17 mar 2010

LA ENSEÑANZA I

La deformación de las enseñanzas de Jesucristo ha creado caos, confusión, conflicto y temor en la mente humana, además de la producción de las consecuentes heridas y cicatrices psicológicas que se estampan en la mente por medio de la culpa y la condena, las cuales se han encargado de sellar el miedo en nuestro mundo psicológico. Ello nos ha llevado a la lamentable situación de conocer la espiritualidad por medio de la amenaza, el chantaje, el terrorismo psicológico, la coacción, el temor y, es obvio que conocer algo bajo semejante estado mental produce la rebeldía subsiguiente además de no querer escuchar sobre lo sagrado, lo inconmensurable, el investigar sobre la verdad, el conocerse a uno mismo, el cuestionar sobre la vida y el vivir. La coacción realizada para creer, hace del temor la fuente del sometimiento y la resignación, dejando como única salida la esperanza, la promesa y la recompensa, de modo que se priva desde el nacimiento al hombre de la paz y la felicidad.

el Reino de los Cielos se encuentra dentro nuestro, es obvio que ahí esta la paz y la felicidad ¿verdad? Pero también es obvio que no existe paz y felicidad donde reina el terror, el miedo, la amenaza, de modo que ¿averiguamos por nosotros mismo si Jesús tenia razón o la tienen sus supuestos representantes aquí en la tierra?. Aceptamos sus amenazas que aseguran que si no creemos en lo que ellos nos dicen sobre Dios, Jesús y sus doctrinas, creencias e ideologías, iremos sin remedios ni opción al infierno. O indagamos por nosotros mismos si el Reino de los Cielos se encuentra en nuestro interior; lo que significaría que no necesitamos de ningún supuesto representante de la Divinidad.

El aprender sobre la enseñanza genuina, trae como consecuencia el desafío a nuestro temor infantil, y es infantil porque no se le puede temer a Dios ¿verdad?, de modo que ese temor será el primer impedimento ha superar para indagar, investigar y averiguar por nosotros mismos la verdad sobre la conquista de la paz y la felicidad en este mundo... aquí-ahora. Desafiar el temor que instalaron en nuestra mente desde la niñez, significa enfrentar todo el miedo acumulado en nuestra vida a causa de la enseñanza deformada que nos entregaron sobre religión, espiritualidad y Jesucristo.

La creencia, a cambio de recompensas futuras, chantajea a la mente, que por no conocer, tiene miedo, y ello la hace vacilante, insegura, superflua, de modo que la creencia le ofrece y le proporciona cierta sensación de seguridad, conformismo y, como consecuencia, una absoluta indiferencia sobre el cuestionamiento, la indagación y la averiguación, por sí misma, de lo que la creencia le ofrece como verdad absoluta. Por lo tanto, la mente por comodidad termina aceptando la supuesta verdad revelada. En el otro extremo, la mente se expresa por medio de la rebeldía, que es el mismo miedo pero en distinta dirección. Así el terrorismo psicológico conduce a la mente al sometimiento, a la resignación, al consuelo, a la esperanza, al deseo, o a la rebeldía del ego, de manera que la mente es inducida hacia un continuo temor y así, al eterno desconsuelo. En definitiva: el Reino de los Cielos, suponemos, no está dentro de nosotros, sino que en un lugar que nadie conoce y que solo es posible conocer después de la muerte... [¿?] ¿Es lo que enseñó Jesús?

Vivimos encolumnados detrás de una creencia, detrás de un ideal, detrás de una doctrina, detrás de la ideación de lo mejor, pero ello no nos proporciona paz ni felicidad, sensatez ni claridad en el pensar, amor ni compasión, armonía ni humildad, sabiduría ni iluminación; solamente nos proporciona resignación al miedo. Esta resignación al miedo no nos permite ver que sólo el enfrentar al miedo es lo que nos proporciona libertad. Pero desafiar al miedo supone hacerlo con todo el miedo cuando nos invade, puesto que no podemos desafiar nuestras miserias humanas cuando no están presentes.

Es obvio que una mente que no es libre, se encuentra exenta de luz para sí misma, de inteligencia; y sin claridad en el pensar la mente se enajena con el contenido de su memoria, lo cual es su propia oscuridad, su propio sometimiento, de modo que su contenido psicológico-intelectual es su miedo.

El miedo no existe en relación con nada. Todo miedo se encuentra relacionado con algo, y ese algo siempre es una idea sobre lo que suponemos no nos conviene que suceda. Lo que no deseamos que suceda (porque no nos conviene) es la base psicológica del miedo; el contenido de la idea, que no nos conviene, es la base intelectual del miedo. El miedo sólo esta relacionado con ideas sobre lo que suponemos es inconveniente para nuestra vida, para nuestro vivir, ahora o en el futuro.

Este miedo -ha lo que suponemos es nuestra inconveniencia- no nos permite percibir ni captar el travestismo que se ha realizado con las enseñanzas de Jesús -y de cuanto Mesías a pisado este planeta- puesto que hemos dado por sentado que es así. Así cómo han decidido contarnos sus discípulos: a través de cuentos y relatos desde sus mentes llenas de fanatismo.

Cuentos y relatos nacidos de sus mentes temerosas, fanáticas, obsesivas y supersticiosas, que auto-consideran la ideación de lo mejor, pero a su vez con ausencia de claridad e inteligencia. De manera que terminan enseñando sobre quien enseña… no sobre lo que enseñaba.

Es obvio que debemos aprender sobre lo que enseña el maestro, no sobre su persona, sus cualidades, sus poderes, de modo que Dios nos puede enseñar, pero ello no significa que estamos aprendiendo sobre Dios, o sea, la enseñanza es sobre nosotros mismos, no sobre las cualidades que contiene la fuente que brinda la enseñanza. Es evidente que todo maestro nos enseña sobre nosotros mismos, es decir sobre nuestra relación con la vida y el vivir, no sobre su persona, porque ello seria exclusivamente una clase magistral sobre egolatría, de la más alta cualidad de narcisismo e individualismo maquiavélico.

Cuando se trastoca la enseñanza del maestro por el culto a su personalidad, ya no aprendemos sobre lo que enseñó, sino sobre su persona, sobre lo que él supuestamente es. Este tipo de enseñanza es la que promueve y alimenta al miedo terminando por comulgar y confesarse con el temor. El miedo termina poseyendo a la mente, de modo que la totalidad del pensar surge y es promovido desde el temor; esa mente es la que prostituye la enseñanza y la convierte en creencia, en doctrina, en dogma, en ideal, en suposición, en esperanza, en consuelo, o sea, en un cúmulo de deseos que anhelamos que sean así… algún día.

Cuando nuestra mente está presa del temor, nuestro pensamiento es miedo, de modo que toda confesión o comulgación con quien creamos que la estamos haciendo es el miedo tratando de salvar su alma.

La mutación que padecemos -desde la mente libre que tenemos al nacer, a la mente esclava del miedo que nos introducen en la niñez- se la debemos en gran medida a la enseñanza religiosa-espiritual [¿?] afincada en el terrorismo moralista y el chantaje psicológico de nuestra conciencia que se basa en el premio y el castigo. Una vez concretada la mutación, el miedo se encarga de armar, crear y regir el contenido de nuestro pensar, y la consecuente estructura y esquema psicológico-intelectual de la mente. Por lo tanto, es el miedo quien nos hace optar, comparar, evaluar y elegir, de forma que nuestras opciones siempre terminan siendo el miedo o el temor. Desde ese miedo optamos por nuestra creencia, por nuestra doctrina, por nuestro ideal, por nuestros deseos e ilusiones, y ese miedo desea que nuestra creencia, ideal, doctrina, deseo e ilusión, sean verdad para estar -en el futuro por supuesto- a salvo, a resguardo de cualquier tipo de amenaza o peligro que nos insinúe inseguridad.

Evidentemente nadie puede aprender ni comprender con una mente temerosa, puesto que la mente temerosa es en sí misma ignorancia y oscuridad, debido a que su contenido esta limitado por lo que ella decide como verdad. Esa mente niega y se resguarda de todo lo nuevo, de lo distinto, de lo diferente, puesto que ello es el enfrentamiento con el miedo y la consecuente destrucción del esquema del pensar y de la estructura psicológica que lo sostiene.

El miedo nos priva de la inteligente comprensión de la vida bloqueándonos la creatividad y espontaneidad, de modo que toda enseñanza debe apuntar hacia la comprensión de nuestras limitaciones y hacia la claridad del pensar.

La comprensión de nuestras limitaciones abre las puertas a la más alta inteligencia, lo que significa el despertar de la percepción y el discernimiento, de modo que la creatividad y la espontaneidad pasan ha ocupar el lugar de la vida reiterativa, rutinaria, imitativa, que nos agobia; la que además carece de sentido por ser la imitación y la rutina, las expresiones de la mediocridad; por ausencia de comprensión de la vida y el vivir. La imitación surge en nosotros a partir de la ausencia de discernimiento, para lo cual se necesita una alta percepción, y ello hace que terminemos por aceptar todo tipo de verdades preestablecidas, las cuales nos someten a las verdades de los demás. Verdades que damos por sentado que son así pero cómo todo ese mamotreto de verdades son mentiras, es obvio que terminemos en la reiteración, en la rutina y la imitación, por ser la verdad y la vida de los demás, de aquellos que han establecido las verdades [¿?] y la formula de ser feliz...

Toda enseñanza intenta librarnos de esas formulas y de dichas verdades [¿?] lo que evidentemente hace prescindir del culto a la personalidad, adoración, dogma, creencia, ideal. Lo que necesitamos es una comprensión directa de nuestro mundo interior, de nosotros mismo, no la aceptación ciega de aquello que nos imponen mediante el terror, la amenaza, el chantaje, y que cómo sabemos, nos lleva a la burda imitación.

La rutina, la imitación, nos trae como consecuencia el tedio, el aburrimiento y nos impulsa a todo tipo de distracción irreflexiva, entretenimiento superfluo. Traduciéndose esto, en la practica de la vida diaria, en diversos tipos de actividades físicas, intelectuales y psicológicas: ir al gimnasio, a leer un libro, adoptar una doctrina, un ideal, una creencia, ocupar muchísimo tiempo en perder el tiempo con la figura, la apariencia, la moda, el que dirán y obviamente... la televisión. En resumen, hemos sido arrojados a todo tipo de irreflexión e inmadures mental, lo que es usado para someternos a todo tipo de especulación psicológica e intelectual con el fin de agruparnos en bandos que supuestamente representan lo mejor, lo más sensato, lo ideal, lo divino, lo inconmensurable; tanto en la orbita de lo social cómo en la esfera de lo llamado espiritual. Pero solo hemos obtenido insatisfacción, desdicha, temor, inseguridad, descontento, infelicidad, amargura, obsesión, dolor, conflicto y confusión. De forma que todo lo que nos han entregado como enseñanza es el saber en que pensar; pensar en premios o castigos, en lo correcto o incorrecto, en lo bueno o lo malo, en lo moral o inmoral, en la supuesta verdad o mentira, o sea, se han encargado de establecer y organizar absolutamente todo nuestro mundo interior: ético, intelectual, emocional, psicológico, sentimental; rematando todo esto al decirnos cuál es la verdad [¿?]. Exceso de arrogancia ¿verdad? Pero este ha sido el resultado de la deformación de la enseñanza, lo que ha impregnado, además de la religión, a toda la cultura, tradición, política y educación de la sociedad en que vivimos.

Kº)

El intento de organizar la verdad trae como consecuencia la evangelización de la mentira. Sabemos, pero no estamos seguros que... lo que creemos sea así; sabemos que no es verdad… pero aseguramos que lo que creemos es así [...] y que es verdad nuestra creencia. A pesar de asegurarlo y confirmarlo que es así, seguimos viviendo con inseguridad, dolor y temor, lo que demuestra que todo aquello que aseguramos que es así, solamente nos sirve para mentirnos a nosotros mismos y con ello no tener que enfrentar ni comprender nuestras miserias humanas, de modo que la creencia, que es el sumum al cual puede aspirar quien organiza la verdad, sólo sirve para evangelizar la mentira, o sea, nuestro miedo.

El intento de organizar la verdad, es el esfuerzo realizado por las mentes moralistas carcomidas por el temor, de modo que transforman a Dios en un vulgar policía ético con el fin de que el pensamiento se ocupe del invento de un supuesto Dios colérico, vengativo, celoso, rencoroso, torturador de almas, cuerpos y mentes, lo que significa que la mente es inducida al temor para someterla finalmente a la adopción de una creencia particular con la finalidad de domesticarla, domarla, dominarla, encarcelarla y esclavizarla a la creencia que termina por darle poder al moralista que intenta organizar la verdad.

La verdad organizada es la mentira actualizada de lo que alguna vez fue verdad. La organización de la mentira suplanta a la verdad de la enseñanza, de manera que organizar la verdad es patentar la mentira en forma de enseñanza autorizada por quien la esparció, lo que permite apoderarse del peso psicológico que ella contiene. Con semejante credencial espiritual se invade a la humanidad con la propaganda de la salvación garantizada y el consecuente castigo para aquellos que no abracen la creencia de la verdadera mentira evangelizada por la organización que supuestamente detenta los derechos de autor.

¡Una mentira muchas veces repetida... siempre... se convierte en verdad!

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