18 mar 2010

LA LIBERTAD DE PENSAR

Existe el hombre y por ello existe la sociedad. El hombre crea, idea, configura, estructura, esquematiza, arma y hace la sociedad, de modo que lo relevante y trascendente es el hombre, no la sociedad. La sociedad es el resultado del pensamiento humano. Cuando el pensamiento pierde de vista a la sabiduría por encontrarse confundido, conflictuado y ahogado en la obsesión -provocada por la falta de respuestas finales sobre el sentido de la vida- se evade a través de la elaboración del diseño de sociedad que desearía, la cual termina siendo delineada por los intereses y temores del o de los ideólogos-creadores. Este bosquejo de sociedad es proyectado a través de la fundación de especulaciones intelectuales que terminamos conociendo como religión, política, tradición, cultura, etc., que nacen como la ramificación apremiante de la ignorancia en la búsqueda de seguridad; seguridad que se desea obtener por medio del uniformismo colectivo-generalizado del pensar.

Las doctrinas, ideales y creencias tienen por finalidad unificar el pensar del ser humano para masificarlo, lo cual permite su dominio, manejo y sometimiento. A cambio la doctrina le ofrece al hombre el saber en qué pensar, negándole -obviamente- la posibilidad de aprender a saber cómo pensar. El no saber cómo pensar posibilita esa masificación -lo que a su vez se transforma en el dominio total de la sociedad-, y la consecuente resignación y sumisión al discurso colectivo. El discurso colectivo impide el pensamiento propio, lo que abre la puerta al hipnotismo psicológico que consiste en transar nuestro pensar de acuerdo al otro, reemplazando así el pensar por uno mismo.

El pensar a través del otro es ceder el trabajo, la responsabilidad, el compromiso de pensar por nosotros mismos y hacernos cargo de nuestra vida, de nuestros propios errores. Este es el atractivo que tiene el discurso colectivo, porque no existe mayor comodidad psicológica que el otro o la sociedad se conviertan en los carneros que enviaremos al matadero si fracasamos en algo. Al depositar en el pensamiento colectivo el compromiso que deberíamos tener con nuestra vida, con nuestro pensar, hipotecamos nuestra mente y nos convertimos en ciudadanos de segunda, puesto que pasamos a pensar desde la servidumbre psicológica y ello nos hace sometidos y manejables por el poder, por el líder o por cualquiera.

El pensamiento colectivo que sustenta la tradición y la cultura no tiene creador ni responsable, de modo que cualquiera puede apelar a él con la finalidad de chantajear a la conciencia colectiva y explotar la más desdichada de las creaciones humanas: el nacionalismo. La doctrina, la creencia, el ideal, son los experimentos intelectuales que implanta la manera uniforme de pensar con la finalidad de guillotinar la libertad que necesita el pensamiento inteligente. Llamo pensamiento inteligente al pensamiento que nace de una mente sin conflictos, sin contradicciones, a aquel pensamiento que nace de la mente libre de adoctrinamiento y sistemas ideológicos.

Cuando adoctrinamos nuestro pensar lo sometemos a la incomunicación porque la mente se cierra en el patrón de pensamiento particular que adquirió y su comunicación se reduce a esa sinopsis intelectual. La comunicación de aquí en más se reduce al círculo cerrado de devotos que adhieren a esa síntesis especulativa, de suerte que la comunicación con el resto de la humanidad es nula y, en caso que la hubiera, se reduce al intento de imponer el punto de vista que se sostiene.

Es innegable que el impulso que lleva ha introducir un pensamiento colectivo en la sociedad es la ambición de manipular y extirpar el pensamiento propio, el pensamiento que desde la ausencia de ideologías, creencias o adoctrinamientos, puede comunicarse con todos y ver lo que es y cómo es; sin teñir, matizar, colorear u oscurecerlo… con el contenido de los accesorios intelectuales, los dogmas, que amaestran y aleccionan la mente.

El pensamiento colectivo se sustenta en creencias ideológicas-doctrinarias, de manera que la libertad de pensar que ofrece la sociedad es mentira porque se basa en la falsa opción de elegir entre esquemas sustentados por creencias ideológicas, o el amoldamiento a las doctrinas y sus dogmas. Obviamente que elegir entre esquemas o amoldamientos del pensar, es equivalente a elegir entre silla eléctrica, fusilamiento o inyección letal.

El tener la libertad [¿?] de amoldar, estructurar o esquematizar la mente con alguna creencia-doctrina-ideología y de cambiar ese amoldamiento por otro -a la hora que se nos ocurra- es semejante a darle a un condenado la libertad de elegir la cárcel donde desea cumplir su sentencia. De tal manera que ningún pensamiento puede ser libre cuando sólo tiene para elegir cárceles ideológicas -en donde cumple su condena la mente adoctrinada- que le impone la sociedad subyugada por el pensamiento generalizado.

El pensamiento, ¿es libre? La no participación en los monotonismos de pensar que ofrece la sociedad, es censurada y punida con la intención de crear culpa en la mente y obligarla a que participe de la hipnosis colectiva. O sea, una vez que el pensamiento estableció el resultado de su confusión e ignorancia -doctrinas, cultura, ideales, tradición, creencias, como sinónimo de inteligencia lúcida y brillante- instala en la sociedad la falsa opción de libertad de pensamiento, cuando en realidad esa opción es el ingreso a la embriaguez del hipnotismo colectivo en donde la mente puede elegir la celda psicológica-intelectual donde sellar el sometimiento al dogmatismo visado, consentido y acreditado, para no ser juzgada por la inquisición del descrédito intelectualoide.

Una vez que la mente selló su sometimiento en el dogmatismo generalizado, la mentira queda establecida como verdad y el pensamiento pasa a propagandizar la virtud de la sociedad que garantiza la libertad de pensar… [¿?]. La cárcel psicológica elegida para esclavizar a la mente en la hipnosis intelectual-psicológica es intrascendente, puesto que todas cumplen con el mismo requisito, no permitir el pensamiento propio. Se puede ser neoliberal, budista, socrático, marxista, musulmán, progresista, punk, peronista, hippie, católico, new-age, zen, protestante, radical, nacionalista, demócrata cristiano, socialdemócrata, etc., ello es intrascendente porque para ese entonces ya se dejó de pensar por uno mismo, se piensa desde el patrón de pensamiento que dicta el amoldamiento intelectual-social-psicológico escogido.

El auto-engaño del libre pensamiento se sustenta en el tiempo porque se reflexiona desde la herencia que nos dejó la propaganda realizada por nuestros antepasados y todo el discurso de la sociedad sobre el particular. Se afirma dicho slogan desde la ignorancia porque es innegable que elegir entre estructuras, esquemas y amoldamientos del pensar en lo absoluto es la libertad del pensamiento.

La sociedad divide la servidumbre del pensamiento en diferentes opciones: políticas, sociales, religiosas, filosóficas, económicas, cientificistas, culturales, psicológicas, mas todas las subdivisiones de las mismas, y a la posibilidad de elegir -dentro de esta división de servidumbre intelectual- la denomina libre pensar, lo cual es igual a elegir entre pollo macho y pollo hembra.

El libre pensamiento se encuentra presente únicamente en la mente libre de opciones, no en la mente que elige. La mente que elige lo hace desde el conflicto que genera la contradicción entre las diferentes opciones, de suerte que no es una mente en constante refutación consigo misma -con lo que tiene para elegir- la que posee la cualidad del libre pensamiento. La mente conflictuada únicamente puede elegir desde su contradicción -puesto que si no hay contradicción no hay nada que elegir- lo que significa que cualquier elección que realice será la continuidad de su conflicto. Es imposible que en esa mente exista libre pensamiento porque la fuente de donde nace el libre pensar se encuentra embrollada en sus contradicciones y únicamente en la mente silenciosa es donde existe el libre pensar.

No hay libertad en lo absoluto cuando lo único para elegir es al amo de nuestra esclavitud, de modo que el libre pensar que propagandiza la sociedad es mentira porque no existe. El pensamiento libre sólo puede existir en la mente solitaria, en la mente desierta, o sea, en aquella mente que se encuentra libre de doctrinas, creencias, ideales, argumentos, opciones, deseos, ilusiones, metas, ambiciones y auto-convencimientos, en aquella mente que esta vacía de auto-verdades y contenidos dogmáticos. Esa mente es franca, sincera, coherente, inocente, solidaria, expansiva, abierta; mientras que la mente que está en constante elección es egoísta, sectaria, obsesionada, temerosa, y es obvio que no existe pensamiento libre o libre pensar en donde hay temor.

El pensamiento condicionado que cree que es libre, es tan libre como la libertad del esclavo que tiene la opción de defecar a campo traviesa o en el inodoro del galpón. Como se dijo, es evidente que el pensamiento condicionado limita a la mente al patrón de pensamiento aceptado, y una vez que se ciñe la mente a un amo intelectual, la libertad se suscribe a un mero discurso sobre libertad, pero el discurso sobre libertad no es la libertad porque ninguna palabra es la cosa.

El pensamiento que se encuentra subordinado a un amo intelectual -creencia, doctrina, ideología, tradición, cultura- es libre para moverse dentro del campo que establece el sistema, la teoría, lo cual restringe la libertad de pensamiento porque el sistema es la saranda por la cual pasa cualquier tipo de pensamiento; dicha libertad es condicionada y limitada por la esclavitud que ejerce el amo intelectual.

La sociedad ¿nos ofrece o nos enseña a pensar libremente?

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