17 mar 2010

LA ENSEÑANZA

La enseñanza es un dedo señalando a la luna: la luna es la enseñanza y el dedo es el maestro. Lo importante es la luna no el dedo, o sea que, o miras la luna captando y percibiendo todas las implicancias que ello contiene o te quedas obnubilado por el dedo. Si te quedas obnubilado por el dedo, nunca descubrirás lo que el dedo señala, lo cual te llevara a convertirte en seguidor, adorador y propagandista del dedo, porque encaja perfectamente en tú trasfondo psicológico. El ser seguidor te convierte en ser humano de tercera categoría, en imitador, en esclavo ignorante que posesiona dentro de su mente cómo amo a quien lo tendría que liberar, de suerte que todo tu destino y tu vida se encontraran teñidos por la oscura sombra del aliento que emana de la personalidad que tiene el dedo que haz decidido convertir en culto, veneración, adoración.

Comprender las enseñanzas de Jesús no implica ser católico o cristiano, es comprender el significado que las mismas tienen para nuestro vivir y la vida. Toda enseñanza es un cartel que indica hacia donde se debe ir. Es una decisión personal el seguir la sugerencia del cartel o el no hacerlo. Comprender lo que señala el dedo llamado Jesús no significa el estar a favor o en contra de Cristo, es simplemente seguir las enseñanzas que el dedo señala sin quedar preso al culto de la personalidad de quien las pronunció.

Cuando las enseñanzas sobre la vida y el vivir que promovió Jesús son transformadas en doctrina cristiana [¿?] pierden el contenido desnudo que contienen por confundirse con la adoración que alientan quienes se auto-titulan sus representantes por medio del culto de su personalidad, la veneración de su imagen. Así lo importante pasa a ser la creencia en la adoración a su persona, no sus enseñanzas.

El comprender las enseñanzas de cualquier maestro -independiente de la identificación que se tenga con la organización ideológica que se apodera de las mismas- es lo trascendente. La opción de convertirse en seguidor es perder la posibilidad de aprender sobre lo que el maestro señala al suplantar la prioridad de la enseñanza por el culto a la personalidad lo importante pasa a ser la creencia, la adoración, el ritual, no el aprendizaje sobre la vida y el vivir. Cuando la creencia en la salvación -por medio del culto a la persona del maestro- transforma a la enseñanza en mera propaganda, se pierde la importancia única y primordial que realmente puede salvar al buscador: las enseñanzas.

La identificación con la organización doctrinaria que se apoderó del maestro y sus enseñanzas, no es sinónimo de la práctica de las mismas, sino que en realidad es la necesidad de pertenecer a algo, de tener una pared psicológica que sea capaz de contener el miedo y la inseguridad que produce el no tener ninguna certeza sobre la vida y lo que la muerte son.

La identificación y la dedicación al culto de la personalidad es el producto de la ignorancia que suplanta la importancia de la enseñanza por la esclavitud mental de la adoración a la persona del Mesías. Esta suplantación priva a la mente del percibir que el estar de acuerdo con las enseñanzas y pertenecer a una organización creada a propósito del Mesías, es la propia negación del Maestro, puesto que él es sus enseñanzas y sus enseñanzas son su trascendencia. El maestro, el Mesías se trasciende así mismo por lo que enseña, de modo que cuando el seguidor se suma a la organización creada a propósito del Mesías, lo niega porque ello lo separa del resto de los seres humanos que han elegido otra organización creada a propósito de otro Mesías y otras creencias. De manera que ello es la negación del Maestro que dicen adorar; pues siempre su prédica ronda sobre la hermandad humana, la fraternidad entre los hombres, la paz y el amor de los unos a los otros.

Cuando la importancia suprema de los seguidores pasa a ser la adoración de la personalidad del Mesías en los hechos se niega su enseñanza, el valor de las mismas y, por lo tanto, la posibilidad de aprender de la vida y el vivir, por ser la adoración mero sentimentalismo, temor, cobardía, dependencia psicológica y la consecuente ausencia de inteligencia. La propia dependencia psicológica limita a la mente de la libertad necesaria que hace surgir la inteligencia, y es obvio que sin inteligencia no se puede amar. Así toda la enseñanza se transforma en mera propaganda sobre la fraternidad, la hermandad, la paz y el amor, no en una realidad que es vivida por los seguidores, adeptos u iniciados en la doctrina.

El mayor travestismo de las enseñanzas se produce cuando los seguidores logran imponer el milagrerismo y la capacidad del maestro para manejar energías, fuerzas y elementos ocultos, con el fin de intentar demostrar lo sobrenatural que era su gurú, lo cual no les permite percibir que los magos negros también poseen este tipo de poderes sobrenaturales y que logran impresionan a sus seguidores únicamente con estos elementos fenoménicos. De este modo las enseñanzas pasan a convertirse en un elemento decorativo, de relleno, en un elemento sin vida ni sustancia, o sea, en un elemento intrascendente, chato, burdo y sin sentido. Cuando lo trascendente es el milagrerismo fenoménico, lo que realmente se enseña es la admiración, la idolatría, el culto a la personalidad, la creencia, la adoración, la imitación, la dependencia, o sea, la miseria humana que crea el pensamiento y la basura mental que conocemos y sentimos como miedo. Eso es lo que realmente se enseña, eso es lo que en realidad se aprende cuando se transmite el milagrerismo y lo fenoménico como la esencia que representa a un maestro.

El hecho de poder realizar milagros, el acto de producir fenómenos paranormales y tener la capacidad de la adivinanza futurística, son nada más que capacidades que se pueden desarrollar con ejercicios físicos y mentales, lo cual no es de utilidad alguna ni sirve para comprender la vida, el vivir, porque la iluminación no depende de ejercicio alguno, ni mental ni físico, depende de la honestidad con uno mismo y de la seriedad que tengamos con la vida, puesto que ello abre las puertas de la percepción y, por lo tanto, de la inteligencia. Los poderes llamados espirituales, no son sinónimo de comprensión, de sabiduría, de iluminación, ni conducen a ello; solo son poderes fenoménicos. Los poderes fenoménicos no producen de por sí seres humanos realizados, iluminados, comprensivos, sabios, santos, buenos, castos, puros o humildes; por lo general lo que sí producen son seres humanos egocéntricos y temerosos.

La enseñanza es lo que revela y trasluce la comprensión de la vida y del vivir que tiene el maestro, de modo que todo los accesorios que lo rodean, como los poderes fenoménicos, la capacidad de adivinanza, el hecho de producir milagros, etc., no tiene gran valor y utilidad para ayudar a la humanidad a salir de la oscuridad; misión básica y fundamental de todo maestro.

Sí la enseñanza no ayuda al despertar de la inteligencia, no existe la posibilidad de salir de la oscuridad, puesto que la salida de la oscuridad se da por la capacidad de percepción que tengamos para descubrir las mentiras, o sea, todo lo que no es; y para ello son prescindibles los poderes fenoménicos, de suerte que lo imprescindible es la inteligencia. Sin inteligencia no podemos percibir que no se enseña sobre lo que Jesús dijo, sino sobre lo que El supuestamente es.

El enseñar sobre lo que Jesús supuestamente es: un poseedor de todo tipo de poderes fenoménicos, sobrenaturales, el elegido y privilegiado de Dios, etc., -lo cual no significa que no tenga dichos poderes- es transformar la enseñanza en creencia dogmática y culto a la personalidad, lo que termina siendo el sometimiento del discípulo a la ignorancia.

El sustituir lo que Jesús enseño, por lo que Jesús supuestamente es, llevo a la deformación absoluta de su enseñanza, con el consecuente perjuicio y daño para la humanidad al ser sometida a la ignorancia del culto a la personalidad, la idolatría, la creencia ciega, el chantaje psicológico de la conciencia, la chatura intelectual mediante el premio y el castigo lo cual es terrorismo espiritual en la mente, la adoración. El centrar la enseñanza en la idolatría, la adoración, el culto a la personalidad, transforma a cualquier maestro en mero egocéntrico-narcisista y a la enseñanza en decorado superfluo, intrascendente, ya que el maestro pasa a tener más valor que su enseñanza.

El daño que produce este travestismo dogmático-egocéntrico se ve reflejado en el temor que termina poseyendo a la mente del creyente, del discípulo, del adepto, el cual abandona por completo el conocerse así mismo por considerar innecesario el auto-conocimiento, puesto que será salvado por el ser todo poderoso en el cual deposito la responsabilidad de su vida porque dicha creencia le permite no enfrentar ni tener que trascender sus miserias humanas, puesto que su salvador realizara el milagro de transformar completamente su vida sin la necesidad de que tenga que realizar previamente algo consigo mismo. Esta creencia somete al hombre a la esclavitud, a la dependencia, la adoración e idolatría del maestro, del líder, lo cual se resume en el culto a la personalidad del gurú.

Esto es lo que sucedió y sucede con Jesucristo y sus enseñanzas: lo importante es el culto a su personalidad, su idolatría, adoración y el consecuente amoldamiento al dogma, el sometimiento a la amenaza, la esclavitud al temor que produce el chantaje psicológico de la conciencia, la dependencia del miedo que produce el terrorismo de la condena; y no lo que El enseño para liberar al hombre de todo tipo de amoldamiento, dependencia o esclavitud.

El adoptar el culto a la personalidad o la creencia cómo camino para la iluminación es cómo querer endulzar un café con leche... con hiel y carqueja.

Amar no es un acto ni de creencia ni de idolatría, puesto que el amar es el resultado de la comprensión, del desinterés, de la ausencia de logros, del no pretender obtener algo a cambio de... porque el amor es la acción que nace de una mente libre, silenciosa. La creencia siempre encierra el interés psicológico de ser salvado por quien y en quien se cree, o sea, yo creo en Ti pero a cambio de que Tú me salves; creo en Ti pero a cambio de que satisfagas mis anhelos, deseos, ilusiones y esperanzas. Como podemos ver, la creencia es mero negocio mental: psicológico, intelectual y especulativo del temor.

El pensamiento inventa la creencia y proyecta la salvación en forma de trueque psicológico, lo cual da cierta sensación de tranquilidad, conformismo y seguridad, pero nunca paz ni sabiduría, lo que significa que el pensamiento se transforma así en el asistente y nutricionista del miedo, del temor y, por lo tanto, de la ignorancia.

La creencia es obviamente ignorancia porque se dice creer en lo mismo que se duda, o sea, se afirma creer en la existencia de algo que se duda que exista. La sabiduría en cambio, no afirma, no niega, sobre lo que existe o no existe... ella aprende. La sabiduría no duda de lo que afirma que existe; ella aprende de ello. La sabiduría no niega, no afirma, ella inquiere, cuestiona, pregunta e investiga. La sabiduría no está interesada en respuestas ni en soluciones finales; ella está interesada en comprender, en indagar, en investigar... porque ello es aprender. La creencia no aprende, ella sabe [¿?] por ello la creencia es ignorancia porque... ¿quién sabe que...?.

La función de la enseñanza simplemente es llevar al discípulo al abandono de su supuesto saber... [¿?] para que ingrese en el camino del eterno aprender, lo que significa abandonar la desesperación y la ansiedad que tiene de respuestas o soluciones finales. La enseñanza no es llevar ni incentivar al discípulo a creer, sino llevarlo al camino de la indagación, de la investigación, o sea, del aprender, lo cual en definitiva es el sentido del amor y el propósito de la mente.

El aprender y el amar no es un cultivo de la memoria ni la acumulación de conocimientos, sino la capacidad de percibir clara y sensatamente sin ilusión, eximiendo del pensar todo tipo de abstracciones y subjetividades, o sea, el sentir partiendo de hechos y no de creencias e ideales. No existe el aprender ni el sentir si el pensamiento se origina en conclusiones previas, en creencias preestablecidas. Adquirir información, conocimiento, creencias, es mera entretención psicológica-intelectual, no aprender, puesto que solo se puede aprender cuando no hay coacción de ninguna índole. Y la coacción adopta muchas formas y es trasmitida de diferentes maneras: por medio de la influencia, a través del apego, la amenaza, la estimulación, la persuasión, las sutiles formas de recompensa, los supuestos premios y castigos.

Es obvio que toda enseñanza debe conducir al hombre a la libertad total, puesto que lo contrario es esclavitud en sus diferentes formas, lo que significa que la creencia, el culto a la personalidad, son el sello en el que culminó el pecado original que nos condena de antemano. Sin embargo están las enseñanzas de Jesucristo -entre otros- para conocernos a nosotros mismos, indagar sobre nuestro mundo interior para aprender sobre nuestra mente y descubrir nuestra verdadera Naturaleza Original. La enseñanza que no es liberadora de todo tipo de esclavitud, coacción, temor, chantaje, creencia, no es enseñanza en lo absoluto, porque obviamente no ha surgido ni ha nacido del corazón: ha nacido del miedo, del egocentrismo, del temor; del educador, del maestro, del gurú o de quien sea.

***Algunas descripciones y finalidades de la creencia antes de continuar:

1º) Afirmación de una supoción intelectual que debe ser constante y permanentemente reafirmada en el mundo psicológico del creyente

2º) Teoría del pensamiento que logra formar un esquema intelectual y psicológico en la mente con la consecuente esquematización del pensar y el amoldamiento que produce cualquier patrón fijo de pensamiento, que termina esclavizándola en la obsecuencia.

3º) Privación ilegitima de la libertad de la mente por parte del ignorante intelecto que la secuestra a través de promesas y esperanzas.

4º) Mamotreto especulativo ideado por el buró intelectual y el episcopado psicológico que tiende a monopolizar la obsesión y el parloteo incesante de la mente con la finalidad de darle orden al pensar conformista, egoísta, caótico e indiferente.

5º) Esperanza de la desilusión que desea que en lo que se cree sea verdad.

6º) Deseo de la pereza e irresponsabilidad que deja en manos de lo desconocido la responsabilidad de su vida.

7º) Especulación del pensar mediocre que tiende a la comodidad de no cuestionar a la tradición y cultura de la sociedad particular donde nació.

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