17 mar 2010

EL CONOCIMIENTO IRRELEVANTE

La mente, el intelecto, el pensamiento, ha intentado esclarecer todo aquello que signifique algún tipo de incógnita, misterio, enigma, como también ha intentado dar a la sociedad lineamientos con el fin de orientar el vivir. En su esfuerzo el pensamiento trata de iluminar la oscuridad que produce el temor del no saber. En su intento de saber sobre lo que desconoce, crea, desarrolla, encumbra y ensalza todo tipo de información, detalle o murmuración, elevándolas al nivel de verdad. Verdad que es deducción y conclusión del análisis de dicha información, y que se intenta imponer por medio del argumento. El problema se suscita a partir de que todo el mundo hace lo mismo porque… tiene sus propias conclusiones, deducciones y análisis particulares sobre el mismo tema. La pregunta que se impone es, ¿quién tiene la verdad que todo el mundo promulga y propagandiza como propia?

Tenemos todo tipo de opinología social; también hemos recibido todo tipo de información revelada sobre las acciones de Dios y la composición y costumbres del mundo que Él habita [¿?]. Este tipo de conocimiento, ¿es relevante para nuestro vivir? Las diversas y supuestas múltiples verdades [¿?] sobre este tema particular, ¿nos han servido para ser más sabios en nuestra vida y en nuestro vivir? Saber sobre el amor y la bondad de Dios ¿nos ha servido para producir menos crueldad, injusticia, derramamiento de sangre, explotación y guerra? En definitiva ¿cuál ha sido el propósito, utilidad y sentido de toda esta supuesta sabiduría divina revelada [¿?] para producir en nosotros y en los demás una vida más sensata y cómo consecuencia, un mejor vivir para todo el mundo? Sabemos sobre el Paraíso, el Edén, el Limbo, el Infierno, la resurrección, el karma y la reencarnación, o sea, sabemos todo sobre Dios y su mundo [¿?] incluyendo demonios, ángeles, espíritus, guías espirituales, extraterrestres y Arcángeles. Una pregunta: ¿sabemos realmente algo sobre el mundo de Dios? Otra pregunta: ¿podemos saber algo sobre Dios y su mundo por medio de revelaciones intelectuales determinadas y limitadas por la cultura particular que las produce? Otra más: ¿es transferible, por medio de la intelectualidad, la experiencia particular de otro, sobre lo inconmensurable, lo omnisciente, lo absoluto, lo innombrable?

Con la cultura, la tradición, la educación, adquirimos información que nos condiciona a la descripción trasmitida por aquel que supuestamente sabe. Esta información nos condiciona si deseamos experimentar por nosotros mismos, de modo que estamos amoldados desde el comienzo de nuestra búsqueda por la información intelectual. Buscar lo desconocido con un condicionamiento impuesto en nuestras mentes desde la niñez, sólo puede dar como resultado la ampliación de la información que ya nos amoldaba a una particular estructura intelectual sobre lo desconocido, de manera que tal búsqueda no nos puede llevar a la Experiencia Máxima.

El amoldamiento elimina cualquier variante alternativa de búsqueda porque el amoldamiento condiciona la mente según la información que tenga la memoria sobre el tema, por lo tanto, no existe la visión imparcial que se necesita para descubrir. Sin visión imparcial, o sea, sin una mente que no sabe, es imposible encontrar lo nuevo, lo verdadero. La mente que ya sabe no puede encontrar otra cosa que no sea lo que ya conoce. La información que amolda la mente es el condicionante para descubrir y experimentar lo desconocido. Esto significa que toda nuestra búsqueda es vana y sin sentido por estar orientada desde un principio a encontrar lo que ya conocemos.

Aquello que supuestamente conocemos, es conocido desde un punto de vista absolutamente intelectual, no es conocido por vivencia o experiencia alguna, porque el amoldamiento impuesto desde la cultura y la tradición, educa a la mente en la creencia, en lo que debemos creer y, es lo que sustenta a nuestro amoldamiento mental, y el impulso a buscar la confirmación intelectual de lo conocido sobre lo desconocido. Lo que ya conocemos intelectualmente -por supuesto es lo que supuestamente sabemos sobre lo desconocido- o sea, es lo conocido sobre lo desconocido. Paradójico ¿verdad? Todo este supuesto conocimiento sobre lo trascendental es irrelevante porque que se contradice con lo que somos; lo relevante para nuestra vida es nuestra manera de vivir, es nuestra manera de ser, es nuestra manera de actuar. Ese conocimiento sublime [¿?] es un autoengaño que supuestamente nos proporciona una visión total sobre lo trascendental, pero no nos convierte en mejores seres humanos.

Podemos afirmar, sin duda alguna, que conocemos todo de todo [¿?]. Hemos especulado sobre magia, alquimia, magnetismo, espiritismo, chamanismo, kábala, milagros, esoterismo, aduciendo que ello es el conocimiento secreto de Dios, y no conforme con esto, elevamos este supuesto conocimiento a la dimensión de realización espiritual. Los adeptos e iniciados creen férrea y dogmáticamente que los poderes espirituales son la muestra de esa realización, de modo que quien los posee es un elegido, un maestro de la luz… [¿?]. La mente que se encuentra esclavizada a un dogma es ciega ante la realidad que le demuestran los hechos, puesto que no es capaz de ver que los magos negros también tienen esos poderes espirituales, de modo que ante su particular manera de ver la realización espiritual, un mago negro también sería un elegido, un maestro de la luz.

El dogma es la acción de la ignorancia resumiendo el conocimiento intelectual en artículos de fe. El dogma es la ignorancia en acción porque es la esquematización, la estructuración, la alienación y enajenación de la mente que se hace dependiente y se somete a una afirmación fija, estática, inamovible, que se promueve a la dimensión de la verdad absoluta e incuestionable. Ningún dogma admite discusión puesto que se considera que es indudable, por lo tanto, el dogma es la ignorancia en acción. La subordinación de la mente a cualquier dogma obliga al intelecto a un tipo de argumentación que le permita alivianar la sumisión a que es sometida. Cuando la mente se somete a un dogma que elige como verdad, se esclaviza al análisis argumentativo para evadir el estancamiento que inevitablemente produce la supuesta verdad indiscutible y absoluta. Cualquier expresión de ideas que supone poseer la verdad absoluta e indiscutible, es en la realidad una mera expresión de la ignorancia, porque considera que la verdad se puede establecer por medio de slógans intelectuales, pragmáticos y absurdos, que no resisten el menor análisis racional, lógico y elemental cuando se los examina frente a los hechos, frente a la realidad, y mucho menos frente a la sabiduría.

Todo conocimiento sobre lo desconocido además de ser irrelevante para nuestras vidas, es un conocimiento bulímico y anoréxico, que se desintegra ante el primer reto, ante el primer problema que la vida nos trae. A esta desintegración del conocimiento sobre lo desconocido le llamamos pérdida de la fe. Fe que obviamente no es fe, sino mero deseo de la desesperación que expresa la angustia de que: en lo que se creía ya no es verdad. Creemos en lo que nos enseño otro, no en aquello que es nuestra propia vivencia, en aquello que es nuestra propia experiencia, porque nuestra propia vivencia, nuestra propia experiencia, jamás se transforma en creencia; de suerte que terminamos creyendo en aquello que es el conocimiento de aquellos que dicen que saben, lo que es totalmente irrelevante para la sabiduría, para nuestra vida. Sabiduría es que esos otros nos enseñen y nos muestren el camino para obtenerla, no que nos digan en lo que consiste; eso es una expresión de Mesianismo Absoluto.

Lo que nos enseñan esos otros es su conocimiento, adquiridos de diversas y múltiples formas, pero tratándose de enseñanzas sobre lo existencial, sobre lo trascendental -que es intransferible por vía verbal o escrita-, son intrascendentes, porque sólo nos resta creer en lo que ese otro nos dijo. Se abusa de nuestra ignorancia, y nosotros quedamos perplejos ante tanta información sobre lo que deseamos descubrir, de modo que es nuestra inocencia quien confía la responsabilidad de nuestro aprendizaje y de nuestras vidas a esa autoridad, que suponemos sabia [¿?].

Que nos enseñen a pensar y ser nosotros mismos eso es sabiduría, en otras palabras, que nos enseñen a conocernos a nosotros mismos, puesto que sin conocimiento propio, todo conocimiento se torna en irrelevante.

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