17 mar 2010

LA AMBICIÓN Y LA VIOLENCIA

Vivimos en un mundo caótico a pesar de que nos jactamos de nuestra civilización, progreso, desarrollo y evolución. Buscamos múltiples y diversas causas para intentar explicarnos la situación en la cual nos encontramos, pero es obvio que ninguna de ella nos deja satisfechos, porque las vemos más como una excusa que nos dan los cárteles de iluminados que se encuentran en el poder -tratando de justificar la desdicha, miseria e irracionalidad que invade nuestras vidas-, que como un argumento coherente que nos explique la crueldad que domina a la mente humana y que nos termina afectando a todos.

El mundo se encuentra en crisis en todos sus ámbitos -económico, político, social, religioso, científico, ecológico, doctrinario-, encontrándose en situación desesperante la situación del hambre, la salud, la seguridad, la naturaleza, la educación y por sobre todas estas cosas, la paz mundial. Nada es seguro y lo que nos ofrecen como solución, es más opresión y menos libertad, más abusos y menos derechos, o sea, la solución es más inseguridad. Propuestas para solucionar todo lo que nos aqueja y golpea como una plaga -hambre, miseria, derramamiento de sangre, analfabetismo, epidemias, contaminación- tenemos para regodearnos, pero en el fondo de nuestro alma sabemos de antemano que ningún iluminado del poder del primer mundo tiene intenciones serias de ayudar a que se solucionen.

Hemos creado el mundo que tenemos, y lo alimentamos para que siga empeorando. Todos los adelantos de la ciencia se encuentran en un nivel capaz de solucionar cualquier problema humano que se presente, de modo que la pregunta que nos debemos hacer es: ¿por qué no se encuentran solucionados? ¿Por qué en un mundo donde lo que más hay es dinero y alimentos, pasa lo que pasa con la salud, el hambre, la educación, la miseria, la pobreza, cuando todo esto es solucionable con alimento y dinero? ¿Es a causa de los gobiernos, de la economía, de la política, de la ciencia, de la religión? ¿O en su defecto es por causa de nuestra ambición y egoísmo, que argumenta, justifica, sostiene, alimenta, posiciona y establece en el poder a estos gobiernos con su economía darwinista-maquiavélica, su política sádica, su ciencia terrorista-mercantilista, que estamos cómo estamos?

La religión nos tendría que haber enseñado cómo pensar, pero como su preocupación exclusiva ha sido enseñarnos qué pensar -la supuesta expresión de pensamientos clarificadores se transformó en superstición-, de modo que quien más ha promocionado, propagandizado, publicitado y alimentado la ambición y el egoísmo subsiguiente, es quien nos debería liberar de esas miserias. Ello es posible porque así como sustentamos, establecemos, posicionamos y glorificamos al poder político, económico, científico en un lugar que no tiene ni le corresponde, -por su ceguera e ignorancia-, hacemos lo mismo con el poder religioso. Quien nos ofrezca el mínimo argumento para justificar, alimentar e iluminar nuestro egoísmo y ambición, se convierte en nuestro aliado.

La psicología, la filosofía, la política, la religión, la economía, se fundamentan en la idea de lo que debería ser y nosotros adoptamos esos debería ser -siempre que estén de acuerdo y en concordancia con nuestras conveniencias e intereses- lo que nos lleva a identificarnos con cualquier creencia, doctrina, ideología, teoría, porque esos debería ser colectivos nos hacen suponer la realización de lo que deseamos ser individualmente. Construimos nuestras vidas sobre visiones que contienen finalidades, aspiraciones, propósitos, metas y objetivos, con el fin de poder construir algún día lo que deseamos ser y es obvio que eso es la ambición de ser algo algún día, después, mañana. Esto significa creer que al adoptar un debería ser colectivo, concretaremos el sueño de la ambición personal. Ambición personal que nos hace indiferentes e insensibles a la hora de elegir y apoyar a líderes, autoridades y gobernantes inconmovibles, insensibles y sicarios.

He repetido muchas veces que la creencia, la ideología, la teoría, la doctrina, son simplemente representaciones que hace el pensamiento de la realidad, la cual es transformada a través de una interpretación intelectual, de modo que podemos ver que los múltiples y complejos problemas humanos existen mucho antes de que aparezca la primera exposición intelectual sobre la realidad, o sea, existen desde antes que al hombre se le ocurriera transformar los hechos en ideas. Eso significa que no es la ideología quien creó la ambición sino que fue la ambición quien creó la ideología con el fin de encontrar argumentos que justifiquen la miseria humana y que permitan lavar la conciencia egoísta, avarienta, insensible, conformista e indiferente… mediante la ilustración académica [¿?].

La ambición toma, adquiere, conquista y posee a cualquier precio, luego es necesario resguardar lo conquistado, lo que hace valido la utilización de cualquier medio violento para no perder lo poseído, y es a partir de aquí que la ambición y la violencia se hacen gemelas.

Ambiciono + conquisto + poseo + resguardo = temor y violencia.

Esta ecuación hace que la vida para un ambicioso no sea relativa, hace que su vida esté limitada por la obnubilación y ceguera absoluta que produce el temor al fracaso, el temor a perder aquello que supuestamente le permite ser alguien. Esta idea del fracaso inevitablemente contiene violencia; violencia que se apoya en el egoísmo del derecho a tener sin medida hasta más allá de los límites de lo imprescindible y necesario. La nueva ecuación: Ambición + egoísmo, es igual a cualquier tipo de fanatismo, que trastorna la vida y hace esquizofrénico el vivir.

La ambición preparó e intelectualizó la destrucción de la vida: la violencia pone en práctica esta destrucción en el vivir cotidiano. Violencia no es sólo el asesinato o cualquier tipo de derramamiento de sangre, es también todo tipo de represión, opresión o esclavitud a la cual sometemos a los demás. Es violencia el hambre, el analfabetismo, las epidemias y el pensar dogmático. El pensar dogmático inventa y alimenta el fundamentalismo que es creado por la ambición espiritual. Esa ambición es producto de la codicia, incentivada por las organizaciones religiosas, espirituales, esotéricas, y sectas que ofrecen la conquista de supuestos placeres y recompensas en el otro mundo [¿?] a cambio de someterse a los requisitos, normas, exigencias, disciplinas, dogmas y creencias que promulgan, proponen, propagandizan, promueven y supervisan las autoridades, las jerarquías, los instructores, los líderes.

El sometimiento a una particular expresión de pensamientos se concreta desde la inconsciencia que contiene la ingenuidad; ingenuidad que acepta ciegamente la jerarquía, la disciplina, la creencia y la obediencia. Ello se da, más que en ningún otro lado, en el sistema de pensamiento dogmático, que no permite percibir el grado de ignorancia que trae consigo. El sometimiento ciego a la obediencia, alimenta y esquematiza definitivamente a la mente en la violencia, puesto que ese sistema de pensamiento no acepta el ser examinado bajo los parámetros de veracidad o falsedad, lo que significa que al adepto le quedan dos alternativas:… obedecer o someterse [¿?].

No se permite el cuestionamiento porque se parte del supuesto de que el dogma es la verdad absoluta, y la obediencia es el camino para alcanzarla, lo que significa la aplicación de la violencia absoluta sobre la mente del adepto. Someter el pensar a cualquier punto de vista -político, social, científico, psicológico, económico, espiritualista, esotérico, religioso- excluyente y exclusivo es someter la mente a la violencia, porque dicho sistema de pensamiento debe ser defendido, amparado, sostenido, protegido, justificado, excusado, cobijado, mantenido, disculpado, favorecido, resguardado, de modo que no existe la posibilidad de evitar no ser militante del fundamentalismo suicida.

El primer suicidio y acto terrorista que comete la mente fundamentalista es contra sí misma. El pensador fundamentalista asesina su pensar, de modo que el primer crimen que comete es el asesinato del pensador. De este modo se suicida para asesinar a otros, lo que no tiene para él ningún significado, porque él ya esta muerto. La ambición de ganar -supuestamente el paraíso que le han ofrecido con los placeres consecuentes- se convierte en la violencia viviente caminando por la calle. ¿Qué importa morir cuando uno ya esta muerto? Es obvio que toda ambición es violencia porque es el suicidio de toda mente que alimenta esa miseria humana. Ser ambicioso no es una virtud cómo propagandiza la civilización light-economicista-consumista moderna, es la expresión de la

miseria humana que necesita ejercitar, practicar y adoptar todo ser mediocre, enajenado, alienado y consumido por el temor. De modo que la esencia de la desdicha y desgracia humana es la ambición, la violencia y el temor.

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