24 mar 2010

DETALLE VI

LA MILAGROSA Y ENDIOSADA ESPERANZA

Vivimos de sueños y ensueños, de ilusiones y fantasías, de derrotas y triunfos. Si deseamos triunfar (en lo que sea) si deseamos que se satisfagan nuestra fantasías, ilusiones, sueños y ensueños, el motor que ponemos en funcionamiento es la esperanza. Nos enseñaron que sin esperanzas no se podía vivir. Aceptamos ciegamente este slogan (como tantos otros) porque es cómodo no cuestionar nada y dar todo por sentado… “que es así”. Vivimos y nos desenvolvemos en un mundo regido por la búsqueda de seguridad psicológica, de modo que para ese mundo nada mas cómodo y seguro que dar todo por sentado, evadiendo el cuestionar, indagar e investigar por nosotros mismos si lo que la tradición, la cultura y lo que los demás nos dicen es verdad o no lo es.

Adoramos y apreciamos los milagros porque ellos nos sacan del pozo sin que nosotros tengamos que hacer esfuerzo alguno. Los ateos no creen en Dios pero creen en la esperanza (los creyentes también creen en ella), pero su ignorancia los lleva a pensar que los dogmáticos son solamente los que creen ciegamente en Dios porque según ellos no existe, como si la esperanza no existiera en su mente de la misma forma que existe Dios en la mente del creyente. La esperanza es tan efímera y abstracta para la mente común como lo es Dios. Pero la esperanza acomoda tanto la mente del creyente como la del ateo. El ateo tiene la esperanza puesta en que Dios no existe y por supuesto… en que no exista; y el creyente la deposita en que Dios existe y… que exista.

De esta manera podemos comprobar como la esperanza sea transformado en el Dios Absoluto de ateos, creyentes y agnósticos. En otras palabras, la esperanza es Dios, por la inmaculada aceptación de todos sin discutir la validez, eficacia, realidad y utilidad de su existencia. En realidad es mucho más que Dios porque a Dios se lo discute a la esperanza no; solo se acepta ciegamente.

¿Tiene algún valor la esperanza, frente a la realidad de lo que somos?

0 comentarios:

Publicar un comentario