17 mar 2010

LAS COSAS Y EL PENSAMIENTO

Ahí están esas cosas llamadas sociedad, misterio, existencia, mente, materia, sexo, necesidad. ¿Cuál es la relación del pensamiento con las cosas? ¿El pensamiento crea su propia relación con las cosas o tiene relación directa con ellas? La herramienta que se ha usar para comprender las cosas ¿es el pensamiento? ¿El pensamiento tiene la capacidad de comprender o es una herramienta que sólo puede describir, interpretar, analizar y sacar conclusiones?

El pensamiento no es materia, es un proceso material al igual que la electricidad. Siendo un proceso material, el pensamiento es un movimiento permanente que siempre está llegando a ser. La excepción se produce cuando el pensamiento llega a una conclusión; ahí el pensamiento materializa una idea en la forma de sentimiento, esquema, emoción, estructura, sistema, expresión, argumento, opinión, etc. Una vez que el pensamiento materializa una idea, comienza a trabajar para rellenarla, adornarla, y recubrirla de concepciones, argumentos y deducciones que le den la sensación de certeza que necesita para estar seguro de que eso es así.

El pensamiento analiza, proyecta, deduce, sintetiza, interpreta, describe, concluye, decide; proceso que, con el inconsciente parloteo incesante de la mente, va domesticándola en la obsesión permanente y en el auto-convencimiento -intelectualmente supersticioso- de que el pensamiento lo resuelve todo. El pensador, en el afán de ordenar su caótico mundo psicológico considera que el pensamiento es el instrumento adecuado para organizar la mente. El intento de creer que el pensamiento tiene esa capacidad y la cualidad para acomodar, arreglar y regularizar el pensar caótico... es el intento del ciego de querer ver a través de lo que le cuentan.

Esa creencia supersticiosa es la misma que anima al intelecto a creer que tiene la capacidad de organizar y orientar a la sociedad, a la existencia, a la mente, al sexo, a las necesidades, lo cual produce como resultado las expresiones y sistemas dogmáticos de pensamiento: doctrinas, legislaciones, moralismos, creencias, teorías, normas, ideologías y todo tipo de debería ser. A través de estas suposiciones el pensamiento intenta relacionarse con las cosas, tratando de convencer a los demás de que la especulación expuesta para cada cosa es la correcta. De modo que el pensamiento no tiene ninguna relación real y directa con las cosas. Para relacionarse con las cosas necesita del dolor o del placer que trae la prolongación del pensar en forma de recuerdo o de proyección hacia el futuro.

Por lo tanto, tenemos una mera reflexión que carece de correspondencia, por ser las cosas independientes del contenido de la reflexión. Las cosas en sí son algo que no contiene pensamiento alguno, de modo que nuestra relación con ellas sólo puede ser posible correctamente a través de la percepción inteligente, de la comprensión, pero no a través del análisis y la interpretación. El análisis, la interpretación, la conclusión, son la demostración de que el pensamiento no comprende que no existe nada acabado y final, ni en el mundo de las ideas ni en el mundo de las cosas, o sea, no comprende que todo está llegando a ser, de manera que la interpretación y el análisis son actividades del pensamiento que distorsionan la realidad y a partir de ahí el pensamiento deja de ser relevante puesto que se mueve en paralelo a la percepción inteligente, por lo tanto, la única relación que termina teniendo el pensamiento con las cosas es meramente de índole interlectivo.

La creencia generalizada es que el pensamiento tiene una correspondencia directa con las cosas [¿?]. Es evidente que la cosa sobre la cual se piensa no tiene una existencia independiente del proceso del pensamiento, pero ello no es sinónimo de correspondencia directa del pensamiento con las cosas. Al dar por sentado que eso es así no podemos percibir que las cosas tienen comportamientos que escapan al pensamiento y que por lo tanto, lo contradicen.

Creemos que lo que pensamos sobre las cosas se encuentra basado en una relación directa con las mismas, a raíz de que inventamos la existencia de una supuesta correspondencia reflexiva entre las cosas y nosotros, pero ello sólo existe de nuestra parte y es por eso que cuando intentamos aplicar estas reflexiones a las cosas, el resultado nunca es el esperado; las cosas y el pensamiento no se encuentran en un ámbito equivalente de proceso unitario y total porque el pensamiento ve a las cosas desde el contenido de su conocimiento, desde el contenido de la memoria, o sea, desde el contenido de su condicionamiento. El contenido del pensamiento es quien ve a las cosas, o sea, el ver las cosas desde el contenido psicológico de nuestra conciencia, es quien nos separa de la objetividad que se necesita para ver que las cosas no tienen relación alguna con el pensamiento.

Ejemplifiquemos: el sexo es una de las cosas, es una acción independiente de las palabras. Pero el pensamiento trata de relacionarse con él a causa del placer que el sexo implica, de modo que el pensamiento no tiene relación alguna con el sexo, excepto en el ejercicio que realiza de pensar sobre él con el fin de prolongar el placer. Este ejercicio permanente es el que convierte el pensar sobre el sexo en obsesión sexual. Obsesión sexual es pensar sobre sexo, pero pensar sobre sexo no es sexo, ni guarda relación directa con la cosa llamada sexo. O sea, el pensamiento sobre la cosa -el sexo- es una representación meramente intelectual de recuerdo placentero que el pensamiento prolonga en el tiempo pero es identificado como correspondencia reflexiva entre él y la cosa.

Las cosas son independientes de las ideas que tengamos de ellas, por ser algo en sí mismas, pero el pensamiento en su afán de relacionarse las interpreta y las analiza creyendo que con ese mecanismo intelectual puede descifrarlas y terminar por comprenderlas. El analizar, conjeturar, interpretar y desmenuzar las cosas, no nos brinda mayor sabiduría, simplemente nos provee de conceptos y deducciones que pertenecen a la satisfacción de nuestro mundo psicológico, no a la verdad.

El pensar sobre la cosa, no es la cosa en sí, es proyectar la cosa en el pensamiento y relacionarla con los recuerdos placenteros o con las cicatrices psicológicas que ellas nos dejaron, de modo que la relación que tiene el pensamiento con las cosas se ubica fuera de la realidad del presente. Su relación se basa en el pasado o en el futuro, o sea, en lo que ya no es o en lo deberán ser. La relación directa del pensamiento con las cosas sólo se puede dar cuando éste se encuentra en paralelo con la percepción inteligente por ser la percepción la comprensión en sí.

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