que el pensamiento proyecta por decisión propia sobre la perfección, de modo que solo vemos las utopías bosquejadas por el pensamiento sobre sí mismo, pero nunca la perfección.

        El pensador sólo tiene la posibilidad de ver la realidad desde el mismo lado del velo utópico que proyecta su pensamiento, de manera que ve la realidad desde el trasfondo que ha bosquejado su pensar, lo que significa que termina utilizando la realidad como espejo que siempre le proyecta el reflejo de aquello que él ha ideado sobre ella [¿?].

        La importancia que le damos y que tiene la idea, es de tal magnitud que suplanta a la realidad, a lo que es, de suerte que el hecho en sí -desnudo, cruel- tal cual es, desaparece; el pensador usa a la realidad como sótano que sirve para guardar y confirmar el punto de vista con el cual mira a la vida y al vivir. O sea, la importancia que le damos a la idea nos hace ver a la realidad como el espejo que certifica lo correcto de nuestra interpretación intelectual sobre la misma, de manera que la interpretación termina utilizando a la realidad como sótano del pensar, lo que significa que la realidad siempre está confirmando para la mente el punto de vista con el cual mira a la vida y al vivir... El hecho ha desaparecido.

        La idea que nos formamos -sobre lo que sea- se transforma en el sinónimo de la verdad, cuando en realidad es un simple injerto intelectual entre lo que es y lo que debería ser aceptado por el pensador a causa del placer que provoca el pensamiento ilusorio, utópico, esperanzador, consolador, que termina fijando en la mente este debería ser como el hecho real, suplantando así a los hechos que hacen a la realidad cómo lo único real.

        El injerto que realiza el pensamiento entre la realidad, el análisis e interpretación de la misma (idea sobre el hecho) y las consecuentes conclusiones (punto de vista), siembra en la mente el habito de la obsesión intelectual con la consecuente importancia que pasa a tener la ideación de lo mejor, lo que significa en el vivir el estampar en la mente el hábito costumbre de la obsesión analítica, el parloteo permanente como sinónimo de sanidad mental y lo pensado como lo equivalente a la verdad.

        Dicho injerto intelectual pasa a engrosar las filas del enjambre psicológico que sustenta el parloteo incesante de la mente, con la cualidad de convertir al pensar en un sistema mecánico, esquemático, automático, que centra al pensamiento en el hábito de la constante asociación de ideas, lo cual le da una sensación de orden a la mente. Tal sensación de orden se sustenta en la coherencia que representa el argumento, el análisis, el juicio, la justificación, pero se queda en la sensación de orden porque todo intento de la mente por ordenarse así misma es imposible, de modo que la doctrina, el ideal, juegan el papel de ordenadores del desorden que implica el enjambre intelectual-psicológico.

        La idea sobre el hecho da cierta sensación de orden por ser el método mecánico que encontró el pensamiento para desligarse de lo que es, de la realidad, ya que ningún hecho permite desligar a la mente de lo que es, de lo que no le agrada, pero sí lo hace la interpretación, el análisis, la asociación de ideas, porque el pensamiento puede armar, inventar y diseñar conclusiones que le agraden a la mente de acuerdo a su conveniencia o a sus intereses.

        Para la mente es imprescindible el encontrar un tipo de evasión que la distraiga de la locura, de modo que encuentra ese parque de diversiones en el juego intelectual psicológico de ordenarse así misma, de manera que el ordenar su locura se transforma en el hábito eterno, la costumbre ordinaria, el trabajo permanente, la dedicación y la acción del segundo a segundo del pensamiento. La mente necesita imperiosamente darle un lugar a la locura para descansar de ella porque la obsesión que le produce el parloteo sin cesar le causa sufrimiento y la subsiguiente neurosis. La locura es sólo obsesión y toda obsesión es locura oculta o explicita, la que con el tiempo lleva a la degeneración de las células cerebrales, y ello termina en la demencia.

        El pensamiento que no logra distribuir ordenadamente el juego intelectual del argumento sólido, la justificación coherente, la conclusión compacta, el razonamiento consolidado, deja expuesta a la mente a la demencia, lo cual es la locura no permitida por la sociedad, lo que en la practica de la vida diaria significa el aislamiento del resto de los locos que todavía mantienen cerrada la boca con respecto al parloteo que los martiriza pero que no exponen abiertamente, ya que es innegable que si cada uno expusiera abiertamente todo lo que piensa durante el día, los propios familiares y amigos serían los encargados de internarlo en un manicomio... ¿verdad?. Estamos fuera del loquero solamente porque no expresamos en voz alta lo que nuestra mente piensa durante todo el día.

        Ordenar la locura interna es lo que más provoca la desesperación del pensamiento -por ello transforma el juego intelectual en el valor supremo de la mente y lo evalúa como producto de la inteligencia- porque supone que si no logra ordenar su mundo psicológico en un tiempo prudencial, la locura invadirá definitivamente la mente Para que el desorden ordenado tenga alguna validez y auto consideración de normal, se supone que debe ser llevado adelante por alguien que tenga autoridad psicológica y goce de la máxima calificación, y la única habilitada para dicha tarea es la inteligencia, de suerte que el pensamiento califica gratuitamente a la habilidad discursiva, a la buena memoria, a la charlatanería sofista, al argumento irrebatible, al malabarismo de palabras, con la autoridad y la calificación de inteligencia, con la finalidad de que se apruebe su cordura [¿?].

        El sin numero de habilidades y debilidades psicológicas calificadas de inteligentes [¿?] que son utilizadas para justificar la ignorancia especulación intelectual, locura,  histeria, fanatismo, violencia, egoísmo, insensatez, ambición deben esa calificación al malabarismo de palabras creado por el pensamiento que auto-considera cualquier defecto como virtud. Es obvio que la auto-consideración de dichas miserias como inteligentes tiene valor solamente en el ámbito de la estupidez, ya que es imprescindible dicha valoración con el fin de sublimizar todo aquello que roza la imbecilidad.

        Este acuerdo global sobre la categoría de inteligente, es lo que ha premiado con tal calificativo a los creadores de doctrinas-ideologías-creencias-teorías a quienes alcanzaron el éxito, la fama, el poder, se hicieron millonarios u ocuparon lugares destacados en la academia o en la literatura. Pero esas son habilidades que no rozan la inteligencia, puesto que la misma es percepción instantánea, no el recuerdo ni la práctica repetitiva de algo.

        La cualidad que le adjudica el pensamiento a la buena memoria y a la habilidad como símbolo perfecto de inteligencia, es lo que ha facilitado la confusión del papel que juega cada herramienta en la mente, como así también la suplantación de lo común por lo extraordinario, lo estúpido por lo inteligente, etc. Una vez que es aceptada la suplantación (por conveniencia de la mayoría frente a su ausencia de claridad en el pensar) la equivalencia queda aceptada como verdadera por el solo hecho de ser conveniente para todos. El resultado de todo esto se traduce en la mente cuando termina aceptando la obsesión, el parloteo, la locura, como la forma normal de vivir, de este modo se produce la automática condena del silencio.

        Al ser la obsesión, el parloteo, el hábito que posee a la mente sin pausa durante las 24 horas del día, los 365 días del año, desde que se nace hasta que se muere, es obvio que al silencio lo identifiquemos como la cualidad de la mente de los descerebrados, de los que no son inteligentes, de los que no piensan, etc. El culto endiosado del pensamiento, en cualquiera de sus niveles, le ha permitido al mismo ser el juez, el fiscal, el acusador que se da la facultad de decidir la suerte, el destino y el lugar que ocupa cada cosa de la vida y del vivir, sin importar la veracidad de esa decisión. El pensamiento acusa, condena, juzga, y decide, lo cual siempre termina por ser inapelable.

        La valoración que realiza el pensamiento sobre sí mismo, se convierte en la única autoridad que evalúa, juzga, determina y que se da la razón sobre la certeza de su apreciación, de manera que todo aquello que intente desplazarlo a un segundo plano se verá condenado por ese mismo pensamiento como elemento marginal e intrascendente, de escaso valor e importancia. Esta es la más clásica de las opiniones del pensamiento sobre el silencio.

        El pensamiento se juzga así mismo como la máxima creación de Dios, de la naturaleza, de la vida. Esta autovaloración le da automáticamente la adjudicación de la patria potestad sobre las demás herramientas de la mente, lo que termina significando -por auto deducción mecánica del propio pensamiento- que todo aquello que nazca y sea de su elaboración, es inteligente.

        La autovaloración de inteligente permite al pensamiento la transformación de lo falso en verdadero, de lo que no es en lo que es, de lo que debería ser en verdad, así, considera irrefutables sus especulaciones intelectuales y creaciones psicológicas.

        El pensamiento no tiene la capacidad de verse a sí misamo tal cual es, ya que solamente su capacidad se limita al análisis, a la interpretación, de modo que la percepción imprescindible para observarse es reemplazada por el autojuicio, la autovaloración, la autoconsideración, etc., o sea, el narcisismo intelectual que encuentra la limitación de sus conclusiones en el contenido de la memoria, lo que significa que la autovaloración que realiza el pensamiento sobre sí mismo no tiene relevancia alguna frente a lo que realmente es, ya que lo que es sólo puede ser captado por la percepción, no por el análisis, el recuerdo, la especulación, la interpretación, la descripción, el relato, la comunicación.

        El análisis, la interpretación, transforman a lo que es en una idea sobre el hecho que determina lo que es; la idea sobre lo que es, es el análisis del pensamiento acerca del hecho concreto, objetivo, exento de especulación intelectual. El análisis es el camino intelectual por el cual el pensamiento hace transitar a lo que es para deformarlo en una idea. Una vez que el pensamiento termina de transitar el camino del análisis, surge como resultado la conclusión y cómo destino la consecuente ideación de lo mejor, que ya se ha transformado en idea pura, descartando por completo al hecho desnudo tal cual es, lo que significa que el pensamiento logra suplantar el lugar de importancia y privilegio que tiene el hecho sobre la idea, por medio de la especulación intelectual. Eso hace que de aquí en más la idea pase a ser lo importante, no el hecho.

        Desplazar el hecho a las penumbras de la realidad, le permiten al pensamiento gobernar al mundo y a la vida individual de las personas a través de la especulación, la utopía, la ideología, la suposición, el dolor, la ideación, el deseo, la doctrina, la creencia, lo que debería ser, la esperanza, la conclusión, la interpretación, la ilusión... todo lo que es el resumen del temor.

        Ante la presión que ejerce el temor la mente reacciona a través del análisis, la especulación y la conclusión, siendo la memoria la encargada de guardar dicha información en el archivo que cataloga como experiencia, al cual recurrirá cada vez que el vivir le presente un desafío parecido sin percibir que nada de eso le servirá puesto que no existen los problemas viejos: todo y cualquier problema es nuevo. Este proceso reaccionario se repetirá tantas veces como hechos sucedan en el vivir, siendo este hábito el que termina transformando en mecánico al pensamiento. Esta reacción automática es la que lleva al pensamiento -con la ignorancia e inconciencia del propio pensamiento- a la auto consideración de que él tiene la capacidad para resolver todo, cómo así también a ignorar y desconocer a las demás herramientas de la mente: inteligencia, percepción, alerta intuitiva, las cuales sí tienen la capacidad de resolver verdaderamente los problemas.

        Este habito es el que convierte a la memoria y al pensar en las únicas herramientas conocidas de la mente, y lleva al ser humano a deducir que son las herramientas adecuadas para comprender el vivir y la vida, porque supone que tienen la cualidad de la inteligencia. De allí que asocie a las creaciones intelectuales y a la buena memoria con el equivalente de inteligencia, como así también a sus análisis, deducciones, exámenes, tesis, conclusiones e interpretaciones.

        La inteligencia jamás se reconocería a sí misma como inteligente, eso en realidad es estúpido, le esta reservado al pensamiento, puesto que sólo lo estúpido puede catalogar al perfecto recuerdo y a la especulación intelectual nacida de su creación cómo sinónimo de inteligencia y ello lo realiza, sin ningún tipo de empacho el pensamiento, de modo que se hace obvio que estas equivalencias impiden descubrir que hemos terminado catalogando a la obsesión, al parloteo, a la locura, a la especulación, como inteligentes.

        Suplantar a la inteligencia por las reproducciones y creaciones del pensamiento, transformo a la ignorancia y al temor en los dueños de la mente humana y por lo tanto, del mundo, para lo cual el pensamiento le dio a la filosofía, a la teología, a las ideologías políticas, a las variadas y múltiples creencias espirituales y religiosas, a la psicología, a la literatura, a la sociología, etc., el estatuto de ser las supervisoras de la sabiduría. Así, este abanico de malabarismos especulativos intelectuales psicológicos, son los que determinan lo que es sabio y lo que no lo es, de suerte que cualquiera de estas divagaciones del pensamiento deciden lo que es falso e incorrecto, cómo también lo que es correcto y verdadero.

        Es innegable que la ausencia de inteligencia en la mente, es la causante del agravamiento y de la multiplicación de los problemas, con la consecuente desdicha colectiva. Cuando el hombre discute sobre teorías e intereses y no hechos, el pensamiento se endiosa y empieza a proponer soluciones que se sustentan en sueños intelectuales, esperanzas psicológicas, utopías especulativas, las cuales terminan por ser -en el mejor de los casos- inútiles y paupérrimas reformas sobre lo mínimo de lo más mínimo, reforma que luego se convertirá en el posterior problema a resolver.

        El circulo vicioso creado y alimentado por el pensamiento es la practica del Apocalipsis en cuotas, puesto que es el pensamiento y sus soluciones [¿?] quienes han diseñado, esquematizado y creado la sociedad en que vivimos. Para demostrar esto bastaría con describir los problemas que nos aquejan como humanidad, y con ello además comprobaríamos que las profecías sobre el Apocalipsis algo de verdad guardan en sí.

        La retroalimentación del pensamiento hacia la idea, y el resguardo de esta última en la memoria para luego ser reformada con nuevas iluminaciones intelectuales, es la esencia del círculo vicioso de la mente sobre el cual se mueve la crisis del mundo. El pensamiento propone cómo solución su vieja y arcaica formula intelectual: teoría, doctrina, ideología, creencia, ideación de lo mejor con un maquillaje especulativo renovado -imprescindible para ser creíble- ante lo cual se rinde la humanidad para convertirse en seguidora de la propuesta intelectual del líder, lo que termina significando que la rueda de la ignorancia ha girado de nuevo y nosotros hemos comprado todos los boletos de la calesita psicológica, la cual nos hará girar nuevamente en la arcaica promesa y la vieja esperanza, todo lo cual se encuentra sustentado en el antiguo sueño que nos ilusiona con que mañana todo irá mejor [¿?]. La consecuencia subsiguiente de tamaño infantilismo psicológico es la desilusión. De modo que la pregunta que se impone a continuación es: ¿de que nos desilusionamos?

        El círculo vicioso de la ignorancia lo hemos inventado, creado, retocado, maquillado, reformado, lo hemos aceptado como la única alternativa posible -aunque siempre termine siendo un fracaso- por eso... ¿de que estamos desilusionados?... ¿del mundo?, ¿de los demás?, ¿de nosotros mismos?... ¿de que?

        Es obvio que las creaciones del pensamiento no le pueden dar solución al drama humano, lo que significa que nos debemos cuestionar ¿no existe una manera distinta de vivir? ¿No existe una acción de la inteligencia o sólo existe la reacción del pensamiento? ¿No tenemos la posibilidad de tratar con los hechos desnudos tal cual son sin la intermediación de la especulación intelectual? El mundo se despedaza y nosotros seguimos aplicando la misma formula intelectual que el pensamiento ha creado para solucionar los eternos problemas que el propio pensamiento ha creado. De suerte que una cosa queda clara con todo esto y es que no nos estamos haciendo los locos... somos locos ¿verdad? Pero a no preocuparnos, nos encontramos a salvo, nadie nos encerrará porque este esquema de pensar es el aceptado como... lo psicológicamente cuerdo [¿?].

El pensamiento tomó por asalto y se atrinchero en la mente  manteniendo cómo rehén a la inteligencia.

        El pensamiento es la única herramienta de la mente capaz de crear confusión y conflicto con la finalidad de sobrevivir y reinar sobre la inteligencia, la percepción, y anular al silencio. El análisis, la especulación, el argumento, el parloteo, la obsesión, la opinión, la interpretación, son las municiones que lanza el pensamiento para mantener vivas las explosiones que sustentan el ruido con que aniquila al silencio.

        Es innegable que mientras exista ruido en la mente el silencio estará ausente, y mientras el silencio se encuentre ausente la mente se encontrara privada de la inteligencia, puesto que la inteligencia no puede operar mientras el pensamiento se encuentre en actividad: el silencio es el hábitat de la inteligencia y sólo desde ahí ella puede operar. Cuando existe ausencia de movimiento en la mente, cuando el pensar se encuentra en reposo, o sea, en el estado de absoluta paz mental, es cuando florece la inteligencia y actúa sobre el presente activo.

        Siendo la inteligencia la fuente de la creación, es evidente que su accionar sólo puede funcionar en el aquí-hora, en el presente activo, lo que se convierte en la antítesis del pensamiento, este no puede ser creativo ya que mantiene su existencia apegado a los tiempos psicológicos del pasado y del futuro, de forma que el pensar se moviliza desde el pasado hacia el futuro y desde el futuro regresa al pasado, usando al presente como trampolín que le permite saltar el presente y como consecuencia toda y cualquier creación posible. El presente para el pensamiento solamente es tiempo para recordar o proyectarse, de modo que lo único no presente en el presente del pensamiento es el presente. El pensar se encuentra en el presente recordando o proyectándose, lo que significa que nunca esta presente en el presente, de modo que el aquíahora es solo un pasaje para transitar hacia las dos dimensiones psicológicas que abarcan al tiempo que no existe: pasado y futuro. Ello significa que la ausencia de presente en la mente la obliga al constante análisis del pasado porque supone en su creencia que así entenderá lo que ya sucedió y que ello dará como resultado obvio la comprensión de lo que esta sucediendo [¿?]. Mientras realiza este masoquismo intelectual la realidad continúa produciendo hechos que naturalmente la mente se perderá por estar ocupada en entender lo que pasó... y así hasta el fin de sus días.

        No ver la inutilidad de este masoquismo intelectual es desperdiciar el presente que en definitiva es lo único que se puede vivir realmente, puesto que el hábito al cual nos lleva esta masturbación mental es el de tratar constantemente de descifrar hoy lo que paso ayer, ejercicio que inevitablemente distrae a la mente de lo que esta pasando ahora, lo que a su vez será analizado, explicado y entendido mañana. O sea, jamás estamos presentes en el presente.

        Este vicio intelectual-psicológico en realidad es el simulacro de claridad con el cual el pensamiento intenta disimular su confusión y la consecuente ignorancia sobre la comprensión de sí mismo, puesto que el simulacro abarca el supuesto entendimiento pero... de lo que ya paso. Este mecanismo de retroceder la realidad al ayer no tiene ninguna relevancia en el presente puesto que en la práctica de la vida diaria ha quedado demostrado que dicho mecanismo no ha prestado ninguna utilidad para resolver los problemas y las desdichas que contiene el mundo presente.

        El presente, sus retos, desafíos y problemas, está sucediendo, aconteciendo  ahora, pero la mente se encuentra entretenida con la interpretación y el análisis del pasado, pero para que el simulacro aporte una supuesta luz al presente, el pensamiento propondrá soluciones pero... para el futuro.

        Innegablemente la vida y el vivir son algo dinámico, activo, vivo, que se encuentra en constante movimiento, lo que significa que cuando el pensamiento pretende aplicar su solución futurista a los problemas del presente, dicha solución queda obsoleta, porque en el hoy todo cambió. Este mecanismo nos termina demostrando que todo análisis, interpretación, con su consecuente conclusión realizada hoy para entender el ayer y dar soluciones a los problemas del presente que se resolverán en el futuro es nada más que la práctica de la ignorancia de la mente que no se conoce así misma y que ni siquiera puede percibir que lo único que ha obtenido con este mecanismo durante toda la vida es desilusión, incredulidad y desconfianza, con el consecuente sufrimiento y la desdicha que surge al descubrir que no se puede confiar en el líder, el gurú, el maestro, el sacerdote, el gobernante. En este punto aparece la inseguridad y todo lo que se obtiene es nada más que el temor al descubrir que estamos solos y que en nadie podemos confiar.

        Buscamos en quien confiar porque no tenemos confianza en nosotros mismos, lo que nos lleva a ser dependiente de todo aquello que auto consideremos nos puede dar seguridad para evadir el temor, y esta es la razón por la cual terminamos confiando en promesas y esperanzas. La falta de conocimiento propio es la causa del temor a la soledad, a la pobreza, a la enfermedad, a la oscuridad, a las tormentas eléctricas, al futuro, y en definitiva a la muerte. De este modo, de manera que el buscar refugio en una imagen, un líder, un culto, una doctrina, una creencia, un equipo de fútbol, con la finalidad de escapar del temor, refleja la total ausencia de conocimiento propio, conocimiento sobre sí mismo, conocimiento sobre el mecanismo del pensar, conocimiento sobre la causa por la cual nos agradan o nos desagradan las cosas, conocimiento sobre la causa de nuestros fanatismos, conocimiento sobre la causa por la cual adoptamos creencias, doctrinas, fundamentalismos o equipos de fútbol.

        Es innegable que la ausencia de conocimiento propio convierte a cualquier otro tipo de conocimiento en irrelevante porque se convierte en un simple instrumento de uso intelectual con el cual se pretende suplantar a la sabiduría, de modo que es usado con la finalidad de rellenar aquello que nos hace falta interiormente: comprendernos a nosotros mismos y como consecuencia a la vida.

        La ausencia de conocimiento propio es la fuente que propicia e incita al pensamiento a ocuparse de asociar ideas, alimento fundacional que hace surgir al temor. El temor se alimenta de la asociación de ideas, nace al comparar lo que conviene con lo que no conviene. El sentir que se esta insatisfecho con la vida, lleva al pensamiento a ver la inconveniencia que es el morirse, de modo que es obvio que se desea morir una vez que uno se encuentre satisfecho totalmente con la vida, y ello incita al pensar a la comparación de lo conveniente versus lo inconveniente.

        El no-conocimiento sobre sí mismo, o sea, la esencia de la ignorancia, es la fuente que inventa, crea y transforma a miles de deseos fútiles, en necesidades y en leyes de la vida. Pero en el fondo el ser humano sabe que eso no es ni necesario ni ley alguna, de modo que la contradicción entre lo que es y lo que se desea que fuera, incita al pensamiento a la especulación psicológica con la esperanza y finalidad que dicha especulación le de alguna seguridad ¿? -sobre lo objetivo y real que son sus deseos y lo necesario que es satisfacerlos para alcanzar la felicidad- puesto que ello le permitiría alejar la inseguridad que le produce dicha contradicción. La mente con ausencia de conocimiento propio debe llenar con deseos y necesidades el vacío que produce la ignorancia de suerte que no tiene otra alternativa que no sea el creer que la satisfacción de sus deseos la llevara sin escalas al paraíso o en su defecto encontrar la respuesta que contenga la solución de los misterios de la vida, para lo cual el pensamiento recurre a todo tipo de especulación intelectual-psicológica con la finalidad de encontrarse con dicha respuesta que, según supone, existe y que lo llena todo.

        Es obvio que la mente desconoce que aquello que lo llena todo no es una respuesta intelectual-psicológica, puesto que la satisfacción total solo se encuentra en una mente exenta de conflictos, confusiones, contradicciones, lo que significa comprender desnudamente lo que es. La comprensión desnuda es la respuesta que trae como consecuencia la satisfacción, la respuesta es la comprensión desnuda que satisface por eximir a la especulación intelectual-psicológica… causante de todo conflicto y confusión.

        Innegablemente toda respuesta intelectual es irrelevante ante la vida y el vivir, ya que ninguna respuesta de esta índole satisface ni trae paz mental elemento imprescindible para comprender es sólo el trampolín que da pie para que la propia respuesta se convierta en la siguiente pregunta. Una respuesta para dar satisfacción tendría que ser final, pero para ello la vida, el vivir y nosotros mismos tendríamos que ser algo fijo, inamovible, estático, incuestionable. En ese mundo muerto la respuesta intelectual encajaría perfectamente como solución final al enigma que sería la vida. Pero ni la vida ni el vivir ni nosotros somos algo muerto, fijo, inamovible, estancado; la vida, el vivir y nosotros, pertenecemos a la dinámica del movimiento, del cambio, de la transformación, no a la dimensión de lo inerte, de lo muerto, de modo que ninguna respuesta del intelecto es la respuesta. Pero sí lo es la comprensión de todo esto.

        La comprensión no es la traducción intelectual de lo que es, la comprensión es la visión desnuda sin interpretación de ninguna índole. Traducir intelectualmente lo que es, es la respuesta que da el intelecto a lo que no acepta, de modo que intenta modificarlo para que encaje en sus conveniencias e intereses, lo cual le permitiría tener seguridad, puesto que se da por sentado que solo lo que tiene claro el intelecto es verdad, lo que en la practica de la vida diaria termina por ser el temor.

        Tenemos el convencimiento de que el pensamiento tiene la capacidad para esclarecer todo, lo que nos a llevado a depositar en él -por sus conclusiones y respuestas- la fe de lo que es verdadero. O sea, si el pensamiento responde y nosotros quedamos conformes a raíz de que dicha respuesta se acomoda a nuestros intereses materiales, intelectuales o psicológicos, ello automáticamente lo adoptamos como verdad. La creencia que nace a continuación es la de estar seguros de que comprendemos, esa es la consecuencia lógica al aceptar la respuesta que nos conviene, pero ello obviamente ni nos hace comprender, ni es verdad.

        Ni el intelecto ni el pensamiento tienen la capacidad de comprender; ellos analizan, interpretan, concluyen, y se aprueban así mismos dando por entendido el hecho que desmenuzaron, de modo que la comprensión es suplantada por decisión del intelecto y el pensamiento por este entendimiento intelectual, lo que significa la ignorancia del intelecto y el pensamiento sobre la percepción y su capacidad para comprender.

        La percepción es la herramienta de la mente que tiene la capacidad de captar sin la necesidad del análisis, la interpretación, la conclusión o aprobación -previa o posterior- lo que significa ver lo que es, desnuda y cruelmente. El pensamiento analiza, la comprensión ve; el pensamiento especula, la comprensión percibe.

        La percepción prescinde del pensamiento para comprender, el pensamiento cree que debe analizar para comprender, de forma que al estar el ser humano sometido a la dictadura del pensamiento, le parece lógico que las soluciones que propone el pensar sean las únicas valederas y que tienen sentido, y esto provoca la despreocupación por el carácter transitorio de las soluciones reformistas que propone el intelecto y el pensar.

        Como el pensamiento y el intelecto esclavizan a la mente con un parloteo incesante sobre sus especulaciones analíticas, la misma se encuentra en un estado de trastorno académico con status de normal, lo que significa en la practica del vivir, ausencia de paz mental y locura permanente pero... permitida, lo cual es la fuente desde donde nace la solución que propone el pensar, de manera que se transforma en obvio que dichas soluciones jamás tengan carácter de duraderas y permanentes porque la mente que las propone carece de la paz necesaria para comprender el reto que la realidad le presenta.

        El pensamiento en su autodeterminación de líder de la comprensión ha intentado dilucidar el misterio que la vida es, además de plantear soluciones a los desafíos que surgen en el vivir, y en esa tarea -para disimular su ignorancia- ha diseñado distintas guías teóricas que ha intentado elevarlas al nivel de ciencia para darle carácter de verdad indiscutible, o de creencia con peso psicológico para que sean irrefutables. Ejemplo de esto último son las creencias religiosas, esotéricas, místicas, teológicas, espiritualistas, filosóficas, etc.; de lo primero, las psicologías, sociologías, filosofías, teorías políticas, económicas, sociales, culturales, etc. En este afán de esclarecer tanto nuestros dilemas existenciales como el dar soluciones a los problemas que él mismo ha creado en la realidad cotidiana, el pensamiento se perdió en el laberinto del análisis especulativo, convirtiendo a la mente en un mercado de ideas. Es ese mismo mercado quien crea el atolladero que entrampa a la mente impidiéndole percibir, ver, observar sin opciones, estar alerta desnudamente.

        El mercado de ideas internas ha condicionado a la mente a un amoldamiento mecánico que obedece a un pensar repetitivo, imitativo, automático, donde toda auto consideración se da por sentada que es así. Estas auto consideraciones especulativas son el sustento del amoldamiento, siendo el más común y vulgar de ellos la escala de valores.

        La construcción de la escala de valores es el sello final del amoldamiento de la mente a los puntos de vista fijos sobre el bien y el mal, lo justo e injusto, lo correcto e incorrecto, lo moral e inmoral, etc. Pero al ser el pensamiento quien elige los valores a ser respetados y tenidos en cuenta, cómo así también los defectos despreciables y desechables, es el propio pensar quien se limita a sí mismo al esclavizarse a su propia gestación auto valorativa.

        A partir de esta creación valorativa, cuando en la acción del vivir contradecimos uno de estos valores, la culpa y la condena martirizan a la mente a través de la tortura psicológica, puesto que sometemos a la mente a la contradicción entre lo que es y lo que debería ser. Nuestra acción fue hacia la izquierda, pero la escala de valores estaba en la derecha; el pensamiento se condena porque la acción lo contradijo, de modo que al no haber coherencia entre el pensar y el actuar la culpa y la condena se adueñan de la mente, el pensamiento se martiriza a sí mismo por saber que él creo para sí la ideación de lo mejor pero hizo algo distinto, o sea, por pensar una cosa y hacer otra. La acción ha contradicho lo establecido por el pensar, de modo que el propio pensar descubre que sus valores inamovibles son absolutamente flexibles, frágiles, endebles, inconsistentes, lo cual lo lleva al masoquismo psicológico; en vez de darse cuenta que sus autovaloraciones no tienen relación alguna con el vivir y la vida, puesto que ni el vivir ni la vida son entes rígidos, esquemáticos, inamovibles, fijos, muertos, el pensamiento elige condenarse y culparse.

        El pensamiento elige, determina y fija las pautas que él considera importantes, lo cual se convierte en el punto de vista que será regido por la escala de valores. Esto implica el amoldamiento de la mente a una pauta, a un molde, a un patrón de pensamiento fijo, estático, mecánico, automático, que sólo verá como agradable, simpático y amigable a todo aquello que se identifique con su manera de pensar, o sea, a todo y a todos los que piensen cómo él... Todo el resto ingresara en la categoría de enemigo o será desechado a la columna de la indiferencia.

        El establecer puntos de vistas fijos produce conflictos internos que se extienden hacia el exterior, terminando por dividirnos, separarnos los unos de los otros.

        Los puntos de vista individuales o colectivos teorías, creencias, ideologías, doctrinas son la cuna de toda guerra, de cualquier conflicto, de todo enfrentamiento, porque ello nos separa individualmente o nos divide en segmentos masivos. La guerra se produce porque un segmento considera su ideación de lo mejor como suficiente argumento para asaltar al segmento que no se somete voluntariamente a su ideación. Es obvio que el segmento asaltado se defenderá porque su consideración es la mejor, de modo que la ideación de lo mejor es la causa de toda guerra, y ello nos revela que la guerra en todo tiempo fue y es un enfrentamiento de ideas, lo que significa la confrontación de lo mejor en contra de lo mejor... obviamente idealmente hablando [¿?].

        Cualquier conflicto bélico que hoy examinemos nos permitirá comprobar que toda guerra es antes que nada una guerra de ideas sustentada en, lo mejor para el otro [¿?]... lo cual incluye la argumentación de cualquier terrorismo, puesto que su accionar es motivado por su ideal [¿?]... Toda acción bélica es motivada por la ideación de lo mejor, por lo que se piensa que debería ser, de modo que el suelo donde se siembra todo conflicto es en el terreno de la mente individual mucho antes que ella se traslade al terreno que se define como teatro de operaciones.

        El sin número de conflictos que mantenemos con nosotros mismos lo podemos ver reflejado en el mundo exterior, puesto que el mundo exterior es solo el reflejo del granito de arena que aportamos al conflicto generalizado.

        El pensamiento ha creado el problema, el propio pensamiento se plantea solucionarlo, y ello es el mayor impedimento para encontrarle solución, puesto que primero crea los intereses -escala de valores- a ser defendidos y luego actúa en consecuencia, lo que significa que, pautar lo que supone importante es en sí mismo el conflicto porque todo lo importante -para la mente- debe ser resguardado a cualquier precio. El panorama por lo tanto es que el problema y el consecuente conflicto están planteados, la guerra es el desenlace final.

        Hemos sobrevalorado al pensamiento sin ver -ni examinar- todo lo que él es capaz hacer y hacernos. A pesar de ello seguimos rindiéndole culto y usando sus argumentos para menospreciar al silencio y a la inteligencia que surge de él, lo cual es igual a confiar la paz del mundo a Bush y a Bin Laden.

        Diseñamos la vida con el pensar; el vivir cotidiano contradice nuestra ideación de la misma, pero retornamos al pensamiento para que encuentre el porqué las cosas no salen como nosotros deseábamos, de manera que hemos perdido toda capacidad para darnos cuenta que el vivir constantemente contradice nuestros planes psicológicos e intelectuales... Pero a pesar de ello seguimos depositando toda nuestra voluntad y fe en que sea el pensar quien resuelva nuestra vida. Pero el diseño que dibuja el pensar sobre nuestra vida es la confusión.

        Al diseñar una vida que esta fundada en lo que debería ser, es evidente que el pensar se encuentra en oposición a lo que es, al vivir y a la vida. Pensamos que la vida debería ser así, pero cómo no lo es... sufrimos... De modo que para no sufrir la mente debería optar por la única opción que nunca ha probado: dejar de especular y estar alerta a lo que es; ya que ver lo que es como es, libera a la mente de la especulación intelectual y, por lo tanto, del sufrimiento y el temor.

        La confusión y el conflicto se establecen en la mente como hábitos del vivir, lo cual es alimentado por el diseño intelectual-psicológico que dibuja el pensar con el formato de lo que se desea que fuera. La vida es, pero al contradecirla con lo que se desea que la vida fuera, el pensar por medio de la esperanza instaura en la mente el conflicto, la confusión, porque confronta a la realidad, a lo que es, al hecho, con algo subjetivo, abstracto, como es el pensar basado en el deseo de que la vida sea así, de acuerdo a como uno la proyecta, la ilusiona intelectualmente. Toda proyección intelectual es subjetiva; todo hecho es objetivo. El deseo del pensamiento de poner al mismo nivel de realidad, los hechos y las ideas, conduce a la mente del pensador a la imposibilidad de ver que ello es en sí mismo el conflicto, puesto que el esfuerzo y la energía que se desgasta en este malabarismo intelectual, centran al pensador en el pensamiento sobre sí mismo, lo cual obviamente disipa la energía que se necesita para penetrar y descubrir la esencia de la confusión, la raíz del conflicto, del parloteo, de la obsesión.

        El pensar es el ejercicio que produce en la mente la ceguera, lo cual no permite la visión desnuda de lo que es, porque el pensamiento en acción se transforma en la actividad única de la mente, de modo que el pensador no puede disponer de otra herramienta de la mente para tener claridad, percepción, libertad, puesto que el pensamiento en actividad es a la paz mental lo que la guerra es a la vida.

        El pensamiento juzga, condena, argumenta, teoriza, opina, supone, sugiere, cree, analiza, convence, especula, intelectualiza, sueña, ilusiona, proyecta, adoctrina, critica, etc., siendo estas las motivaciones que tiene para no cesar en su parloteo incesante-mente-permanente que ni siquiera le permite pensar en lo que piensa.

        Cesar la actividad del pensamiento significa para el pensador el fin de la existencia, es el sinónimo de locura con el consecuente temor, miedo, terror, ya que el pensar es lo único que conoce y lo realiza mecánica, automática y autistamente. El fin del pensamiento es para el normal de los mortales… la muerte. Pero en realidad el fin del pensamiento es el principio del silencio, no la muerte… excepto para el ego. El problema entre el silencio y el pensador surge a partir de la mudez del silencio, ya que este no tiene opinión o argumento alguno, de modo que el silencio, al no manifestar ni ofrecer ningún tipo de seguridad verbal, desconcierta al pensador que encuentra en su parloteo incesante su mundo conocido, o sea, la sensación de seguridad que da el saber que uno piensa […] Estúpido ¿verdad? El pensamiento intenta ofrecer todo tipo de seguridades a través de los eternos ensayos, teorías y presunciones intelectuales-psicológicas que desarrolla con la finalidad de encontrarlas. Como este ejercicio verborrágico de interminables malabarismos de palabras no lo realiza el silencio, el pensador termina por desecharlo pues lo asocia con la cuna del temor.

        Es así como el pensamiento da al pensador una sensación de total independencia puesto que se piensa a sí mismo como libre. Es obvio que el pensamiento que se piensa a sí mismo como libre no lo es puesto que tiene como prueba de ello su propia autoafirmación, necesitando de ello para auto convencerse, pero ninguna libertad necesita de auto evaluación, ni auto convencimiento, puesto que la libertad es. Cuando el mismo pensador que se considera libre desea liberarse del pensar -por cansancio, agotamiento, aburrimiento o frustración-   es el propio pensamiento quien se encarga de mostrarle su esclavitud al continuar con su actividad independientemente de los deseos de dejar de pensar del pensador, de modo que el pensador se encuentra atrapado en su propio enjambre que contradicen su teoría de libertad con la realidad que le muestra el pensamiento al manejar su vida -ya que él no lo puede hacer- cuando se supone que es el pensador quien maneja al pensamiento y no el pensamiento al pensador, lo que significa que el pensar se transformó en el pensador y el pensador se transformó en el pensamiento.

        Cuando esta mutación acontece el pensador le declara la guerra al pensamiento por un corto periodo hasta que se rinde, hecho que lo sumerge definitivamente en la ceguera puesto que ¿cuál es la posibilidad que tiene el pensador de descubrir que el pensamiento es el problema una vez que se ha hecho uno con él? Es obvio que el pensador ni siquiera sospecha que él y el pensamiento son lo mismo, de modo que ¿como se libera de aquello que ni siquiera sospecha y mucho menos ve como problema?

        El pensador embutido en el pensamiento se encuentra cegado frente al hecho que revela que el pensamiento ha envuelto y cercado a la totalidad de la mente sin dejar espacio ni lugar para ninguna otra actividad o herramienta que ésta pueda usar -su única y exclusiva actividad es pensar, o sea, parlotear u obsesionarse- de modo que la inteligencia, la percepción, la claridad, etc., solo serán palabras, nombres, que usará el pensamiento en su intención de transformarlas en sinónimo del pensar.

        Ante esta situación de confusión absoluta, la única opción para despertar es de índole exterior… una gran crisis. Sólo una gran crisis tiene la capacidad para desectructurar el esquema mental y el enjambre psicológico creado por el pensar. La crisis pone en jaque todas las verdades [¿?] creadas por la mente, cuestionando todos los valores y creencias que el pensamiento a elevado a nivel de suma importancia y a dimensiones de verdad absoluta. Son estos valores y creencias los que esquematizan y amoldan la mente y alimentan el parloteo, la obsesión y el miedo.

        Una mente parlanchina con el consecuente temor proporciona al pensador la ceguera absoluta para que el pensamiento pase total y absolutamente desapercibido como el creador y el factor esencial de todo problema; tanto interno como externo. El pensamiento obtiene frente al pensador un libertinaje absoluto que el pensador no puede controlar, siendo este mismo desvasaje y descontrol el fertilizante del miedo, lo cual nos lleva a la ecuación: a mayor pensar más miedo; a mayor miedo mas especulación. Esto constituye y sustenta el círculo vicioso de la asociación de ideas y el consecuente temor.

        El pensador, para entender el enjambre en el que se encuentra envuelto necesita de una tregua entre él y el pensamiento, y quien proporciona mejor que nadie este impas es la crisis, porque ella quiebra la rutina mecánica a la cual se encuentra esclavizado el pensador, de manera que ella lo obliga al cuestionamiento de la validez de sus argumentos, teorías, opiniones y creencias.

        La crisis no permite el continuar mintiéndose a sí mismo -razón por la cual todo el mundo la detesta- puesto que nos pone frente a lo que realmente somos y nos despoja de toda ilusión, sueño, esperanza, especulación, o sea, nos deja solos y desamparados ante lo que realmente somos, aniquilando lo que pretendemos y proyectamos ser.

        Toda crisis es desagradable porque desnuda nuestras miserias, mentiras y ventila la hipocresía de aquello que pretendemos ser. La crisis desorienta los esquemas y moldes intelectuales-psicológicos que sostenemos como verdades absolutas y certezas inmutables. La crisis revuelve, mezcla, arremolina los moldes psicológicos y los esquemas intelectuales, estableciendo como norma el desorden mental con la consecuente imposibilidad de poder tener una sola idea en donde apoyar la cabeza y seguir manteniendo la aparente cordura que representamos y pretendemos tener cuando la crisis esta ausente.

        En este estado de anarquía psicológica existe la única posibilidad de ver lo inútil del pensamiento como salvavidas de cualquier conflicto, confusión, desasosiego, desorden o maraña mental; además de la consecuente inutilidad para los momentos en que más lo necesitamos… salvarnos de la obsesión que tanto alimentamos como odiamos. La crisis es la posibilidad que nos brinda la vida para desechar por completo los esquemas intelectuales y psicológicos que perturban y nublan la mente e imposibilitan de esta manera el surgimiento de la inteligencia.

        El no desechar los esquemas y moldes psicológicos-intelectuales es permitir su retorno con renovación previa cuando la crisis se ha disipado, lo que significa que la oportunidad que la vida nos ha dado para demostrarnos que el pensamiento es el creador de problemas de nada servirá; con el retorno de la desdicha e insatisfacción consecuente.

        El temor a perder lo conocido alimenta en el pensador el desconcierto que produce la crisis puesto que ella desbarata, destruye y desvaloriza la escala de valores, aniquila la ideación de lo mejor, la creencia dogmática, la verdad de la doctrina [¿?], el idealismo utópico, etc., -todo lo cual hace al mundo psicológico conocido por el pensador-. Así, se teme de modo que el miedo es a la pérdida del reconocido y amoldado mundo mental obsesivo, que el pensador disfraza por medio de la representación de cordura y seguridad. Esto es lo que incita al pensador a regresar al mundo de la especulación, la suposición, el análisis, la proyección y la ilusión, además de alimentar la eterna y utópica esperanza de encontrar con el pensamiento la formula mágica-alquímica-esotérica que le de la respuesta final que solucione todos los dilemas y problemas, además de traer consigo la paz y la felicidad.

        El temor del pensador es a perder el pensamiento como guía del vivir. Aunque este -desde siempre- sólo le ha creado conflicto, confusión, problemas. Pero para el pensador lo único concreto, tangible, es el pensamiento.

        Para el pensador el silencio es su enemigo, para el pensador el silencio es el demonio, para el pensador el silencio es una mentira utópica inexistente, de modo que la verdad no tiene opción frente al dogma como el silencio no tiene opción frente al parloteo.

        La verdad se relaciona directamente con el silencio porque carece de argumentos u opinión alguna que la sustente o la justifique… ella no los necesita. La verdad no es una opinión, un argumento, una teoría o una doctrina, de modo que el pensador no puede encontrar la verdad en el pensamiento, necesita ir más allá de él, siendo obvio que aquello que esta más allá del pensar es el silencio.

        La verdad es una sin razón para el pensador, o sea, para el creyente, para el dogmático, para la mente adoctrinada, para el intelectual, para el científico lógico, lo que significa que la verdad es una absoluta sin razón para el parloteo incesante de la mente. La verdad no es verdad para el argumento porque, justamente, carece de uno de ellos para defenderse contra el argumento del pensador que niega su existencia. El pensador desea ser convencido, para lo cual lo único que funciona es el argumento, no el silencio; y es obvio que ningún argumento puede demostrar la verdad que guarda el silencio.

        El argumento es un invento que crea el propio pensador, el silencio no puede ser inventado ni creado por ningún pensamiento. El ser humano va hacia el argumento, mientras que el silencio adviene a uno, y esta es la razón por la cual la verdad termina siendo una sin razón para el razonamiento, lo que significa que vivimos en y de la mentira. Y ello será así hasta que el pensador no logre callar su mente, hasta tanto no vaya más allá del pensamiento.

        El silencio es, el argumento es un pensamiento con un discurso sobre lo que debería ser, lo que significa que sólo el silencio puede percibir lo que es, de modo que el sabio percibe mientras que el pensador inventa. Percepción es la visión desnuda de lo que es desde el silencio, argumento es el análisis y la justificación del pensamiento sobre lo que debería ser desde el punto de vista particular del pensador, lo que significa que el parloteo argumentativo de la mente es el discurso del argumento en su afán de reafirmarse así mismo como verdad irrefutable.      

        La verdad irrefutable que sustenta el discurso indiscutible del argumento [¿?] es el arquitecto psicológico que dibuja el molde de la mente en armonía con el ingeniero intelectual que es el encargado de armar la estructura mecánica, imitativa y repetitiva de la mente, lo cual constituye al pensador y su contenido.

        El contenido psicológico del pensador se basa en conclusiones, experiencias, creencias, teorías, suposiciones, etc., lo cual constituye la limitación del pensamiento puesto que el pensador no puede ir más allá de la información acumulada en su memoria. Es dentro de este contenido que se mueve el parloteo incesante de la mente y ello es la rutina del pensar.

        El argumento obviamente necesita de la comparación para encontrar los elementos que le den razón a su punto de vista, lo cual da nacimiento al juicio, la condena, el análisis, la especulación y a todo tipo de abstracción. Cuando la mente ingresa en el mundo de la comparación, al pensador se le abren las puertas del infierno por ser la comparación el mecanismo psicológico que inventa la ideación de lo mejor sustentado en su propia auto evaluación que determina las metas que el pensador debe conseguir para alcanzar al ser humano que el pensamiento diseñó como ideal.     

        El ser humano ideal que el pensamiento sueña con ser, se encuentra elaborado en la aritmética psicológica que logra sumar lo que debería, desea y le gustaría ser, para luego restarle a ello lo que es, dándole el idílico resultado de… eso seré en el futuro. La utópica aritmética que suma, resta, divide y multiplica papas con soja y el valor de las acciones en la bolsa [¿?], o sea, entre lo que somos y lo que debemos ser, es obvio que sólo existe en la mente del pensador, que considera que la comparación es el único ejercicio válido que puede demostrar que la esperanza de ser algún día lo que se sueña, nos puede llevar a ser los Pitágoras de la nueva matemática psicológica que logra sacar los resultados futuros de iluminación garantizada por el sólo hecho de creer que ello es posible. Es innegable que lo que somos es lo que es, de modo que cuando el pensamiento se proyecta en lo que el pensador sueña con ser, lo que realmente esta haciendo es sumar langostinos con guanacos, lo que obviamente dará como resultado un picurú.

        El resultado final de toda comparación -en el mundo psicológico- es cualquier cosa -un Picurú- o sea, algo que tiene nombre pero nadie sabe lo que es, lo cual sucede cuando analizamos lo que somos y nos proyectamos hacia lo que deseamos ser. Nos analizamos y nos encontramos imperfectos, de modo que ideamos lo que creemos que es perfecto, lo que significa que ideamos lo perfecto comparándolo con algún referente que auto consideramos como la representación de la perfección y a ello deseamos llegar, lo que -en el camino hacia esa meta idílica- nos transforma en un auténtico Picurú.

        El deseo de querer ser algo distinto a lo que se es, crea la ansiedad y la consecuente desesperanza por no haber llegado a lo que es la meta soñada, de modo que el deseo de ser algo distinto a lo que se es, en sí mismo es el conflicto psicológico porque tortura a la mente contra el paredón de la realidad, o sea, lo que somos. Nos desagrada lo que somos y como somos, para lo cual creamos el escape psicológico de lo que deseamos ser, lo que nos permite a su vez evadirnos de la aceptación de lo que simplemente somos.

        El permitirnos ser lo que somos nos abre las puertas de la comprensión y desecha todo complejo de inferioridad, toda violencia interna y todo temor. La lucha que liberamos para ser algo diferente a lo que somos -además de no llevarnos a ningún lugar- transforma a la mente en una maraña psicológica compuesta de ambición, deseo, envidia, egoísmo, vanidad, o sea, en egolatría narcisista, que en nosotros se transforma en individualismo autista que produce el miedo de toda mente hedonista. La constante búsqueda de placer inevitablemente produce en la mente el dolor, de modo que es necesario usar la imagen para disimular y esconder dicha insatisfacción.

        La insatisfacción que nos produce lo que somos incentiva -al parloteo de la mente- a esforzarse para encontrar alguna solución posible con la finalidad de acabar con la obsesión que nace de la ignorancia producida por el no saber que el pensamiento no es quien puede resolver este dilema creado por el mismo. De modo que la supuesta sin razón del silencio nos indica que debemos buscar la claridad en el pensar en el confuso barullo de nuestra mente [¿?].

        Hemos endiosado al pensamiento, el precio que pagamos por ello es la actual ignorancia. Hemos sembrado pensamiento, la cosecha que hemos obtenido es la obsesión y el parloteo incesante de la mente. Hemos desechado el silencio por inútil, lo que hemos obtenido es el mundo despiadado y cruel en que vivimos.

        La razón por la cual la mente no cesa de pensar es nuestra ambición y el consecuente deseo. La mente siempre piensa en relación con algo que ambiciona: material, sentimental, psicológico, emocional. Nunca la mente piensa en relación con nada; el pensamiento siempre esta direccionado a lo que la mente anhela, desea, ambiciona. La mente al ser vacía por naturaleza encuentra en el parloteo su conflicto, puesto que la obsesión desea llenar ese vacío con respuestas intelectuales las cuales colman a la mente de especulaciones, teorías, doctrinas y creencias, lo que significa que la mente está llena de nada pero confusa.

        El pensamiento transformado en teoría, doctrina, dogma, creencia, especulación, argumento u opinión, no puede rozar la naturaleza de la mente que es vacío celestial, de modo que ello sólo puede ser tocado por el silencio, ya que esta es la única herramienta que contiene la mente que es de la misma naturaleza que el vacío virginal.

        El vacío natural o reino de los cielos es lo que da claridad al pensar porque permite percibir la verdad, puesto que la verdad es el silencio percibiendo los hechos tal cual son, de la misma manera que es solo este tipo de mente la que puede amar ya que el amor es la acción que nace de la mente silenciosa. La percepción y la acción de una mente silenciosa es la claridad de la mente incontaminada por el proceso de pensar mecánico, imitativo, reiterativo y esclavo de un punto de vista, ya que el silencio es la única dimensión que la mente no puede manejar imponiéndoles sus intereses psicológicos, materiales, sentimentales, etc.                

        La negación del silencio ha permitido el ensayo generalizado de la locura como forma de vida. El parloteo incesante de la mente es el desayuno, almuerzo, merienda, cena, picada y la glotonería del diario vivir… ello es lo normal ¿?... de modo que solo nos restaría ser felices…¿VERDAD?.

        Hemos establecido el filo de la navaja como el camino por donde transitar la vida, para ello no hemos tenido otra opción que la de establecer la locura del parloteo incesante de la mente como la manera natural de ser [¿?]... lo que nos ha permitido autocalificarnos de seres humanos lucidos, académicamente correctos, intelectualmente iluminados y sabiamente preparados para gobernar, dirigir, liderar y opinar sobre como debe manejarse el mundo. Todo ello nacido obviamente desde nuestra confusión interior. De modo que lo único que nos resta es… ¡Tener Suerte!.

        Lo que podemos ver es que nuestras creencias, avales intelectuales y supuestas verdades, son nada más… que el ensayo sobre la locura, que practicamos en el diario vivir.