17 mar 2010

LA ENSEÑANZA II

Es indiscutible que el pensamiento no se ocupa de Dios sino del sexo y del dinero, o sea, una manera inconsciente de ocuparse psicológicamente del placer y del temor. Sabemos que la mente insistente y permanentemente se ocupa del placer y del temor de distintas y diferentes formas, con múltiples y variados tipos de ideas, argumentos, teorías, justificaciones, doctrinas y creencias, además de las interminables sutilezas que tiene el pensar, de forma que cualquier enseñanza que ofrezca esperanzas de placer y temor -ahora o en el futuro- se transforma en algo popular, masivo, debiéndose a que estas ofertas psicológicas encajan perfectamente con las expectativas y la preocupación del pensamiento. El placer o el miedo, en cualquiera de sus expresiones, son los placebos que más ayudan a petrificar la mente en el conformismo y la indiferencia.

Conformismo e indiferencia se asientan y se petrifican en la mente cuando el ser humano se aísla física, intelectual, espiritual y psíquicamente del mundo, de la vida y del vivir, creando para sí su propio mundo, su propia vida, su propio vivir, a partir de considerar que ya consiguió lo que esperaba del mundo, de la vida y del vivir; pretendiendo con ello establecer seguridad. Esta auto-consideración se realiza sin tomar en cuenta los intereses, los sentimientos, los proyectos, las ideas, los sueños, de los seres con los cuales se relaciona directamente, de modo que arma un sequito psicológico en donde sus intereses se encuentran por encima de los intereses de los demás, por lo tanto, es el único proyecto mental que tiene que ser tomado en cuenta.

El aislamiento psicológico que ha elegido el conformista indiferente como camino de su vida, lo transforma en un autista voluntario puesto que solo tiene vigencia y es verdad su mundo mental de ideas egoístas, mezquinas, individualistas, narcisistas y egocéntricas, lo cual estima como la normalidad a ser imitada por los demás. De este modo su ceguera psíquica lo lleva inconscientemente a la real ausencia de sentimientos genuinos sobre los seres que proyecta su mundo y a los cuales auto considera su propiedad sentimental.

El patrimonio sentimental del autista voluntario no está enterado de los planes emocionales, materiales, intelectuales, sentimentales, ni psicológicos, que han sido proyectados, de modo que por un lado corre lo que él proyecto sobre su entorno, y por otro transita lo que cada miembro de su entorno tiene cómo expectativa del vivir y de la vida, lo que significa que es un asunto de tiempo para que la realidad le destroce la estructura y su esquema mental conformista-indiferente. Cuando esto sucede, la catástrofe mental se convierte en tsunami psicológico, lo cual lleva al autista voluntario a optar por dos alternativas con el fin de volver a construir el esquema y su estructura mental destrozada por la realidad. O decide perder la fe en su creencia y ampararse en algo nuevo o se aferra más que nunca a ella. Cuando opta por perder su supuesta fe lo hace desde la auto consideración de que no es culpable de lo sucedido, sino que el séquito en el cual él confiaba lo traicionó y, por lo tanto, al dejarlo solo, no vale la pena seguir creyendo en aquello que no satisface los caprichos intelectuales, materiales, emocionales ni psicológicos que ha proyectado. Cuando decide aferrarse ciegamente -más que nunca- a su creencia, guarda en el trasfondo psicológico la secreta esperanza que algún día todo salga de acuerdo ha la planificación que proyecta sobre la vida… de él y de los demás.

Es evidente que el autista voluntario es un conformista indiferente por temor a vivir la vida tal cual ella es, lo que significa que el miedo es quien lo impulsa al aislamiento y al consecuente acto de defensa histérica de sus postulados individualistas, vanidosos, egocéntricos y moralistas, para lo cual se siente apoyado por la exclusiva interpretación que él hace de su vivir y de la vida.

¿Existe alguna manera de despertar una conciencia dormida? ¿Existe la posibilidad de sacar del conformismo y la indiferencia a una mente enclaustrada en el aislamiento de su propio y voluntario autismo psicológico? ¿Es posible ayudar a una conciencia enajenada por las particulares y antojadizas interpretaciones de la vida y por la comodidad que brinda el creer que está segura en el mundo que ella misma ideó? ¿Se puede socorrer a una mente alienada en su visión autista del mundo, del vivir y de la vida, cuando ella auto considera que ya consiguió todo?

Es indudable que una mente sin ganas y sin pasión por despertar, hace que sea imposible el socorro, la ayuda, o la posibilidad de brindarle algún tipo de orientación -por mínimo que sea- para que descienda y se encuentre con la realidad del diario vivir, con lo que es. Una mente autista, enajenada, conformista, aislada, indiferente, alienada y, por lo tanto, anestesiada ante la vida tal cual es, hace imposible la salida del atolladero mental que construyo, ni del estado vegetativo al cual la llevaron sus caprichos psicológicos que la condenaron a la esclavitud de su auto aislamiento, tanto cómo a su conformismo- indiferente. De forma que hasta tanto no sean los hechos del vivir que contradigan y destruyan el esquema, el amoldamiento, la estructura psicológica, no podrá ver ni vivir su temor, su desconfianza, su cobardía, su fobia, su violencia, su ilusión, su miedo.

La mente que opta por apartarse de la vida tal cual es, lo hace para encontrar un refugio que la distancie del miedo que la posee, lo que relega completamente la posibilidad de su florecimiento, la posibilidad de germinar como mente lúcida, inocente, racional, inteligente.

Es innegable para esta mente, que ningún tipo de enseñanza, ni la más básica y elemental, la pueden hacer despertar; por el contrario, la usará para acomodarla a la visión particular de su ilusión, o sea, para reforzar su centro fobia existencial. De modo que se hace evidente que para una mente de esas características esquizofrénicas, el más alto grado de enseñanza es el mayor peligro a ser evitado, puesto que la misma se transforma en una constante amenaza que puede destruir todo el amoldamiento y el esquema psicológico que sostiene a su proyecto ilusorio. La más alta enseñanza es mutada y canjeada por el más degradante de los moralismos, lo cual es propagandizado en su entorno sentimental bajo la forma de mensaje altruista; con la única finalidad de tener bajo su control, a resguardo y bajo el dominio psicológico a su auto considerada propiedad sentimental.

La visión de la enseñanza se sumerge en la degradación de la superstición cuando es interpretada por esta mente autista-esquizofrénica, ya que se ve obligada a intentar elevar a niveles de altruismo caritativo-espiritual-racional-moralista, su conformismo e indiferencia, pero sólo termina logrando hacer descender el intelecto y la psiquis humana al nivel de limbo psicológico; residencia eterna del autismo y de la consecuente ausencia de inteligencia. Pero esto le permite sustentar y defender sus arcaicos dogmas coléricos, emocionales, intimidatorios, materiales, sentimentales y moralistas.

Este juego maquiavélico lo realiza la mente conformista-autista-indiferente con el fin de esconderse del temor, porque cree ciegamente que ello le permitirá hacer desaparecer de su vida el miedo que la posee, que la invade, que la obnubila, que la paraliza. De este modo se ve impelida a traducir absolutamente todo en moralismo y castigo, incluido en ello, la enseñanza de los Mesías, para que todo encaje perfectamente en su trasfondo psicológico y así, encontrarse razón así misma, lo cual considera que la autoriza para erigirse cómo líder por merito de su discurso y de la argumentación que la posesiona. Pero todo ello es simplemente y... nada más que... Miedo a la Vida Tal Cual Es.

Ningún moralismo es ético, porque todo moralismo es temor. Pero este tipo de mente es la que da nacimiento a la deformación de la enseñanza, traduciendo la ética del temor en dogma, adoración, culto a la personalidad, chantaje psicológico, terrorismo espiritual, premio y castigo, fetichismo, idolatría, superstición, o sea, en todo aquello de lo que se compone la creencia. Todo esto completado con teología, filosofía y la imprescindible evangelización del temor ético, finiquitando la ausencia de inteligencia en la mente humana e imponiendo definitivamente la espiritual y religiosa moralidad del miedo [¿?].

Organizar la verdad es organizar el abuso y la explotación material-psicológica-emocional-intelectual-sentimental de la mente.

Cuando se organiza la verdad es inevitable que la enseñanza original se pierda en los laberintos del miedo que produce el chantaje de conciencia: usado para imponer la suplantación dogmática y supersticiosa en que la transforman. Esto termina por suplantar la indagación sobre nosotros mismos y la verdad, por diferentes, complicados y teológicos amedrentamientos, intimidaciones y amenazas, las cuales cumplen la función de anclar la mente e inmovilizarla en la creencia, el ideal, la doctrina.

La verdad organizada es a la mente lucida, lo que una olla llena de exquisitas recetas de cocina es al hambriento.

Organizar la enseñanza en niveles de profano, adepto e iniciado, es construir el cementerio donde será sepultada la verdad, porque la verdad no tiene niveles, ni métodos, ni caminos, ni técnicas, que permitan una practica previa de la misma hasta tanto se esté preparado ¿?... para captarla, vivirla, comprenderla. La verdad no es una meta, un objetivo, ya que de ser así sería algo estático, fijo, inamovible y, por lo tanto, muerto; y sí existe algo dinámico, vivo, esa es la verdad. Este mismo dinamismo y constante movimiento es lo que no permite su práctica previa, su ensayo, el prepararse por anticipado, puesto que la enseñanza que conduce a la verdad es la enseñanza sobre el conocimiento de nosotros mismos.

Lo fijo, muerto, estático, inmóvil, es la verdad organizada, o sea, la mentira convertida en evangelio de lo que es agradable, placentero y da poder a la ambición y al miedo.

Cualquier enseñanza organizada en verdad e introducida en el pensar por la coacción del miedo, es la verdad degenerada en fetichismo, superstición, lo que termina produciendo el consecuente caos psicológico y la imposibilidad del florecimiento de la mente humana. Cuando la mente acepta una verdad preestablecida, limita la posibilidad de indagar sobre la veracidad de dicha verdad, puesto que cuando la verdad preestablecida es aceptada por la mente pasa a ser el alimento del miedo y es este mismo miedo el impedimento para cuestionar, examinar, explorar e investigar sobre la veracidad de lo aceptado. De manera que lo mismo que es aceptado como verdad, se transforma en el muro que imposibilita llegar a ella. El resultado termina siendo la completa incertidumbre en lo que se cree, además de la absoluta desconfianza en lo que se afirma, se da por cierto y se admite como verdad superior.

La organización de la verdad en la mente propia, o la verdad organizada para la mente colectiva, amolda la mente a un ideal, a una doctrina, a la ideación de lo mejor, a una meta; así, marcha hacia un prototipo de vida que se supone es un ejemplo de modelo perfecto de vivir y, por supuesto… debe ser imitado. El mecanismo de organizar la verdad, individual o colectivamente, produce un patrón de pensamiento que nos aísla, nos separa y nos divide de los otros, de modo que el conflicto, la confusión, la inseguridad y el consecuente desorden mental es el trasfondo psicológico de dicha mente. Este tipo de mente es la que dicta cátedras al mundo sobre la conducta ética y moral que debemos tener para vivir correctamente la vida perfecta que ella alcanzó [¿?], o sea, para seguir e imitar el individualismo egocéntrico como camino de nuestra vida.

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