4 feb 2009

SOBRE HONGOS Y PEYOTES

Para descubrir la vida, la verdad, sobre nosotros mismos, es evidente que necesitamos una mente sensible, inteligente e inocente. Para descubrir -lo que sea de la vida- no es posible hacerlo partiendo de una información, una conclusión previa, porque de ser así, ya hemos partido de una base de conocimiento previo, de un preconcepto, de modo que no estamos investigando, no estamos tratando de descubrir; simplemente deseamos reafirmar la información que tenemos retenida en la memoria y que ha sido captada a través de alguna experiencia o alguna información de segunda mano.

Una mente abarrotada de información, experiencias y conocimiento, es como sabemos, una mente insensible porque la experiencia y la conclusión, son nada más que huellas psicológicas agradables o cicatrices psicológicas desagradables. Toda experiencia nos marca tanto en el placer como en el dolor.

Al ser la experiencia un residuo psicológico impreso en nuestra memoria, nos condiciona y nos obliga a vivir el presente desde el pasado, ya que pensamos hoy desde lo que nos sucedió ayer. Al vivir con los recuerdos del pasado -toda experiencia acumulada en nuestra memoria es recuerdo- en este presente activo, es obvio que no podamos tener una mente fresca, atenta e inocente, sino que por contrario, ella, al encontrarse llena y abarrotada de información, se encuentra discapacitada para ver e investigar imparcialmente y por cuenta propia, cualquier cosa del vivir ya que todo estará teñido por el pasado y el filtro de la información que contiene.

El condicionamiento, la estructuración, el esquema, que producen las conclusiones sacadas de las experiencias pasadas, inevitablemente que crean conflicto y fragmentación en la mente, por estar sustentados en el placer y en el dolor del ayer, lo cual se contradice inexorablemente con el hoy que desea evitar las experiencias dolorosas por un lado, o repetir las experiencias placenteras por el otro.

¿Puede -por lo tanto- una mente dividida, fragmentada, que se encuentra en conflicto, descubrir algo nuevo que no sea fruto de su conflicto? ¿Puede investigar imparcialmente? ¿Puede esa mente aprender?

Las experiencias que posibilitan el hongo y el peyote, son nada más que la plasmación de imágenes psicológicas e intelectuales de lo que ya está estructurado como contenido en la memoria del experimentador, por lo tanto, toda experiencia de esta naturaleza sigue siendo el pasado, lo cual significa que no podemos descubrir por medio de la inducción de estas drogas naturales lo nuevo, lo inconmensurable. ¿Cómo es esto en la práctica? Si usted tiene mucha ilusión o muchos sueños en su mente, tanto el peyote como el hongo se lo van a transformar en vivencias psicológicas durante el trance y lo que dure el efecto después de haber sido ingeridos. A esto usted le llamará la gran experiencia y por supuesto deseará repetirla. Una pregunta al margen: ¿Usted es capaz de conseguir la misma experiencia naturalmente sin la inducción de droga alguna? Si su respuesta es no, entonces usted es un esclavo. Si su respuesta es sí, entonces para qué ingerir drogas ¿verdad?

Después de haber tenido la gran experiencia, usted sacará las conclusiones que auto-considerará como trascendentes y a esto lo catalogará con el clásico he aprendido [...] lo cual significa que sigue perdido en el mundo de las definiciones y conclusiones, o sea, más de lo mismo.

Las teorías sobre el peyote y el hongo dicen que facilitan la apertura de las puertas de la conciencia. ¿Tiene puertas la conciencia? Creo necesario el investigar esto antes de seguir avanzando. Si observamos veremos que la conciencia es nada más que la memoria y su contenido. El contenido de la memoria (lo cual es lo conocido) es la conciencia, de modo que la abertura de puertas siempre es y será sobre lo conocido y, por medio de lo conocido no podemos alcanzar ni tocar a lo desconocido ¿verdad?. Esto hace que las experiencias trascendentales [...] del peyote y del hongo nos hagan girar en un círculo vicioso y repetitivo de placeres intelectuales y psicológicos, que nosotros mismos nos encargamos de considerarlos místicos, espirituales, trascendentales, pero realmente seguimos en el mismo lugar, en el mismo sitio... seguimos siendo iguales a ayer en el mundo de lo conocido.

Toda experiencia que realice una mente fraccionada, conflictuada, será distorsionada por su propio conflicto, por consiguiente ¿De qué manera puede ver y vivir una experiencia clara, imparcial e inocentemente? No puede, ¿verdad?

Toda experiencia deja su marca, su huella, su sello, un recuerdo y el posterior residuo psicológico con su impresión de placer y dolor. El pasar por algo, el pasar a través de algo es a lo que llamamos experiencia ¿verdad? Pero realmente nosotros ¿Alguna vez pasamos simplemente a través de algo sin que nos queden residuos psicológicos, recuerdos e impresiones mentales dolorosas o placenteras? ¿Verdad que no es así? Si simplemente viviéramos intensamente cada experiencia y pasáramos por ella sin desear retenerla mentalmente, sin desear recordarla, ella no se plasmaría en nuestra memoria, no dejaría su cicatriz, su huella, su marca y su sello de dolor o placer.

¿Por qué creemos que es necesario recordar cada experiencia? ¿Por qué deseamos guardarlas como recuerdo? Esto lo hacemos porque nuestras vidas, en el aquí-ahora, son completamente huecas y vacías, y los recuerdos -creemos- que nos ayudarán a llenarla de alguna manera, por lo menos, aunque sea, deseamos llenarla por medio del pensamiento del ayer, que es el recuerdo. Una mente que piensa en las experiencias pasadas, se imposibilita a sí misma para poder percibir que esta actividad es la que le activa y le crea las causas del placer y del dolor.

La obsesión mental de recordar la experiencia, se realiza mediante la creación de situaciones e imágenes que están plasmadas en nuestro trasfondo psicológico, el cual activa el mecanismo del sentimiento agradable o desagradable, según haya sido la experiencia. Esta mente que se encuentra prisionera a su propio trasfondo, con todos sus conflictos, placeres, deseos, temores, ansiedades y ambiciones, es la que quiere investigar –no sobre sí misma- sino que sobre lo que existe detrás o más allá de las puertas de la conciencia ¿Está en condiciones racionales de hacerlo?

El aprender se diferencia del aprendí porque no es acumulativo, ya que no contiene conclusiones. En realidad es un percibir instantáneo, mientras se está viviendo la experiencia, y eso mismo hace que no necesitemos guardarlo con las respectivas conclusiones en la memoria. Al no guardar todo aquello que ha sido experimentado, como conclusión, la mente queda renovada y fresca para una nueva experiencia. En ese estado la mente se encuentra en un estado de aprendiendo permanente, sin jamás establecer un punto muerto, un punto estático, como lo es el aprendí, o sea, la conclusión.

El hongo y el peyote le facilitan a cada ser humano poder ver el contenido de su propia conciencia, o sea, memoria, y de su personal y prejuiciosa realidad armada por él mismo. La realidad, o es la realidad de los hechos, o es la realidad interpretada psicológicamente y distorsionada por la ilusión, lo cual es creado por el pensamiento, de manera que es una realidad distorsionada. El ver esa realidad que ha sido distorsionada por nuestra ilusión, es el principio de la inteligencia.

¿Puede el hongo y el peyote ayudar a despertar la inteligencia en el hombre? Puede ayudar cuando el ser humano es serio y honesto con él mismo, pero no lo puede hacer cuando el ser humano no quiere darse cuenta que cualquier droga sólo puede activar y darle lo que ya contiene su conciencia y nada más. O sea, el peyote y el hongo nos pueden servir únicamente para poder conocer integralmente el contenido de nuestra memoria o conciencia fragmentaria, con todos sus miedos, violencia, temor, angustias, pesares, odios, ambiciones, bondades y amor. Tanto el peyote como el hongo nos pueden ayudar cuando somos conscientes que ninguna droga puede darle al ser humano algo que él no posea y no tenga de antemano; porque sino tendríamos que pasar a creer que tanto el hongo como el peyote son capaces de crear al mejor estilo de Dios, y esto es muy estúpido ¿verdad? Cualquier droga, o activa la realidad objetiva de los hechos, o activa la realidad subjetiva creada por la ilusión, y ello funciona en cada ser humano de acuerdo a la capacidad que tengamos para ver la vida... objetivamente o subjetivamente.

El darse cuenta de lo que cualquier droga (natural o química) le puede activar y dar al ser humano objetivamente, es inteligencia. Cualquier droga por sí misma no puede despertar la inteligencia del ser humano, si éste no está predispuesto a ver todo el proceso objetivamente tal cual él es, negando permanentemente toda interpretación que desee hacer de dicha experiencia. Ninguna droga nos puede regalar, por sí misma lo que estamos negando en los hechos al desear intelectualizar toda experiencia para retenerla como recuerdo, lo cual es el proceso de la memoria, no de la inteligencia. Toda droga sólo activa el contenido de nuestra memoria, de nuestra conciencia, que es el pasado. Este edificio del pasado ha sido construido por el creador de la ilusión, por el creador del conflicto que es... el pensamiento.

Tanto, el peyote como el hongo, sólo nos darán una satisfacción psicológica a nuestros sueños y fantasías si estamos presos del mundo de la ilusión, o nos mostrarán la realidad si somos objetivos. Eso es todo.

La ilusión es la negación de la inteligencia, de modo que la inteligencia no acepta ni permite la ilusión. La ilusión no puede ser exterminada de nuestra mente por droga alguna. La ilusión sólo deja de intervenir y llega a su fin en nuestra vida, cuando vemos lo limitado que es el pensamiento y todo lo que crea: dioses, conocimiento, experiencias, religiones, doctrinas y teorías políticas, filosóficas, económicas, sociales. El ver la limitación del pensamiento y toda su actividad es lo que acaba con la ilusión.

Cuando investigamos y descubrimos lo limitado que es el pensamiento es cuando se produce el nacimiento de lo nuevo y es, sólo ahí, cuando se produce el florecimiento de algo que se encuentra fuera de los límites de la mente y eso es... lo desconocido.

No hay droga que pueda dar al ser humano esta vivencia de lo desconocido, y lo desconocido es... ¡“llámenlo como quieran”! -Dios, la verdad, lo trascendental, lo absoluto, la iluminación, la gracia divina, lo sagrado, etc., etc., etc.- El nombre que le pongan es intrascendente, puesto que lo inventará su mente con el objetivo de hacerlo conocido, pero ello seguirá siendo lo desconocido y el pensamiento jamás lo podrá atrapar.

Si usted es serio e inteligente, el hongo y el peyote no le servirán de mucho, excepto para confirmar la realidad tal cual es, pero una persona seria e inteligente no necesita confirmación de nada. El hongo y el peyote le servirán si usted es honesto y desea usarlos para que le muestren el camino que no puede encontrar para comprenderse a sí mismo. Para esto sólo necesita usarlos una sola vez en su vida. El resto de las veces que lo use será para entretener su mente mezquina en experiencias psico-trópicas egoístas e intrascendentes, que lo único que buscan son placeres psicológicos personales y, por lo tanto, experiencias mezquinas llenas de egocentrismo.

La paradoja de todo esto es que tanto el hongo como el peyote tienen el poder de sensibilizar al ser humano, al punto de despejar de su mente la acumulación de toda la información del pasado y dejarlo en estado de percepción pura, posibilitando de esta manera la captación y visión de lo real, lo cual le permite (si es serio) despojarse de la ilusión y fantasía de su mente que lo mantiene en la ignorancia. Pero la mayor paradoja es que se usa para alimentar y mantener viva la fantasía, la ilusión y, por lo tanto, la ignorancia.

Los consumidores asiduos del peyote y el hongo en realidad prefieren la ilusión y la fantasía ya conocida, que la verdad por conocer, de modo que por más que el hongo y el peyote le muestren su realidad, ellos se quedarán con la sensación que les produce, en vez de la realidad que les muestra.

El éxtasis emocional, intelectual y psicológico que dan tanto el hongo como el peyote, trae aparejado un sentimiento de alivio y libertad, combinado éste con un profundo amor por el mundo. Todo esto confunde el placer que produce la experiencia con la experiencia misma y la comprensión abrupta que surge del éxtasis. Al intentar retener los efectos secundarios de la experiencia, el experimentador no comprende que la percepción de la verdad vivida se convertirá sólo en un recuerdo, pero nunca terminará concretándose como una realidad dentro de él.

Generalmente, el experimentador terminará interpretando su experiencia de acuerdo a sus ideas religiosas, filosóficas, culturales y éstas finalmente, terminarán sepultando a la realidad y a la verdad vivida. En definitiva, para lo único que le servirá la experiencia será para terminar acumulando más información en la conciencia, o sea, más de lo mismo [...] que es igual a nada.

Como a ustedes les agrada todo tipo de consuelo y esperanza: aquí les tengo una: Después de haber experimentado tantas veces con hongos y peyotes deberían darse cuenta que los narcóticos, alucinógenos, los tóxicos y los psico-trópicos constituyen una barrera infranqueable en el camino de la vida y su comprensión.

Eso es todo por hoy. Buenas noches.

2 comentarios:

danza dijo...

eso se llama DOGMA

Mauricio dijo...

...Si, cualquier experiencia por fantàstica e impresioannte que sea es un condicionante que impide ver los hechos tal como son.. Y preferimos el consuelo evasivo de la experiencia màxima porque somos incapaces de comprendernos tal cual somos, sin embellecer ni condenar, sin justificar o tratar de trascender lo que es..solo cuando nos enfrentamos directamente con la vida, hay entonces la posibilidad de vivir..( no experimentar y acumular ) en lo que no conocemos..llàmenlo "lo sagrado" si quieren, es algo inmensurable que la mente jamàs podrà contener...Gracias Raùl.

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