3 feb 2009

LAS REVELACIONES DEL TERRORISMO



La omnipotencia que da, el auto-considerarse dueño de la verdad, lleva al hombre a una secta o a una organización, a realizar una campaña proselitista que se adjudica para sí la representación de los pobres, los oprimidos, los subyugados, de los sectores populares o del pueblo de una nación.

Esta arrogancia iluminista salvadora viene desde los orígenes de la política, en donde quienes gobernaban pertenecían a los poderes teocráticos que tenían como fundamento el slogan que decía que “todo poder viene de Dios”, el cual lo hizo famoso San Pablo. Esta frase fue acuñada por un político como San Pablo como necesidad de acabar con la antigua discusión en la cual se centraba la actividad política que se relacionaba con: Si Dios es o no el dueño del poder.

La política durante toda su historia se movió basándose en la presencia o ausencia de Dios. La ausencia de Dios en la política se concreta a partir de la revolución francesa, la cual se define como laica y se acrecienta mucho más durante el surgimiento de las revoluciones comunistas en parte de Europa y Asia.

La caída del muro de Berlín hace resurgir la religiosidad basada en el dogma. Los partidos políticos y organizaciones se hacen eco de esto, e incorporan a Dios nuevamente en la política, dándole así u impulso vertiginoso e impensado al fundamentalismo de todo signo, cristiano, musulmán, judío, budista, hinduista; los cuales pasan a tener un crecimiento inusitado.

El siglo XX se caracteriza por ser el mayor crematorio de ideas sensatas de la historia humana, pero a partir de la caída del muro, ese cementerio se hace globalmente universal desde donde presenciamos atónitos la intención de reducir todo el pensamiento humano a una idea única.

En este marco se desarrolla libremente el mayor avance conocido por la humanidad del terrorismo comunicacional, económico, político y social. Estas condiciones habilitan y favorecen los argumentos del terrorismo militar quien cambia sus blancos militares por blancos civiles, desarmados e inocentes. La humanidad se convierte así en la carne de cañón de masacres inexplicables para la razón y la sensatez que desea, mediante miles de esfuerzos, explicar la estupidez y el sin sentido de estos actos suicidas.

Los hombres y coches bombas establecen la masacre como nuevo estilo político. La humanidad, sin haber digerido, dilucidado y mucho menos comprendido estos métodos, no alcanza a reaccionar cuando el terrorismo introduce en la escena el avión bomba, elevando la masacre al nivel de genocidio y estableciendo así su “post-modernismo político”.

El terrorismo logra plenamente su objetivo: causar terror. El mundo se encuentra atónito frente al televisor mirando el genocidio de Nueva York y Washington y el terrorismo nos despierta de un largo sueño: “la seguridad no existe”, ni la física, ni la económica, ni la intelectual. Lo único que real y verdaderamente tenemos y poseemos es inseguridad y miedo.

Esta revelación que nos ha hecho el terrorismo no nos agrada ni nos gusta, pero además hace surgir en los afectados directos, el pueblo norteamericano y occidente, los más oscuros y nefastos sentimientos que estaban guardados, sumergidos y escondidos, en lo más recóndito del alma humana: resentimiento, rencor, odio, deseos de venganza, y el más salvaje e insensato nacionalismo.

La crueldad del acto terrorista nos ha dejado desnudos: también deseamos matar, asesinar y vengarnos como lo hacen ellos. La mayor revelación del acto terrorista es que somos iguales a ellos. Ellos “tienen” sus razones, nosotros “tenemos” las nuestras. Ellos tienen su “guerra santa”, nosotros tenemos nuestra lucha del “bien y del mal”. Ellos tienen sus inmolaciones para “llegar” a Alá. Nosotros tendremos a nuestros héroes para “conseguir” la “justicia Infinita”.

Es demasiado triste descubrir que la víctima puede ser peor que el verdugo, es demasiado triste lo que nos revela el terrorismo:

¡¡"Que somos iguales a ellos"!!.

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